El año electoral termina hoy, pero quién sabe: recurrentemente, las elecciones sólo marcan el inicio del pleito postelectoral. El videoshow político no deja de producir lodo: Bejarano, quien se queja de la telecracia, anuncia el lanzamiento de un nuevo video pero recibe uno en contra y se empata el marcador de nuevo. El procesamiento político de la megamarcha ciudadana concluyó: la autoridad, léase Martín Huerta, no pudo con la delincuencia pero sí con la ciudadanía. El Tribunal Electoral mantiene en vilo a los gobernadores electos de Oaxaca y Veracruz: ya está la resolución pero la guardan. A manera de pre-posada y fiel a la tradición política, al presupuesto se le da trato de piñata. Raúl Muñoz Leos se fue de Pemex, pero la causa mayor de su salida -el convenio laboral con el sindicato- sigue sin solución y ahora, ya ni el secretario de Energía trae el asunto. Las intimidaciones en contra de quienes critican a Andrés Manuel afloran, mientras éste reclama que los medios informativos hablen de Carlos Salinas. La polarización política avanza a ritmo de marcha y la incertidumbre es el estado natural de la denigración nacional. Dos hechos, por fortuna, garantizan la tranquilidad. No se pudo unificar a Corea pero América Latina ya tiene interlocutor ante Estados Unidos: nadie se lo pidió, pero Vicente Fox se ofreció. El secretario Santiago Creel se mantiene firme en su puesto y decidido a restablecer el orden, sanciona a la mariachi que entonó muy mal el himno nacional y con todo valor, debate a fondo con el dueño de equipo de futbol. Eso da tranquilidad.
*** Eludir un solo tema de la agenda sería dar un visión parcial de cuanto ocurre y de cuanto deja de ocurrir. Podrían abordarse todos o ninguno, da igual. Y es que en la política-batidillo tan de moda, asuntos nimios y trascendentes, urgentes e importantes se entremezclan y contaminan sin dar por resultado ni siquiera un licuado.
Apena, eso sí, la muerte de Mauricio Achar. Mucha gente no lo conoció pero, realmente, lo conoció. Gracias a él, se topó con los libros o los fue a buscar y así, su(s) librería(s) se convirtieron en una referencia cultural. Una de esas referencias que tanta falta le hacen al país. Un lugar de encuentro con las letras y por consecuencia, con la reflexión. Una de esas referencias que sin grandes aspavientos entrevera el don de empresa con una causa superior a la de la ganancia y con sencillez, genera riqueza y nobleza.
Pero, en este México, la muerte de un librero no llama a doblar las campanas. Más ruido provocan los videos de la denigración y ensordecido el país por los escándalos, con ansias se espera el estruendo. Corra película, maestro.
Venga aquella nueva evidencia que embarre a algún otro político sin importar la talla de su doblez o el tamaño de la corrupción. El problema no es ser corrupto, sino que lo graben a uno.
Qué sería del embajador Dormimundo si la tienda francesa donde compró los colchones nos hiciera el favor de enviar el video de su shopping a costa del erario nacional. Qué sería de Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana si se les viera trasladando los recursos de Pemex al PRI, a bordo de una camión del servicio del transporte de valores. Pero ojos que no ven, corrupción que no sienta precedente.
Y en el batidillo, hasta las excusas para juzgar a un camarada dejan de constituir un acto de dignidad. Cosa de ver los motivos de Federico Döring, promotor de los videolinchamientos. Cosa de ver al coordinador de los ecologistas, Jorge Kahwagi, dando clases de ética política sin mencionar a su jefe y líder político tan diestro en eso del cobro de comisiones.
Cosa de ver a Roberto Campa excusándose porque la amistad con Bejarano está por encima de la representación popular que dice ostentar. Pero como el juego es sentirse libre de toda culpa mientras no haya video de por medio, vengan las piedras, que cada quien haga su montón.
*** Después de todo, qué importa el videoescándalo si hoy tenemos la probadita electoral de la anormalidad democrática que disfruta el país. El menú es espléndido. En Tlaxcala, el elenco es insuperable. Hay un candidato del PRI, otro del PRI y otro del PRI, pero con camiseta distinta.
Cosa de elegir, aunque no haya de dónde escoger. En Tamaulipas, la cosa es ligeramente distinta: hay dos candidatos del PRI y uno del PAN pero, en el fondo, no hay elección. Allí, las urnas con mayor presencia son las urnas funerarias con las que el narco marca el dominio de su territorio.
Y en Sinaloa, el sazón de la fiesta de la anormalidad democrática lo ponen las honras fúnebres del “Ceja Güera”, cómo no rendirle honores a esa autoridad que el narco representa: genera empleo, mueve la economía y frecuentemente, apoya con el gasto de inversión en el lugar donde asienta sus reales.
En Michoacán lo cosa no es muy distinta en relación con ese factor real de poder y en Puebla, aunque el narco no tiene ese peso, ahí la oposición no es opción, decora el dominio tricolor. Puede uno quejarse de los candidatos que de la noche a la mañana cambian de camiseta, pero qué decir de los partidos que de los principios hacen un traje a la medida del cliente en turno.
Qué decir de esa anormalidad democrática, donde a fin de cuentas el narco decide. Y qué decir de esa conciencia tan firme de la clase política que reconoce que las campañas no pueden ser tan largas y, cuanto más lo piensan, más las alargan. Hoy domingo, en principio, termina el año electoral pero no habrá reposo. Un solo ejemplo: el proceso electoral en el Estado de México, que culminará hasta julio del año próximo, empezó desde mayo de este año.
Y qué decir de un país que, a lo largo de este año, tuvo 14 elecciones que, en más de un caso, contaminaron asuntos que nada tenían que ver con ellas. No la razón, el sentido común recomienda agrupar las elecciones para no gastar tanta energía política ni despilfarrar tanto tiempo en el ejercicio de la obligada confrontación que suponen los comicios, pero hay un pequeño problema: el monopolio de la legislación electoral lo tienen los partidos a los que ni por asomo les interesa modificar los términos de su rentable negocio.
En vez de solucionar los problemas que aquí y ahora marca la legislación electoral, prefieren buscar otros problemas de difícil solución: antes de arreglar el voto aquí, hay que ver si no se puede traer el voto de allá, del extranjero.
*** Apena, eso sí, que el premio a Juan Villoro no tenga más espacio en nuestro asombro y se le distinga como otro mexicano, los hay, que logra concretar aquello que se propone.
Quién dijera, aquel muchacho que atravesó el Atlántico pintando el casco de un barco para conocer Europa, hoy regresa al Viejo Continente para que lo reconozcan a él.
O apena, también, que el cumpleaños de Carlos Fuentes, otro mexicano más de ésos, lo celebren y festejen en muchos países del mundo y acá, la agenda nacional no le abra un huequito para agradecerle sus letras y felicitarlo por otro premio más.
O apena que casi desapercibido pase el reconocimiento de la Fundación Schwab a José Ignacio Ávalos, otro mexicano como aquéllos, que con “Un kilo de ayuda” y un espléndido equipo ha logrado subir el peso y la talla de algunos niños. Pero, en fin, son minucias. No, no se puede dedicar tiempo a esos mexicanos. El país no se puede distraer con esas tonterías. Aquí es más importante proceder como se debe contra quienes lastiman el orgullo nacional, aunque el orgullo nacional ande por los suelos.
Por fortuna, el secretario Creel está muy al tanto y muy atento a eso. Que venga esa mariachi que entona mal el himno y aclare porqué anda maltratando los símbolos y emblemas patrios. Ya después se pedirá a Carlos Romero Deschamps que no sea malito, que acepte que el convenio suscrito con el sindicato de su propiedad es insostenible, aunque ya esté firmado y registrado en la Junta de Conciliación.
Vamos, que nos haga el favorcito en nombre de los tantos favores que le ha hecho la nación. Vamos, que, a cuenta del Pemexgate, él apoye a Pemex con los compromisos suscritos. Qué tanto es tantito de lo mucho que ha recibido.
*** Así, en medio de la anormalidad democrática, el escándalo ensordece y la polarización avanza sin dar tiempo para reconocer a los mexicanos, los hay, que sin hacer ruido trabajan e intentan impedir que el país se vaya por la zanja de la confrontación y el pleito por el poder donde el político que no cae, resbala.
Lentamente se pierde la oportunidad que la alternancia ofrecía y se vulneran viejas y nuevas instituciones que se venían recuperando, rehabilitando o apenas construyendo. El presidencialismo acotado es, hoy, el presidencialismo maniatado y boquisuelto. El equilibrio supuesto en la revitalización del Poder Legislativo es el retén de los anhelos. El renacimiento del Poder Judicial se convierte en un parto complicado. El árbitro electoral, sean los consejeros o magistrados, no encuentra el silbato. El procurador de los derechos humanos está volcado en la más extraordinaria defensa de sí mismo pero no de los otros. La nueva procuración de justicia es el fortalecimiento de la venganza política. Apena ver cómo se pierde el tiempo y se pone en peligro al país aunque se esté afinando el himno y echándole un segundo piso a los problemas.
Apena ver cómo la anormalidad democrática se expone como una gran hazaña que lega a las nuevas generaciones, el cuento aquel de que estuvimos tan cerquita de construir un futuro distinto, que se nos olvidó realizarlo. Venga el siguiente escándalo, anímese el pleito, ya vendrá alguien a recoger lo que con tanto esmero hemos deshecho.