El Siglo de Torreón
Gómez Palacio, Dgo.- Norma García atendió infinidad de accidentes viales durante 15 años como socorrista. El destino no le permitió salvar de la muerte a sus tres hijos. El tiempo pasó y la joven madre se reconfortó en Cristo. Hoy tres cruces señalan el lugar donde perdió a sus “estrellas”, colocadas como una señal de alerta, la familia García espera que el mensaje de peligro trascienda.
Armando, Jessica y Cinthia de cinco, ocho y once años fallecieron la tarde del 16 de abril de 2004. El taxi en que viajaban con su madre, fue embestido por una camioneta de lujo, en el crucero de la carretera a Ciudad Juárez y la calle Niños Héroes. Norma permaneció inconsciente durante 20 minutos y como dice, no le tocaba acompañar a sus hijos.
“Desde los 15 años hasta que dejé la Cruz Roja, logré ver muchos accidentes, infinidad, vi a hombres que terminando alguien de matar a su hijo, llegaban y abrazaban al responsable, en ese instante, el sujeto decía: ‘No me abrace, pégueme hágame otra cosa’. Ahí conocía el amor de Dios, a Él se le conoce cuando se vive el dolor humano” dice Norma.
Tres meses y medio después de la tragedia, Norma tiene otro semblante, ya abandonó la silla de ruedas y el collarín; en su rostro, desde el ojo izquierdo hasta la nariz, está la cicatriz que dejó el choque. “Yo entiendo, los accidentes pasan, con esos e lidiado toda mi vida. A cualquiera le pueden pasar, pero sólo con Cristo se puede reconfortar”.
Norma y su esposo, el doctor Armando García viven en la calle Dalias 304, de la colonia Solidaridad. El frente de su casa es delimitado por una serie de maderas sujetas con alambres. En la banqueta, el cascajo permanece desde la última vez que se edificó un cuarto. El único cuarto completo donde habitaba toda la familia.
El día del accidente, Norma salió con sus hijos de casa y frente al super La Lluvia tomó el taxi marca Tsuru Nissan, modelo 2001 con placas de circulación 8649-DYB, número económico 126 de la base Benito Juárez, conducido por Jesús de la Paz Cortés. El auto debería tomar la calle Dalias, llegar a la avenida Niños Héroes, doblar a la izquierda sobre la carretera a Ciudad Juárez y llegar al Periférico, en la Soriana Hamburgo, donde esperaba los Armando García.
Hoy, el doctor y su esposa tienen que pasar a diario frente a las tres cruces, la tragedia tiene otro enfoque. “Al pasar, pienso, me persigno, bueno no me santiguo y paso no como un momento trágico, porque si se quedara uno en el momento trágico, pues estaría uno mal psicológicamente, lo veo como algo que pasó y coincidido que ahí quedaron mis hijos”, revela Norma con una voz tranquila.
Velando el sueño
En la casa de la familia García, en el cuarto principal se encuentra la recámara “queen size” sostenida con bloques; en medio, un delgado comedor; a un costado una cómoda, la mitad de un trinchador, enfrente un sofá cama y un peinador invadido de ropa, papeles, pinturas y cuadros.
En la pared que da con la imaginaria cabecera de la cama, llaman la atención tres figuras hechas a lápiz, al acercarse, la siluetas son más claras, Armando, Jessica y Cinthia están ahí, sonriendo, velando el sueño de sus padres.
“Fue el diez de mayo, me trajeron mariachi, los niños se aparecieron, yo me estremecí”, dice Norma. “Había llovido y la humedad dejó unas gotitas, le agarré forma y en menos de diez minutos dibujé las caritas”, comenta el doctor García, y agrega que fue entonces cuando volvió a tomar el lápiz de dibujo, afición que desempeñaba en su juventud y que había abandonado hace 17 años.
Las tres caritas de sus hijos también ocupan la portada de un disco compacto, que una buena amiga de la familia les regaló, junto con una canción, compuesta con mucho amor y de un gran significado, denominada “Brillen más que nunca”.
Norma enciende la pequeña grabadora que era la preferida de Jessica y una melodía entonada por la autora, acompañada de una guitarra y con una tonada religiosa, se escucha y estremece a los presentes.
“Siempre vivirán en mi, en mí corazón aquí estarán, casa latido de mi ser, en mí respiración” dice la canción después de citar la llegada de cada uno de los niños. Al final el mensaje busca reconfortar. “Aún cero en ti, Señor Jesús, consuélame, eternamente, consuélame”.
Retorno del viaje eterno
El asado se enfría, Norma y Armando estaban almorzando cuando fueron notificados sobre la presentación de Pablo Becerra Martínez, ante el titular del Juzgado Tercero, gozando de un amparo. Las llamadas no se hicieron esperar para buscar asesoría, mientras llegaban las respuestas, Norma revela el “viaje” que hizo el día que perdió a sus hijos.
“Después del choque, estuve inconsciente, digo que 20 minutos, el tiempo que tarda la ambulancia en llegar. En ese lapso pude ver todo el accidente, pero desde arriba, veía las vacas de los establos, la gente que se acercaba, a mis hijos, pero alguien me jalaba”, dice Norma mientras se sujeta los dedos meñique y anular de la mano izquierda.
La mujer de 33 años experimentó un estado mental que pocos logran y sobreviven. Norma acepta que no sabía si estaba soñando, si estaba consciente, pero recuerda que vio los rostros de todas las personas que estaban en el lugar y que le aseguran la vieron con los ojos cerrados, la cara llena de sangre y sin poderse mover.
“Cuando llegó la ambulancia le dije a Alfredo (socorrista): Tengo fractura de cráneo, la costillas quebradas, me duele la pierna y... –Me interrumpió Alfredo y dijo: Oye Norma, yo soy el que te va atender, déjame hacer mi trabajo”.
Norma estaba en el pavimento ardiendo y empezó a sentir dolor. Su atención estaba centrada en la sirena de la ambulancia que se retiraba. “Alguien está más delicado que yo, por eso se lo llevan”, pensó Norma y efectivamente, la Cruz Roja se llevaba a la pequeña Jessica que falleció tres horas después.
Esperando a la justicia
Después del accidente, la primera movilización obligada de la familia García, se encaminó a mejorar las medidas de seguridad en el crucero donde murieron sus hijos. Para exigir la colocación de bordos, moderadores de velocidad, señalamientos, y ajustes en los tiempos del semáforo, cerca de 200 personas bloquearon la carretera a Ciudad Juárez, a la altura de la entrada al Cereso.
La respuesta fue casi inmediata y una cuadrilla de Obras Públicas se daba a la tarea de colocar bordos sobre la avenida Niños Héroes (acceso al Cereso) y tenían la instrucción de colocar moderadores de velocidad sobre la carretera, misma que se encuentra en jurisdicción municipal. Al final también se amplió el tiempo del la luz verde del semáforo.
“Ya perdí a mis tres hijos, lo aguanto sólo por mi esposa, sino ya no estaría aquí. Pedimos que se atienda el crucero para que no pasen más tragedias”, dijo Armando García, cuando encabezaba la manifestación el 19 de abril del presente.
La pasividad de las autoridades molestó a la familia y vecinos. El 28 de abril mediante una airada manifestación de casi un centenar de personas (que incluyó el cierre de las oficinas de la Subprocuraduría de Justicia), Armando y Norma García obtuvieron una respuesta de la compañía aseguradora del inculpado, Pablo Becerra Martínez , sobre quien ya existía una orden de aprehensión en su contra.
Los ánimos estaban calientes, la demora de la justicia era desquiciante. Para el doctor García, había un cambio de versiones en la averiguación previa. “Necesitamos ponernos de acuerdo, sobre la averiguación que hizo, no se investigó quienes lo ayudaron (al inculpado), hay un testigo muy bueno, el de la venta de cerveza, él se esta contradiciendo en todo, ése cuate esta vendido” dijo.
Para todos los involucrados era casi reconocido que el presunto responsable del accidente había abandonado el país y que pasado un tiempo se presentaría amparado ante la autoridad judicial. El lunes dos de agosto Becerra Martínez rindió su declaración en el Juzgado Tercero.
Atrás el dolor
Más que el pesar por la pérdida de sus tres hijos, Norma dice que fue herida con la declaración de Ismael Ramos Romo de 32 años, encargado de un expendio de cerveza ubicado frente al lugar del fatal accidente. El hombre sostiene que Norma y sus niños tomaron el taxi sobre la carretera a Ciudad Juárez y el conductor iba a dar una vuelta en “U”, y se atravesó al paso de la camioneta Toyota 2004.
También dice Norma que el otro dolor se lo causó el subprocurador de Justicia, Joaquín Saucedo Flores al decir durante una entrevista que “las penas con pan son menos”. En su momento, el funcionario estatal dijo que el comentario obedecía a otra situación respecto a la reforma del Código Penal y se disculpó con la señora por cualquier mal entendido.
“Si a mi me preguntaran si quiero el dinero, yo preferiría tener a mis hijos aquí. Estoy diabética, ¿Usted considera que puedo tener un hijo si traigo mi azúcar arriba de 300?. No se va poder tener otro, aunque este a buena edad, buena condición, es arriesgado, que una criatura tenga la misma enfermedad y peor desde chiquito.
La mujer que hace casi cuatro meses perdió a sus hijos está tranquila, la fortaleza de su fe en Dios la mantiene, pero como ser humano siente: “Ahorita, a los tres minutos que me pongo hacer algo, me llaman, que tengo que ir al Cereso. Va uno y luego: ahorita lo atiendo, horas pasan, sin almorzar, sin comer y ahorita lo atiendo. Caminar al Cereso no es agradable, menos el tiempo que dura uno ahí”.
Al final Norma resume: “La realidad es esta. Yo quiero cerrar un círculo en mi vida. Como todos deseamos darle vuelta a la siguiente página, ver para donde va ir mi vida. Ir a otro lado (el Juzgado), eso va retrasando la vida y no lo deja a uno circular , ir hacia delante, a otro rumbo mejor”.