Sin dirección en el partido, sin dirección en el Gobierno, sin dirección en la política interior y en la política exterior y sin dirección en el Congreso de la Unión, toda la razón asiste al panista Juan de Dios Castro al poner en práctica su priismo involuntario y pretender apropiarse del azul del lago en la bandera nacional.
Si Acción Nacional está confundido, por qué no habría de estarlo él, el presidente de la Cámara de Diputados. Son muchas lagunas las que trae Acción Nacional.
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En todos los frentes -el partidista, el gubernamental y el legislativo- Acción Nacional trae grandes lagunas y, por eso, resulta absurdo que concentren la atención en definir qué método adoptar para seleccionar a su próximo candidato presidencial. Podrán romperse la crisma en esa batalla Santiago Creel y Felipe Calderón pero, por los resultados que Acción Nacional arroja en la administración, en la política política, en la política económica, en la política interior y exterior, así como en la política parlamentaria, muy probablemente el ganador de esa contienda sea el próximo derrotado en la elección presidencial. Concentrar la atención partidista en ese método de selección constituye todo un absurdo. Que la oposición priista o perredista acelerara el tiempo electoral podría entenderse, podría considerarse una suerte de perversión política pero se comprendería. Pero que sean el Gobierno y el partido en el Gobierno los que precipiten el juego sucesorio es verdaderamente increíble. Lógicamente, si el Presidente de la República fue quien dio el banderazo de salida en la carrera presidencial inmediatamente después de la elección intermedia y la primera en deshojar la margarita de esa ambición fue su esposa Marta Sahagún, más que normal resulta que dos secretarios de Estado, Santiago Creel y Felipe Calderón, estén empeñados y concentrados en trabajar a favor del método de selección del próximo candidato presidencial que, a su parecer, más les conviene. Rendir cuentas del fracaso de la Reforma del Estado o de la Reforma Energética nada tiene qué ver, en su lógica, con la ilusión de aplanar el camino hacia su candidatura. Y, desde esa perspectiva, con mayor facilidad se comprende que Carlos Medina Plascencia ya se presente como precandidato presidencial, mientras el canciller Luis Ernesto Derbez y el coordinador parlamentario Francisco Barrio, en sus respectivas posiciones, se agazapan para ver si, del pleito entre aquellos dos secretarios, ellos hacen su oportunidad.
Todo eso es lógico y comprensible, el absurdo brota al tomar en cuenta que Acción Nacional tiene el poder presidencial, está en el Gobierno y aun cuando no ejerce ese poder ni gobierna, está urgido por establecer los términos de selección del próximo candidato presidencial. ¿Para qué quieren precipitar el juego preelectoral, si estando en el poder no saben qué hacer con él?
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A ese absurdo se agrega la profunda desarticulación entre el partido, el Gobierno y las fracciones parlamentarias de Acción Nacional. Entre esas instancias y hacia dentro de esas instancias. Por más que Diego Fernández de Cevallos se sostenga como el coordinador parlamentario de Acción Nacional en el Senado, cada vez es más claro que ya no es “El Jefe” que era. La divisa de su campaña presidencial en 1994 -Por un México sin mentiras- queda como una mentira más de las tantas que pronuncia el parlamentario en medio del recurrente conflicto de intereses donde se desenvuelve. Aquellos gustados valores en los que envuelve su discurso -honor, caballerosidad, valentía- quedan como fórmulas de una demagogia insostenible.
Hoy pareciera que, de los pocos panistas que siguen la línea trazada por Fernández de Cevallos, está Santiago Creel que no ve la hora de dejar esa férula política que, en vez de apoyarlo, lo vulnera. A su vez, en la Cámara de Diputados, Francisco Barrio no logra coordinar del todo a su bancada. Germán Martínez heredó de su jefe Carlos Castillo Peraza el humor ácido pero no la inteligencia y Juan Molinar Horcasitas sigue recorriendo el camino de quien siempre considera que la posición que ocupa no es del tamaño y la amplitud que merece.
Con ese equipo, se entienden las dolencias de Francisco Barrio que, por lo demás, tiene en la periquera de San Lázaro, o sea, en la Presidencia de la República al ex mejor tribuno de Acción Nacional, Juan de Dios Castro, que actúa muy bien cuando no abre la boca. Si esa es la situación al interior del grupo parlamentario de Acción Nacional, la comunicación de éste con el partido donde desde hace meses no hay dirigente y con el Gobierno donde desde hace meses no hay cabezas, se entiende el batidillo político que marca a esa fuerza política y parlamentaria.
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En medio de la laguna azul, está el islote que hoy es la residencia oficial de Los Pinos. Ahí dice gobernar Vicente Fox pero cada vez es más evidente el aislamiento del Mandatario. Fracasan una y otra vez las Reformas Estructurales que el jefe del Ejecutivo considera fundamentales pero, en su lógica, ello es producto de la oposición y no de la ineficacia política de su gabinete. Terminó el período ordinario sin que el Mandatario lograra concretar uno solo de los grandes proyectos legislativos que exige el desarrollo, sin concretar las nuevas iniciativas que introdujo y él sigue en la idea de que todo es producto de la maldad opositora. Ni por asomo el Mandatario considera que quizá sus operadores políticos están vulnerando la atmósfera mínima necesaria para construir acuerdos y peor todavía, niega audiencias que a lo mejor de algo podrían servirle.
La decisión de negar audiencia en sendas ocasiones a Andrés Manuel López Obrador puso en evidencia su incapacidad política. Es claro que López Obrador tenía información importante sobre el asunto de los videoescándalos que, desde luego, lo lastima a él pero que también -como ahora se ve claramente- amenazaba con afectar al propio Gobierno Federal. ¿Quién recomendó al Mandatario cerrar los oídos? ¿Los cerró porque, en la lógica de precipitar su propia sucesión, el Mandatario piensa que lo mejor es ya no hacer nada durante los años que le restan de su mandato?
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A esa situación que, en forma combinada, presenta Acción Nacional en su quehacer como partido, como Gobierno, como fracción parlamentaria, se agrega el espectáculo que ofrecen algunos de los gobernantes y alcaldes de ese partido, así como Rafael Macedo de la Concha que a veces actúa como procurador general de la República y a veces como exonerador general de la República, haciendo del Estado de Derecho una vara de distintas medidas. Eso es grave, pero lo es más que los hilos de la política interior y la política exterior se le estén enredando cada vez más a los operadores respectivos y que, en esa circunstancia, el Presidente de la República sea cada vez más vulnerable.
Si bien está fuera de toda duda la corrupción de cuadros relevantes del perredismo que, por cierto, no se limita a quienes están grabados en video, también fuera de duda está quedando el manejo perverso que desde el Gobierno Federal se hizo de ese asunto.
Lo delicado de ese manejo es que ya provocó un derrame más allá de las fronteras y ahora Estados Unidos y Cuba manejan sus propias cartas en ese escándalo y desde luego, en aquellos otros asuntos donde les convenga. Si, gracias al portavoz de la Presidencia de Estados Unidos, el país se enteró de cómo se iba a votar en Ginebra en relación con los Derechos Humanos, ahora a través de la cancillería cubana nos venimos a enterar de otros entretelones del videoescándalo.
Si a Estados Unidos se fue a pedir perdón por haber “filtrado” documentos confidenciales, a Cuba se va reclamar que no se “filtre” información del mismo escándalo.
En todos los casos, el Presidente de la República queda en ridículo. La gran interrogante es si el Mandatario realmente tiene claro el papelón que está haciendo a causa de las operaciones que hacen o dejan de hacer Santiago Creel, Luis Ernesto Derbez, Rafael Macedo de la Concha y Francisco Gil.
En esa inmensa laguna azul, la residencia oficial de Los Pinos ni siquiera alcanza la dimensión de un islote. ¿Está cabalmente informado el Mandatario?
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En ese cuadro donde no se ve la acción coordinada del Gobierno, como tampoco la acción coordinada de éste con su partido y sus fracciones parlamentarias y por lo mismo, crece la incertidumbre jurídica, política y económica, resulta absurda la urgencia de Acción Nacional por fijar las reglas para seleccionar al próximo candidato albiazul a la Presidencia de la República.
Resulta absurda esa urgencia, pero muy lógico resulta que -en un acto de priismo involuntario- el presidente de la Cámara de Diputados, Juan de Dios Castro, confunda a los mejores niños de México diciéndoles que la bandera nacional tiene cuatro colores y que el azul de la laguna simboliza bastante bien a Acción Nacional. Es cierto, Acción Nacional tiene muchas lagunas.
