EL SIGLO DE TORREÓN
SAN PEDRO, COAH.- José Cruz Pérez Silva tiene aproximadamente cuatro años que no se aplica heroína, luego que mantuviera este vicio durante tres años. Sus constantes viajes “al otro lado” provocaron que conociera gente que ahora no quiere volver a ver.
Era el mes de mayo de 1999 en la mañana. José transitaba por una de las calles de la colonia Emiliano Zapata de San Pedro. Se dirigía a su casa. Consigo cargaba cuatro dosis de heroína para su consumo, sin embargo, nunca llegó a su hogar.
Policías de la Estatal, Preventiva y Ministerial, lo detuvieron luego de encontrarle entre la ropa droga. El operativo que las autoridades realizaron de manera conjunta resultó positivo. Su delito: daños contra la salud y posesión de droga.
José no vendía grandes cantidades, compraba sus dosis y si le sobraba alguna la ofrecía a las personas que se la pedían. “Cuando me agarraron yo venía de comprarla y sólo para mi consumo”. Esta acción originó que un juez le dictara una sentencia de siete años y medio, que debía cumplir en el Centro de Readaptación Social (Cereso) de Torreón.
Dos años antes de su detención, José visitó Estados Unidos de nueva cuenta, sus labores se concentraban en los “she rock”, un trabajo de techos para casas. En ese tiempo conoció a una persona de San Luis Potosí, quien le ofreció el estupefaciente.
“Allá me empecé a enviciar pero todo empezó por curiosidad y ya no lo pude dejar; cuando llego a San Pedro busco quién me venda y lo logré”. Sin embargo, su estancia en el Cereso le causó tristeza y arrepentimiento. Pronto colaboró en las diversas actividades del Centro para obtener algún beneficio de preliberación.
Dentro de la cárcel, José mantenía en pulcritud la pequeña capilla que se encuentra en ésta. Los hermanos que la visitaban aconsejaron a José y “con la ayuda de Dios y ellos” logró de manera paulatina dejar las drogas.
En febrero de 2004 finalmente José logró su libertad. Ahora tiene el compromiso de acudir cada ocho días al Cereso de Torreón a firmar durante dos años y medio que le restaban en prisión. Además cada mes envía una carta a la Ciudad de México para informar a la Secretaría de Ejecuciones y Sentencias sus actuales labores.
“Yo despacho una miscelánea que tenemos en nuestra casa, pero a mi esposa la acaban de detener por el mismo delito por el que me encarcelaron a mí. Ella no tiene la culpa, ella no vende droga ni consume, no sé por qué lo hicieron”.
Ahora, José tiene que cuidar de sus cuatro hijos. Cada vez que visita el Cereso para firmar, aprovecha la ocasión para ver a su esposa. José percibe que algunos policías “están sobre de mí por mi pasado, pero yo ya dejé todo eso y si no me creen, pregúnteles a los vecinos”.
Hoy el mensaje que José manda a la juventud es abstenerse de probar las drogas. “Yo estoy dispuesto a no volver a eso, no quiero saber nada de lo que alguna vez me hizo daño. Quiero que el caso de mi esposa se solucione para que me ayude a cuidar de nuestros hijos”.