Recurren los habitantes a la mendicidad que acaba convirtiéndose en un medio de vida
EFE
QUITO, ECUADOR.- Con la expresión “deme una ayudita, aunque sea en euros”, aborda en esta época decembrina un niño de ocho años a los pasajeros de los automóviles que se detienen ante un semáforo de una de las avenidas comerciales de Quito.
Ajeno con toda seguridad a las fluctuaciones de las principales divisas en los mercados financieros internacionales, ese niño, uno más de entre los miles que deambulan por las calles de la capital ecuatoriana, sin duda repetía la frase que alguien le había enseñado.
Frecuente en cualquier época del año, es sin embargo en estas fechas cuando la mendicidad se dispara en las grandes urbes, a donde llegan miles de pobres de las montañas y valles próximos con la esperanza de que la Navidad les haya ablandado el corazón de los ciudadanos, entregados al despilfarro y el consumismo.
A los niños veteranos de la pobreza sobre el asfalto se los reconoce porque son capaces de hacer peligrosas cabriolas y sencillos juegos malabares ante los vehículos detenidos en los semáforos.
Los niños de la calle “forasteros” deben conformarse, por el contrario, con practicar la más elemental de las mendicidades para tratar de arrancar algunas monedas con frases hechas como “colabóreme, no sea malito” o “deme una ayudita, sea buenito”.
La pobreza, que en Ecuador afecta en diferentes grados a las dos terceras partes de sus casi trece millones de habitantes, se ha convertido en un problema que tiende a hacerse crónico debido a que el recurso a la mendicidad acaba convirtiéndose en un medio de vida.
Al igual que en muchos otros países del mundo, en no pocos casos son los propios padres de los menores quienes los incitan a buscarse la vida en la calle o a emplearse en actividades duras y peligrosas, como la minería o el cultivo del banano, que pueden dejarles secuelas para el resto de sus vidas.
Directivos del Programa Muchacho Trabajador, que promueve el Banco Central de Ecuador, indicaron que son 800 mil los niños y adolescentes que en este país trabajan a la fuerza, lo que constituye una violación de sus derechos familiares, educativos y sociales.
El resultado es que en muchos casos “pierden el horizonte” y desertan de la escuela muy pronto, de manera que se ven expuestos a caer en la droga -casi siempre inhalación de pegamento de contacto- el vagabundeo, la mendicidad y los embarazos precoces.
Ecuador, con el 37 por ciento de la población menor de 15 años y una renta per cápita de mil 680 dólares al año, viene a ser un país “normal” en Latinoamérica.
En esta región del mundo las grandes desigualdades sociales se manifiestan a simple vista, e incluso en los fríos números estadísticos, que establecen la ecuación 30-70/70-30, de tal manera que el 70 por ciento de la riqueza está en manos del 30 por ciento de la población y el 30 por ciento restante sirve para que apenas sobreviva la gran mayoría del 70 por ciento.