Los tacones altos no permiten el trabajo del músculo tríceps, lo cual impide una buena circulación de retorno.
MEXICO, D.F.- A través del tiempo, los tacones han sido asociados a la feminidad, la sexualidad y la elegancia porque realzan la figura, alargan las piernas y, en general, resaltan la belleza de la mujer.
Sin embargo, para muchas aunque proporcionan una figura estilizada, los tacones a la larga traen más perjuicios que beneficios.
Los expertos recomiendan utilizar como máximo aquellos que tengan dos centímetros y medio de alto.
De ahí surge la pregunta de ¿qué es más importante, estar a la moda o cuidar la salud de tus pies? En pos de la belleza, las mujeres han sacrificado su bienestar físico con tal de lucir espectaculares, y los zapatos son clara muestra de ello.
Tal parece que los hacedores de calzado no han tomado en cuenta los consejos de los expertos en cuidados del pie y ortopedistas, porque los diseños son opuestos a las recomendaciones.
Los nuevos estilos de zapatos femeninos son un sueño de la moda: correas delicadas, arcos finos, puntas terminadas en pico, flores en medio de los dedos y talones que se elevan muy altos.
Predominan los enormes tacones que estilizan la figura, pero que a la larga pueden provocar deformidades y lesiones.
Origen y modalidades. Ligados a la Iglesia, en el Renacimiento se inventaron los tacos -antecedentes del tacón-, consistentes en una cuña de un par de centímetros en el talón del zapato, lo cual hacia ver a la persona un poco más alta de su porte real.
Esta modalidad del calzado pronto se generalizó en la alta sociedad de los reinados europeos. En el siglo XX el tacón ya tenía variantes de más de siete centímetros que se conocieron como tacones altos.
Medida ideal
El podólogo Jorge Alfredo Miranda Cid del Prado, señala que la medida ideal para utilizar tacones es de una pulgada, es decir aproximadamente dos centímetros y medio, ya que con esta medida se puede distribuir el peso de manera adecuada, es decir 50% en el talón y el otro 50% en el antepie.
El experto señala que a la hora de comprar calzado debemos tomar en cuenta qué tipo de pie se tiene, pues existen tres formas: el egipcio, el griego y el cuadrado.
El pie egipcio es aquel donde el dedo gordo es más grande que todos los demás. A las personas con este tipo de pies se les recomienda el uso de zapatos de horma amplia y punta redonda.
El pie griego se caracteriza porque el dedo gordo es más chico que el segundo, en cuyo caso lo indicado es el uso de zapato de horma alargada y amplia.
Pie cuadrado, en el que el dedo gordo está a la altura de los demás. Para estos casos lo conveniente es la horma alargada de punta semirredonda; aquí hay que evitar caer en el uso de zapatos holgados, porque favorecen que la estructura del pie se disperse y se abra más.
En Latinoamérica, señala el médico, predomina el pie cuadrado, por lo que se recomiendan los zapatos de punta redonda. Además, explica, la longitud debe tomarse con medio o un centímetro de más para que el pie tenga espacio suficiente y no se provoquen callosidades.
En opinión de los expertos, los tacones pueden causar más daño que beneficio, puesto que, cuando caminamos los músculos de la pierna se contraen y relajan rítmicamente, produciendo un efecto de bombeo y masaje sobre la circulación venosa de retorno al corazón. De esta manera se facilita la vuelta de la sangre, estimulando la velocidad del flujo, según las mayores necesidades que la marcha requiere.
Los tacones altos no permiten el trabajo del músculo tríceps, lo cual impide una buena circulación de retorno, que con la caminata significará una acumulación excesiva de sangre en las piernas que puede provocar, en las personas con menor calidad vascular, hinchazones y dolores.
Pese a que no se trata de satanizar el uso de los zapatos con tacones altos, es recomendable que los utilices por periodos cortos y en ocasiones especiales, no sacrificando bienestar.
Por ello, la próxima vez que acuda a la zapatería debe tomar en cuenta las características específicas de sus pies y, con base en ello, eligir los adecuados.
Fuentes: Doctor José Luis Sánchez Mejía, ortopedista y traumatólogo, y Jorge Alfredo Miranda Cid del Prado, podólogo.