Los encuentros con la muerte forman parte de la profesión
EL SIGLO DE TORREÓN
GÓMEZ PALACIO, DGO.- Manuel Sida Gandarilla y Francisco Javier Méndez Goitia, llevan 27 años en Los Ángeles Verdes. Ellos saben que un “ángel” en el camino siempre reconforta a los conductores, más cuando no saben cambiar una llanta y no tienen conocimientos de mecánica.
Ambos son reconocidos por sus compañeros, por su dedicación al frente de cada encomienda. Una labor que han sabido realizar con calidad y responsabilidad, pese a las vicisitudes de la vida.
Manuel platica que es de Nuevo Ideal, Durango y llegó a esta ciudad en 1967 donde a los dos años se casó con Bertha Martínez, con quien procreó cinco hijos. A Los Ángeles Verdes ingresó en 1978. En 1973 manejaba un camión escolar en una preparatoria técnica en la ciudad de Lerdo donde llevaba a los alumnos a los llamados viajes de estudio. Debido a un problema interno en la institución, tuvo que salir de ahí. De hecho el director de este plantel lo ayudó a incorporarse a la agrupación.
Un rescatista del camino debe tener conocimientos de mecánica, aunque no se haya dedicado a eso. Él manifiesta que este oficio siempre le gustó y en forma empírica lo aprendió “arreglando los camiones de Los Menonitas que vivían en mi pueblo”.
Relata que antes de integrarse a este grupo de rescate, había un vecino que era un “ángel del camino”. Él le platicaba lo que ahí hacía y su curiosidad fue en aumento. “Tenía mucha tentación de conocer lo que ahí hacían, pero finalmente pude vivirlo en carne propia”.
A Manuel le satisface ayudar a la gente y dice con orgullo que muchas personas han sido rescatadas por él. Ellos también tienen los conocimientos básicos de los primeros auxilios que les han permitido salvar la vida de cientos de seres humanos... menos la de su hija.
Con los ojos ensombrecidos por la tristeza, relata que hace como dos años su hija murió a causa de un tumor cerebral por un golpe en la cabeza cuando fue víctima de un accidente en el que viajaba también su esposa.
Como es lógico, la muerte de su hija no la ha podido superar. Ella se llamaba Claudia Francisca Sida Martínez y tenía 23 años. Era soltera y recién había terminado la Licenciatura en Educación Especial.
Luego del percance y cuando se empezó a manifestar el inicio de la enfermedad, fue intervenida quirúrgicamente. Poco a poco ella empezó a perder los sentidos.
“Siempre estuvimos cerca de ella y yo me sentía impotente, porque con mis pocos conocimientos médicos, no la pude ayudar y finalmente murió”, dice con tono de pesar.
Al igual que sus compañeros, ha vivenciado muchas situaciones favorables y desfavorables. “Al llegar uno al lugar de algún evento y si se trata de una descompostura, uno arregla la unidad hasta hacerla andar. Los encaminamos a donde puedan proporcionarles un servicio de mecánica más amplio y profesional para que continúen con bien su camino”.
Comenta que hay veces en que la gente se pone histérica ante un problema. De esta manera la hacen de psicólogos, sobre todo si la persona que perdió los estribos es un adulto. Relata que en una ocasión el camión que transportaba a unos niños, se descompuso. Ya era casi de noche, cuando llegaron Los Ángeles Verdes y de inmediato se percataron que la maestra estaba al borde de la histeria.
“Esto hizo que las niñas se inquietaran y tuve que calmar a la maestra casi de un grito, pues no estaba ayudando en nada a la situación”.
De todo un poco
Francisco Javier Méndez Goitia entró al grupo de rescate el primero de septiembre de 1977. Es el orgulloso padre de dos jóvenes, Jazmín Méndez Ortega y Francisco Javier Méndez Ortega, que procreó con Esther Ortega Talavera, quien es maestra pensionada.
Él relata que su tío, Manuel Ramírez López, era el jefe de servicios de Los Ángeles Verdes. Fue también en 1977 cuando viajó con él a la ciudad de México a los cursos de preparación. En esa ocasión también lo acompañó Manuel Sida Gandarilla -ambos son los que tienen más años de servicio en la agrupación-.
Francisco Javier relata que los conocimientos de mecánica los adquirió al lado de su padre, Francisco Méndez Ramírez, quien tenía autobuses de pasajeros que corrían de Torreón hacia La Loma por Ciudad Juárez. Cuando se descomponían las unidades, “echábamos mecánica”.
Pasados los años, su papá se retiró y dejó a todos sus hijos los camiones para que continuaran con el negocio. La competencia creció y ya no era costeable sostener la pequeña empresa. “Se vendió todo”, comenta.
Antes que esto sucediera, Francisco Javier ya formaba parte del grupo de rescatistas. En aquel entonces, él y su padre aprovechaban la época de la pizca de algodón y tomate para llevar el cine ambulante a ejidos como La Loma, San Jacinto y Juan E. García. “Nos fue muy bien, porque antes esa temporada era como una fiesta, pero cuando llegó la televisión, también se acabó el negocio”.
Lleva 27 años de servicio que le han dado muchas satisfacciones. “Primero porque uno se desempeña en lo que le gusta, que es el ayudar a la gente”.
Explica que el auxilio que proporcionan es para que los conductores puedan reiniciar su recorrido hacia el taller mecánico más cercano al lugar donde se presentó la avería, con la finalidad de que la falla sea arreglada y así puedan continuar su camino.
Durante los 365 días sus compañeros y él trabajan arduamente. Pero en los períodos vacacionales se incrementa la actividad a través de los operativos de vigilancia en caminos que corresponden a su jurisdicción. Antes, la experiencia de estos rescatistas del camino y su voluntad de servir constituían sus principales herramientas, ahora se suma la llegada de la tecnología.
“La Secretaría de Turismo nos proporcionó un scanner que sirve para detectar con exactitud posibles fallas en los sensores del sistema eléctrico de los vehículos así como un multímetro que permite medir el voltaje de la unidad descompuesta”.
De esta manera Francisco Javier y sus compañeros apoyan a los automovilistas cuando sus unidades presentan fallas. “Si todo queda en problemas mecánicos, ni hablar, pero cuando a esto se suman situaciones graves, lo lamentamos mucho”.
Como la que le tocó vivenciar hace 15 años: Una mujer de origen chileno tuvo un accidente automovilístico. Con ella viajaban sus dos hijas, una de nueve años y otra de 12. En el lugar murieron la madre y la niña más pequeña.
“Cuando llegué la muchachita estaba abrazando a su madre y hermana, toda su ropa estaba llena de sangre”, Francisco Javier recuerda aquella escena con tristeza. Se trajo a la niña y luego de las averiguaciones pertinentes dieron con el padre. Él vivía en Los Ángeles, California y cuando se le notificó del accidente, a la menor brevedad posible vino a recoger a su hija y a tramitar el traslado de los cuerpos.
Francisco Javier opina que han vivido muchas cosas, pero la satisfacción que les queda es la de poder ayudar al prójimo.