Si algún derecho se ha visto menoscabado a lo largo de este sexenio, ese es el derecho de audiencia. La clase política ha perdido el oído y, quizá por eso, abre cada vez más la boca. No quiere escuchar. Quiere ser oída, así no tenga mucho qué decir.
A su miopía -rayana en la ceguera- suma ahora la sordera que, como agregado, tiene un problema: todos hablan de asuntos distintos pero al mismo tiempo. Y eso -en particular, el foxipanismo- lo interpreta como un diálogo plural y democrático que enriquece la cultura. La enriquece porque, en su lógica, todos tienen el derecho de hablar de lo que quieran sin importar qué disparate reciben como respuesta.
Cuanto más abre la boca, la clase política más cierra el oído. Y, como hablan mucho y de temas distintos, no logran ni entonar el Himno Nacional.
*** A tal grado se ha perdido el oído que, por ejemplo, el simple hecho de darse los buenosdías se toma, entre los políticos, como algo semejante a una reunión cumbre. Esto es, el más mínimo gesto de urbanidad o civilidad lo presentan como la proyección de un acuerdo de alcance nacional que repercutirá inexorablemente en la distensión política.
Llega el Jefe del Ejecutivo al monumento de los Niños Héroes, saluda al Jefe del Gobierno capitalino y luego, viene la declaración tronante: “Mi administración no tiene pleito con nadie”. La República respira. Todo fue un malentendido. Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador se dieron los buenosdías y, un par de días después, intercambiaron algunas palabras durante el desfile militar. El Sol brilla en el horizonte.
*** El secretario de Gobernación, Santiago Creel, no consigue empacar correctamente los proyectos de iniciativa que debe mandar al Congreso. Se le va, o el secretario Francisco Gil le mete en uno de los paquetes legislativos, el proyecto de reelección de alcaldes. Va, viene, va, viene la iniciativa presidencial sin firma.
La evidencia es que dentro del gabinete siguen sin escucharse ni entenderse sus integrantes, pero eso qué importa. Lo importante es no perder el tiempo en esas minucias, sino ganarlo en promover los símbolos patrios.
Al sonoro rugir de la ocurrencia, el secretario Creel pondrá todo su empeño en colocar muy en alto la Bandera, el Escudo y el Himno, así se estén desmoronando las instituciones que son su pedestal. Creel no va a escuchar las críticas, desde chico cantaba todos los lunes el Himno en la escuela, y su fervor lo obliga a promover los símbolos patrios aunque los signos políticos atenten en contra de ellos. Que algunos piensen que usa los símbolos patrios como parte de su personal precampaña, es una crítica que no tiene por qué oírse.
*** Maricarmen Ramírez tiene problemas con un oído, pero no con los dos. Presta oído al Tribunal Electoral que, con su sentencia, valida su candidatura al Gobierno que actualmente encabeza su esposo en Tlaxcala.
Bien claro oye el veredicto, pero ni por asomo escucha las razones políticas que la instan a declinar su postulación. Ya lo dijo el tribunal y ella nomás tiene oído para los magistrados. Lo demás es ruido. Muy poco importa, si así se le puede llamar, el pudor político. Si la Ley lo permite, venga el poder en pareja. No importa si se tiene acreditada o no una trayectoria política, si lo acumulado es un beneficio derivado del matrimonio, lo importante es que, ahora, al amparo de la Ley, se puede atropellar la legitimidad.
Después de todo, por qué renunciar a una gubernatura si se tiene tan a la mano la oportunidad y tan desarrollado el sentido del oportunismo.
*** Ningún miembro de la clase política ve o escucha noticia de cómo se está tergiversando el papel de la Policía Federal Preventiva. Cada vez es más notorio que ese cuerpo de seguridad se está utilizando no para proteger a la ciudadanía como para proteger de la ciudadanía a la élite política.
Las funciones de protección y auxilio ciudadano que en su origen tenía, se han ido trastocando. Acude la PFP al resguardo de edificios o actos gubernamentales, acude a asegurar algún predio o límite en litigio que la autoridad política no consigue resolver, acude a garantizar condiciones para la realización de alguna reunión o cumbre oficial, acude a llenar el vacío que deja la pugna entre los poderes federales o locales.
En otras palabras, el uso que se le está dando a la Policía Federal Preventiva es el que tenía el Ejército y que le significó un alto costo a su prestigio. Ahora, visten uniforme gris y llevan un nombre distinto pero, en los hechos, cumplen con aquellas funciones de contener o acallar el malestar social. Los políticos no miran esto. Nada han oído de esto.
*** Seis meses se llevaron los Gobiernos federal, estatales y municipales con los legisladores como observadores, debatiendo la Convención Nacional Hacendaria. Con bombo y platillo al más puro estilo lopezportillista, el presidente Vicente Fox echó a andar la Convención teniendo por auditorio a la República. No era para menos, de ahí saldría la fórmula para reformar la hacienda pública.
Hablaron y hablaron, no está claro qué tanto se escucharon, pero llegó el día en que se presentaron las conclusiones. Feliz, el Mandatario anunció que se había llegado a la cifra récord de 323 acuerdos unánimes. De muchísimo menor importancia es la raquítica cosecha de medallas en Atenas, frente el enorme acuerdo derivado de ese prolongando encuentro de la República. “La Convención Nacional Hacendaria es -bien claro lo dijo el Mandatario- un hito en el fortalecimiento del federalismo; es una nueva oportunidad para la nación”. El único problema de esa gran hazaña de la razón y la inteligencia política es que no se ha sometido al Congreso, aunque ya se estudia cómo hacerlo. No se presentaron las conclusiones, pero ya se presentaron los presupuestos de egresos e ingresos del año entrante que muy poco tienen qué ver con las conclusiones de la Convención.
Peor todavía, se ha comenzado a desarticular, a deshojar, a desatar los históricos acuerdos y, en el colmo del absurdo, la simplificación fiscal está a punto de convertirse en la nueva complicación fiscal de la República.
No está claro si algo de esto ha oído la élite política.
*** Igual ocurre con las elecciones estatales, los partidos políticos no han visto o no han oído lo que está ocurriendo. En cada una de ellas, las formaciones políticas crujen entre implosiones y explosiones.
Salvo en Durango y Zacatecas, en el resto de las entidades los comicios han dejado ver cómo los partidos no están logrando cumplir cabalmente con su función. En Aguascalientes, el candidato original priista renunció a la campaña, aduciendo actos de traición por parte de la dirección nacional de su partido, cargándole la mano a Elba Esther Gordillo. En Oaxaca, la violencia tuvo espacio y hasta muertos dejó. El proceso electoral en Veracruz, lejos está de haber concluido. Y ya, desde ahora, Tlaxcala está dejando ver la crisis en que coloca al perredismo y Tamaulipas los problemas que acarrea.
La cultura del voto está dejando ver que no acaba de instaurarse plenamente y, en la escala federal, la autoridad electoral deja ver problemas en su consolidación. Tampoco se toma nota de esto y, así, entre precipitaciones y desbocamientos se avanza a la elección presidencial. Acción Nacional encabeza el desorden.
*** Si ese afán de hablar y hablar sin oír lo que ellos mismos dicen vulnera el derecho de audiencia, peor resulta la sordera frente a otros factores poder y otros actores políticos que, de un modo o de otro, de buena o mala manera, están advirtiendo de la crisis que se puede venir encima.
La Iglesia, a través de la Pastoral Social, criticó duramente hace unos días la política laboral del Gobierno; en particular, se refirió a los términos de la Reforma de las Pensiones del Seguro Social, pero su dicho quedó en el aire, no fue escuchado por el Gobierno. Igualmente, un grupo de empresarios, algunos de ellos delante del propio presidente Vicente Fox, criticaron cómo de la popularidad se ha hecho un fin y no un medio; con todas sus letras, censuraron la popularidad estéril, pero su voz parece no haber sido escuchada.
Los sindicatos, particularmente los de la Unión Nacional de Trabajadores, han manifestado de las más diversas maneras sus propuestas y malestares y tampoco reciben una respuesta. Líderes de opinión, destacadamente el cardenal Norberto Rivera, el rector Juan Ramón de la Fuente, el empresario Carlos Slim, una y otra vez han hablado de la necesidad de distender la atmósfera política, pero... lo mismo.
Otras voces mucho más roncas y violentas todavía han comenzado también a expresarse. Con voz de fuego criminal y, ahora, hasta en desplegados, el narco está dejando sentirse. Con amenazas y actos que, por lo pronto, quedan al nivel de la propaganda violenta, algunos grupos armados también están levantando el tono de sus reclamos, haciendo sentir que el recurso de la violencia es otra manera de hacerse oír.
*** Hablan y hablan los políticos sin escucharse entre sí. Hablan y hablan sin escuchar las voces que reclaman mantener la política en el carril de las instituciones, en el canal de la civilidad. Hablan y hablan sin ver ni escuchar las acciones de los grupos radicales que, en la ceguera y la sordera, reivindican la violencia como un recurso para hacerse sentir.
Si tiempo atrás había certeza de la miopía de la clase política, inquieta que ahora pierda el oído y sienta que el derecho de audiencia, lejos de ser una garantía individual, es patrimonio exclusivo de ella. No es una garantía constitucional para los gobernados, es un privilegio de los gobernantes. En su lógica, el derecho de audiencia es para hacerse oír, no para escuchar a la población.
Han perdido la vista, han perdido el oído y, por lo que se ve, han perdido el sentido común. ¿Recuperarán los sentidos, el sentido?