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Sobreaviso/Un caso de hechicería

Gilberto Serna

Acaba de poner el dedo en la llaga el presidente de la Asociación de Industriales de Naucalpan, Raúl Enrique Romo, que en desplegado de casi una plana entera en el influyente diario La Nación, editado en Argentina, dirigido al presidente Vicente Fox, le reclama al Gobierno mexicano que era hora de que los responsables de la seguridad y la procuración de justicia en México, por vergüenza, hubieran renunciado, como la mejor respuesta a la movilización de la sociedad civil contra la delincuencia efectuada el pasado 27 de junio. Ese día habitantes de la Ciudad de México, agobiados por la inseguridad que priva en esa megalópolis, marcharon para, al llegar al zócalo, cubrir su plancha de concreto de familias que al unísono gritaron con su sola presencia ¡ya basta!

El empresario mexiquense puede esperar las renuncias sentado, porque parado se va a cansar. Lo que indica que los integrantes del Gabinete no conocen la vergüenza ni de oídas o que la alta burocracia no suelta la nómina si no es mediante una patada en salva sea la parte. Le está pidiendo peras al olmo y asume, en su dulce credulidad, que la luna es de queso. Aunque cabe considerar que sabía claramente que no iba a conseguir ese loable propósito, ya que sería ingenuo pensar que, a su solo llamado, los encargados de la seguridad pública sacarían sus bártulos y con la mirada puesta en el suelo, con paso vacilante, procederían a abandonar sus cómodas oficinas. Lo que si debió tener en mente es que levantaría espesa polvareda, de tal magnitud que aun los ciegos la están viendo.

En cualquier país del mundo la marcha, a que se refiere la inserción del industrial, que congregó a cientos de miles de manifestantes, hubiera producido, dice, una conmoción en las oficinas públicas que hubiera dado lugar a que los responsables de dar seguridad a los capitalinos a querer o no hubieran corrido con sus superiores a entregar sus cartas renuncias. En México han transcurrido varias semanas sin que ninguno de los funcionarios se haya dado por aludido. Tienen la seguridad que no hay de otra que dar bolita, haciendo como que hacen, esperando que a la sociedad civil encorajinada e ilusa, se le pase la ventolera de que las cosas pueden ser de manera diferente.

He dejado para lo último el encontrar la razón por la que en un tuteo irrespetuoso, si es que no son amigos cercanos, el ciudadano se haya tomado la molestia de redactar un pliego furibundo que puede tener como origen la irritación popular, esperando que nuestro Presidente que se encontraba en la tierra de los tangos, quizá comiendo un sabroso churrasco, se creciera al castigo como los toros de casta, al ser exhibido chapuceramente como un hombre sin energía para conducir el destino de los mexicanos. La idea ciertamente chusca con la que se redacta la publicación que comento, pidiéndole a Vicente Fox que despierte por que en México ya amaneció, parece que no coincide con la realidad. Al ver la foto de primera plana de un diario editado en la ciudad de México, donde aparece la imagen del Presidente Fox, en el asiento trasero de un automóvil, besando en la boca a su pareja, durante su periplo de la semana anterior, los enterados aseguran que el industrial se equivoca ya que el ilustre guanajuatense no está dormido, en cuyo caso le bastaría despabilarse para poner todos sus sentidos en orden, si no que se trata de hechicería, en que su voluntad se encuentra doblegada.

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