AGENCIAS
KINSHASA, CONGO.- Un grupo de miembros de la guardia presidencial de Joseph Kabila intentó la madrugada de ayer derrocar al Gobierno de unidad nacional de la República Democrática de Congo (RDC), pero la asonada fue rápidamente sofocada y sus protagonistas detenidos, sin embargo se puso en evidencia la fragilidad del RDC en el que están integrados los antiguos rebeldes.
El mayor Eric Lenge, responsable de la unidad de comandos de la guardia presidencial del jefe de Estado congoleño, Joseph Kabila, se apoderó en las primeras horas de la madrugada de ayer de la emisora estatal de radio en Kinshasa y reclamó el derrocamiento del Gobierno. El intento de golpe se produce apenas una semana después de la reciente sublevación en Bukavu, en el este del país.
Aunque no mencionó a Kabila, Lenge denunció a la Administración por haber permitido que militares sublevados, procedentes del antiguo movimiento rebelde Agrupación Congoleña para la Democracia (ACD), capturasen Bukavu la semana pasada.
La ACD, compuesta por miembros de la etnia banyamulegue (tutsis congoleños), está representada en el actual Gobierno por su líder, Azarías Ruberwa, quien es uno de los cuatro vicepresidentes de Kabila, por el ministro de Defensa, Jean-Pierre Ondekhane, y por varias personas más como ministros o viceministros.
En su arenga, Lenge dijo que él mismo se iba a hacer cargo del Gobierno ya que “el proceso de transición no tiene futuro” y “el Gabinete actual no funciona”. El militar sublevado, quien aseveró que sus seguidores estaban en toda la RDC, instó a sus colegas del Ejército a “no resistir para evitar que la ciudad (Kinshasa) y el resto del país se conviertan en un campo de batalla”.
Tras varias horas de incertidumbre, exacerbada por un apagón general en toda Kinshasa provocado por las fuerzas de Lenge y disparos de armas pesadas en las proximidades de la residencia presidencial, el Gobierno anunció que la asonada había sido sofocada y sus protagonistas, incluido su líder, detenidos.
Dos horas después de que el ministro de Información, Vital Kamerhe, asegurara que el mayor Lenge había sido arrestado y estaba detenido en la sede del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, volvían a escucharse disparos de cañones y de armas ligeras.
La caótica situación se aclaró un tanto cuando Kabila, vestido en uniforme de faena de general del Ejército, se dirigió a mediodía a la nación por la cadena pública de radio y televisión.
“Las instituciones de la República siguen en su sitio, el propio Presidente está en su sitio”, dijo Kabila, quien, si bien pidió a la población que mantuviera la calma, advirtió también que debía “prepararse a resistir”,
“No permitiré que nadie trate de dar un golpe de Estado o desviar de su curso nuestro proceso de paz”, aseguró.
Kabila desmintió las informaciones anteriores de que Lenge había sido capturado cuando explicó que “las fuerzas de seguridad y el Ejército están persiguiendo al mayor”.
En cumplimiento de los acuerdos para poner fin a la sangrienta guerra civil que estalló en 1998, Joseph Kabila fue obligado hace un año a formar un Gobierno en que el poder está repartido entre sus leales, los ex rebeldes de varias regiones y facciones y la antigua oposición política.
Kabila, quien ha propuesto ampliar su guardia presidencial de los tres mil o cuatro mil efectivos actuales a unos 15 mil, también tuvo que integrar a los ex rebeldes en el nuevo “Ejército unificado”.
Poco después de la alocución de Kabila, el portavoz gubernamental Kudura Kasongo dijo a los periodistas que Lenge había conseguido escapar de Kinshasa con un grupo de sus seguidores.
“Lenge se encamina hacia la provincia de Bajo Congo (sudoeste) y está acompañado de 21 hombres bien armados”, según Kasongo, quien explicó que tropas del Ejército, apoyadas por un helicóptero, “lo están persiguiendo”.
La intentona de Lenge se produce dos días después de que las tropas gubernamentales recuperaran la ciudad de Bukavu, capital de la provincia oriental de Kivu Sur, en la frontera con la vecina Ruanda, después de que se retiraran de allí las últimas tropas banyamulenges sublevadas desde el 26 de mayo pasado.
La caída de Bukavu, el pasado día dos, produjo amplia indignación, reflejada en violentas manifestaciones de protesta contra las fuerzas de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y también contra el Gobierno de transición.
Las fuerzas de paz de la ONU, la Misión de la ONU en Congo (MONUC), tuvieron que defender su cuartel principal en Kinshasa con sus armas de fuego y murieron a menos dos asaltantes, de una muchedumbre que intentó entrar en el recinto a la fuerza.
La indignación se debió a que ni los “cascos azules” de la MONUC, principalmente uruguayos, ni las fuerzas leales al Gobierno, se opusieron resistencia a la toma de Bukavu por dos oficiales procedentes de la ACD, el coronel Jules Mutebusi, al frente de varios cientos de soldados y el general de brigada Laurent Nkunda, al mando de una unidad de cuatro mil.
Nkunda se retiró de Bukavu el lunes pasado con sus tropas y dos días más tarde Mutebusi y su soldados tuvieron que huir a la vecina Ruanda ante el avance de tropas leales y la confiscación de sus armas por los efectivos de la MONUC.
Kabila acusó a Ruanda de estar detrás de la sublevación, que ocasionó temores de una nueva guerra entre el RDC y su vecino al este, cuyo Gobierno está dominado por los tutsis y que ha estado estrechamente vinculado con el ACD y con los banyamulengues en general.
La Unión Europea se ha planteado el envío de una fuerza especial de paz a Bukavu, en una operación parecida a la que se hice el año pasado en Bunia, a unos doscientos kilómetros al norte, para hacer frente a un conflicto inter-étnico.