Los pandilleros exigían, entre otras cosas, el traslado de sus compañeros que están en el penal de Zacatecoluca.
24 de septiembre 2004.
SAN SALVADOR (AP).- Las autoridades dieron el viernes como concluido un amotinamiento de pandilleros en dos penales en el interior del país, luego de prometer que atenderán sus demandas.
De manera simultáneamente, unos 800 pandilleros de la banda Mara-18, apoyados por unos 100 familiares y amigos, se apoderaron la tarde del jueves de los penales de Chalatenango y Cojutepeque.
La calma retornó el viernes luego de las negociaciones entre las autoridades y los amotinados.
"Lo que exigían, entre otras cosas, era el traslado de sus compañeros que están en el penal de Zacatecoluca. Tienen temor y terror por Zacatecoluca", dijo a periodistas la procuradora para la defensa de los derechos humanos, Beatrice de Carrillo, luego de participar en la negociación.
Los presos exigían que otro grupo de la Mara-18 que guarda prisión en el penal de Zacatecoluca, a 45 kilómetros al sureste de la capital, sean enviados cárceles de Cojutepeque y Chalatenango.
"Otra cosa (demanda) es sobre los procedimiento de captura que ellos consideran ilegales", agregó el obispo auxiliar de San Salvador, monseñor Gregorio Rosa Chávez.
De Carrillo y Rosa Chávez participaron como negociadores a petición de los amotinados.
Los pandilleros expresaron su rechazo al denominado plan Súper Mano Dura, impulsado por el gobierno del presidente Tony Saca, que busca llevar a la cárcel a los miembros de las pandillas, conocidas como maras, aunque también les ha ofrecido "una mano amiga" a quienes quieran dejar estos grupos.
La sobrepoblación y las condiciones de los penales, es otra de las quejas de los reclusos.
"Sus planteamientos eran estrictamente políticos", agregó el director general de Centros Penales, Rodolfo Garay.
Según las informaciones, la revuelta fue dirigida desde Chalatenango por Carlos Ernesto Mujica Lechuga, conocido como "El viejo Lin", señalado como el líder nacional de la M-18, acusado de múltiples delitos.
El plan Súper Mano Dura entró en vigencia el 30 de agosto y pretende desarticular a más de 10.000 pandilleros organizados en grupos denominados "clicas", en todo el país.
En el penal de Cojutepeque, a unos 30 kilómetros al este de la capital, los mareros fueron acompañados unas 60 mujeres, tres menores y seis hombres, todos familiares o amigos. La policía se limitó a dar seguridad en los alrededores del penal y no se registraron disturbios.
En la prisión de Chalatenango, a unos 50 kilómetros al norte de la capital, fueron acompañados por unos 40 visitantes en su mayoría mujeres.
El sacerdote Luis Alonso Menjivar que ofició una misa en el recinto se quedó hasta que concluyó el amotinamiento.
"Yo me quedé como voluntario, todos estábamos como voluntarios", dijo el sacerdote al abandonar el penal.
"Las personas que estaban dentro nunca corrieron peligro", agregó.