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Sobre el autismo chilango (Variación Opus 496)

Francisco José Amparán

Es uno de los (muchos) pecados originales de nuestro país: desde que quien le diera la independencia, Agustín de Iturbide, decidió bautizarlo como Imperio Mexicano, lo condenó a ser llamado con el nombre de una ciudad. Y de ahí p’al real, la capital se sintió con privilegios especiales para sentirse El País. Lo cual nos ha llevado a aberraciones sin cuento y cuyos efectos seguimos resintiendo hasta la fecha.

(Ya puestos a pensar, México, Guatemala y Panamá son los únicos países de tamaño apreciable que tienen nombre de ciudad y en pocos casos encontramos una concentración tal de poder económico, político, cultural y demográfico: una macrocefalia que se presenta sobre todo en algunos Estados supuestamente federales (Nigeria) o de plano centralistas (Francia)).

La vieja pugna entre la capital y la provincia, entre la metrópoli y “el interior de la República” (¿El DF está en el exterior? ¿Es puerto? De hecho, es la única ciudad de entre las cincuenta más pobladas del mundo que no se encuentra a orillas de un cuerpo de agua permanente… a menos que uno considere Xochimilco un cuerpo de agua, ya no digamos permanente…) es añeja y por lo mismo, tediosa. Durante décadas hemos oído los dardos lanzados de uno y otro lado: al muy defeño “Fuera de México todo es Cuautitlán” se respondía con el alegato que nuestros impuestos subsidian el Metro, los ejes viales y un precio de la leche igual al de sus fuentes originales, a mil kilómetros de distancia. Cuando se acusaba a los provincianos de (¡Qué originales!) provincianos, éstos respondían (respondíamos) acusando a los capitalinos de ser mutantes fruto de la contaminación, que empezaban a pagar sus múltiples pecados terrenales con la casi permanente imposibilidad de ver los volcanes. Cuando los de acá llamábamos arrogantes y sangrones a los de allá, la réplica solía ser que quienes así se comportaban eran, precisamente, los recién llegados de provincia, que mal descendían en la Terminal del Norte o la Tapo, se volvían insoportables. Total que, como decía, esta disputa lleva ya un buen rato y sólo ha servido para darle variedad y picor a nuestras eternas, infinitas, estériles pugnas, que tienen a este país atorado desde… Iturbide.

Que los capitalinos creen ser todo país lo demuestran los medios de comunicación allá afincados, lo que quizá refuerza ese sentimiento entre los nacidos o radicados en el DF. A los medios impresos se les llena la boca al hablar de los “periódicos de circulación nacional”, que no lee prácticamente nadie más acá de las Torres de Satélite. Los noticieros televisivos y radiofónicos en red nacional le dedican un 80 por ciento de su programación a lo que ocurre en un radio de veinte kilómetros alrededor del (horrible y grisáceo) ombligo de la vida nacional, el Zócalo, ignorando prácticamente lo que sucede en el resto del decimotercer país más grande del mundo. Vaya, para que vean hasta dónde llega la prepotencia, ya piensan que los choques América-UNAM configuran un clásico. Si el modelo fue el juego del domingo pasado, pues sí, ése fue un clásico de la mediocridad y de cómo hacer vanos intentos por entusiasmar a una mayoría del país al que ese encuentro, en mayor o menor medida, le importó sorbete.

México (el país, no la ciudad) cambió en el siglo XX y la capital no se ha dado cuenta. El autismo chilango le ha impedido ver que a una buena parte de sus compatriotas de este lado de las casetas de las autopistas, sus cuitas, tribulaciones e intereses nos resultan enfadosos e impertinentes y no hallamos porqué habrían de importarnos. Y ello abarca a numerosos avatares e instituciones.

Hace medio siglo, la UNAM era una institución fundamental, de donde egresaba la mayoría de los cuadros dirigentes de la nación, en lo político, económico y cultural. Pero a partir de la larga decadencia iniciada durante el Echeverriato y culminada con la huelga lumpen-fascista de 1999-2000, ese liderazgo ha venido muy, pero muy a menos. Por ejemplo, echando cuentas, al empezar el Siglo XXI un tercio de los gobernadores de los estados son egresados del Tecnológico de Monterrey (el que, según Sergio Sarmiento, constituye la única universidad realmente nacional, dado que tiene campus en una veintena de entidades). Otro tercio salió de otras instituciones particulares o de universidades estatales. Fox es el primer Presidente egresado de una universidad privada (La Ibero, que dudo le haga risa la propaganda). Colosio muy probablemente hubiera sido el primer exaTec en Los Pinos. Los tiempos en que para avanzar en este país era necesario tener buenos compañeros de banca allá por el Pedregal ya pasaron a la historia. ¿Quién en su sano juicio, teniendo opción, manda a su hijo a estudiar a mil kilómetros de distancia, con el riesgo de que lo navajeen en los pasillos o pierda dos semestres por las delirantes demandas de vagos que llevan quince años sin terminar una carrera?

El DF dice producir la mitad del PIB del país. Que yo sepa ahí no hay un solo pozo petrolero. Ni una sola planta armadora de carros. Ni mucho menos un astillero. Lo que pasa es que muchas empresas tienen su domicilio fiscal en la capital y ello distorsiona notoriamente las estadísticas. La principal planta de Peñoles está en La Laguna. ¿Saben dónde se registran los ingresos de una de las tres principales extractoras de plomo, plata, zinc y cadmio del mundo? Lo adivinaron. La verdad, discutir quién subsidia a quién resulta bastante ocioso, dado que nada se hace ni se va a hacer al respecto, de aquí a que se congele el infierno.

Eso sí: al 93 por ciento del país que no vive en el DF le dio una alegría infinita que esa entidad al fin pagará por sus servicios educativos, igual que las otras treinta y una. Cómo y cuándo se hizo la reforma, eso es harina de otro costal. La cuestión es que, como reflejo de su autismo, los chilangos no se dieron cuenta que nadie más allá de Cuajimalpa protestó por los miles de millones que va a dejar de recibir la capital para editar bodrios de historietas. Más aún: en su despropósito número 86 de la temporada, los asambleístas del PRD anunciaron que piensan visitar las legislaturas de los estados para pedirles no aprueben la reforma constitucional (condición que es parte del proceso). ¿Qué diputado local, del estado o partido que sea, va a tomar la tribuna para defender un privilegio feudal del DF? Si esos despistados perredistas siguen con su plan, se van a ganar una catarata de carcajadas y pitorrizas de padre y señor mío a lo largo y ancho del “interior del país”.

A propósito: la verdad, amigo lector, ¿a usted le preocupan las vicisitudes y problemas de un gobernante madrugador, que ni le viene ni le va y por quien no votó el 98 por ciento de la población del país en el año 2000 (y al que por un pelo le gana Creel, habría que recordar)? ¿Alguien piensa realmente que un tipo que batalla en hilar más de dos ideas por minuto va a obtener en las elecciones federales más del nueve por ciento que históricamente recibe el PRD al norte del Trópico de Cáncer? Sí, una encuesta reciente muestra que un 80 por ciento de los capitalinos aprueba el Gobierno de Andrés López. En efecto… pero es el 80 por ciento del siete por ciento de la población de este país. ¿A mí qué me importa lo que haga o deje de hacer ese señor o lo bien o mal que desparrame su populismo de lonche-pecsi-y-cachucha?

Lo peor es que un país con las carencias y los rezagos que carga éste; con cincuenta millones de pobres; con reformas urgentes detenidas desde hace nueve años (por lo menos); que pierde competitividad a diario; al que le urge atraer inversiones y empleos; que expulsa por hambre medio millón de sus ciudadanos al año; que en cuatro años va a empezar a tener apagones si no hay una Reforma Eléctrica y que en seis se queda sin seguridad social gracias a un sindicalismo parasitario y deleznable; ese país tiene como tema nacional urgente e imprescindible… si se desafuera o no a un patán.

Ése es el punto número uno de la agenda nacional. Eso es lo importante para una sociedad a la que el mundo le está pasando encima, mientras nuestra clase política se ensimisma viéndose el ombligo y peleándose por las futuras posibilidades de un tipo que no sabe ni hablar bien castellano (La Real Academia No acepta el tabasqueñismo “compló”). ¿Saben qué? ¡Ya estuvo! Ya es hora que entiendan que México es algo más que el DF, que hay cosas mucho más importantes y urgentes que los mentados segundos pisos (¿se le ha dedicado esa atención a cómo Pemex se nos está convirtiendo en chatarra?) y que la nación no puede esperar a que diriman sus estériles, pueriles y… sí, provincianas, pueblerinas querellas.

Consejo no pedido para sentirse chinampa en un lago escondido: Lea “La región más transparente”, de Carlos Fuentes, de cuando valía la pena vivir allá. Provecho.

PD: El diez de noviembre presentamos “Esquinas a la vuelta del domingo”, una selección (no dirigida por Lavolpe, ¡fiuuu!) de textos de esta columna, 2000-2003. Estén pendientes y vayan haciendo cochinito.

Correo:

francisco.amparan@itesm.mx

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