Al establecimiento llegan por igual políticos que estudiantes.
Desde 1976 Juan Antonio atiende su puesto de aguas gaseosas.
GÓMEZ PALACIO, DGO.- Desde 1946 a la fecha, presidentes municipales, gobernadores, artistas y deportistas se han detenido para disfrutar una bebida refrescante en el estanquillo “Meny” de la Plaza de Armas, atendido desde 1976 por Juan Antonio Casillas Garza.
Muchos de ellos ya pasaron a mejor vida, expone el propietario de ese tabarete que con gruesa madera, construyera José Domingo, su padre, que era conocido como “Meny”. En aquel entonces, ocho establecimientos más, le hacían la competencia.
“Meny”, originario del Estado de Zacatecas, pisó tierras gomezpalatinas cuando fungía como presidente municipal Roberto Fernández, también dueño de la paletería “Nenita”.
Mientras relata la historia del estanquillo y las escenarios que ahí ha vivido, Juan Antonio -un hombre de unos 55 años y de sonrisa afable-, sin dejar de atender a su clientela y a los amigos de antaño aún fieles a su negocio, descubre el ayer y el hoy de la vida en torno a su negocio.
Por órdenes de Roberto Fernández, sólo cuatro estanquillos iban permanecer en el paseo público y el Ayuntamiento financiaría su construcción. Con esta decisión, aquellos tabaretes de madera, pasaron a ser historia. Desde 1951, ya remodelados, continúan al servicio de sus asiduos clientes.
Fue en 1976 cuando muere “Meny” a quien le sobreviven sus seis hijos, entre ellos Juan Antonio que desde esa fecha, está al frente del lugar donde se pueden encontrar la rica agua de raíz y la celix.
La rocola
Entre el estanquillo y el actual kiosco de diseño europeo –según dijeron los amigos de Juan Antonio que con notable entusiasmo participaron en la charla con El Siglo de Torreón-, “Meny”, instaló una rocola donde la juventud de aquel entonces disfrutaba la música de moda, como el rock and roll.
En este tiempo Juan Antonio formaba parte de la chaviza que eligió como punto de reunión esta área de la Plaza de Armas. Se trataba de estudiante de las desaparecidas casas educativas como la Isaac Pitman, Contable y Fiscales de la Laguna, la Gómez Palacio, Montolinía, por nombrar algunas.
Jóvenes que ahora han logrado un nombre en diferentes ámbitos como los ex alcaldes, Régulo Esquivel y Jesús Ibarra Rayas, quienes como estudiantes y luego como funcionarios, disfrutaron de las refescantes bebidas y las charlas que ahí se desarrollaban.
Octaviano Rendón Arce también fuer recordado por Juan Antonio, que entusiasmado recordó la época de su juventud. El candidato por el Partido Revolucionario Institucional, fue descrito como un estudiante serio y un joven moderado. Como estudiante, como político y ahora como aspirante al máximo puesto municipal, visitó el estanquillo “Meny”.
Eran muchachos de la clase media, que vestían bien, a la usanza de la época de los sesentas. Los estudiantes se mezclaron también con los deportistas. Recordaron al papá de Raymundo Núñez Nájera a quien le decían “El Cherokee”, quien ha sido el único gomezpalatino que ha ido a una Olimpiada en la categoría de caminata.
Juan Antonio no olvidó a Francisco Galindo Chávez, quien era médico y tenía su consultorio frente a la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. Él perteneció a un equipo de Básquetbol que representó a México y a Gómez Palacio en los Juegos Panamericanos. Fue Presidente Municipal y a él se le atribuye la construcción del Gimnasio Municipal. Carlos “El Caluca” Ríos, fue otro de los deportistas gomezpalatinos que pasaron momentos agradables en este lugar.
El actor Carlos Cardán –su verdadero nombre es Carlos López Figueroa- y su familia vivió a un lado del Edificio Durango, en lo que ahora es la Casa del Anciano. “Luis López, el padre del titular de la Dirección de Seguridad Pública Municipal, Arturo López Aguilera, también vivió ahí”.
Kiosco de Madera.
En 1970, cuando Gustavo Elizondo Villarreal estaba a cargo de la Presidencia Municipal, destruyó el kiosco de madera para hacer lo que para muchos gomezpalatinos era una fuente demasiado sencilla. Juan Antonio y compañía, recuerdan que Elizondo Villarreal renunció cuando el Gobernador de ese tiempo, le ordenó que introdujera el drenaje en todos los sectores de la ciudad. Razón por la que en aquella época, las calles gomezpalatinas eran un caos, por los pozos que se abrieron.
Gustavo Elizondo Villarreal tenía la idea de escarbar por partes, pero como no aceptó la autoridad estatal, le dejó el cargo a Jesús Ibarra Rayas quien gobernó el resto de ese período municipal.
Juan Antonio recuerda que fue Carlos Herrera Araluce, quien durante su gestión, retiró la fuente para construír el kiosco de “diseño europeo” que actualmente ahí se encuentra.
Así como por los pasillos de la Plaza de Armas deambularon estos hombres de “tan noble estirpe”, recordaron a los famosos loquitos, que a más de uno hicieron correr, como Raúl, el de la guitarra que aún vive, “Teresa la Loca”, “La Guaguina” y “Pepito Loquito”, ya finados.
Centros de diversiones
Donde ahora es el Edificio Durango, por mucho tiempo funcionó el Club Lagunero. Ahí se llevaron al cabo eventos sociales donde alcaldes, políticos y personas de sociedad disfrutaron grandes momentos.
Juan Antonio expone que ahí fueron coronadas como reinas gomezpalatinas, las hijas del presidente municipal, Ramón González Martínez, al son de la Banda de Guerra de la Escuela Isaac Pitman.
Cerca de la Plaza de Armas había por lo menos tres cines. El Palacio –según Juan Antonio y sus amigos, frecuentado más por personas de buena posición económica-, El Unión –era para la gente pobre- y el Elvira.
Antes de constituirse como cine Unión, fue un teatro de revista, por eso su interior era en forma de herradura. Se llenaba al grado de no caber “ni un alfiler”. A quienes les tocaba estar en “gallopa”, les sacaban los zapatos. Como sus pies colgaban, los de abajo con solo estirar el brazo, hacían la diablura.
“Los zapatos iban de un lado para otro”, ríe Juan Antonio al recordar el “teatro” que se armaba en ese cine. El edificio desapareció hace muchos años.
Recuerda también que había un bolero, “al que le apestaban mucho los pies”. Cuando la gente lo detectaba, todas las sillas a su alrededor quedaban vacías. Otro personaje de aquel tiempo, era Don Chencho, un señor muy obeso, “tan gordo que ocupaba doble silla”.