“Oh qué compleja red tejemos, cuando por vez primera practicamos para engañar.”
Walter Scott
los medios de comunicación y los grupos radicales de izquierda han presentado el conflicto electoral de Tlalnepantla, Morelos, como una lucha de un pueblo en contra de una imposición del PRI. Más correcto sería presentarlo como un ejemplo de cómo los viejos políticos utilizan los llamados usos y costumbres para violar la voluntad democrática de los electores.
Conrado Pacheco, quien hoy se dice presidente municipal de Tlalnepantla por usos y costumbres, siempre fue priista. En abril del 2003 se presentó a la elección por usos y costumbres para presidente municipal. Como es común en estos casos sólo había un candidato y éste era, por supuesto, priista.
En la asamblea de usos y costumbres del 11 de abril participaron poco más de 400 integrantes de esta comunidad indígena, la cual tiene una población de alrededor de 5,600 personas y un padrón electoral de 3,490. De los participantes, sólo un poco más de 30 votaron por él, a pesar de ser el único candidato; los demás prefirieron abstenerse. De acuerdo con los usos y costumbres de la comunidad, esto significaba que no se había elegido presidente municipal.
Pacheco no se inmutó y buscó la elección formal democrática del seis de julio del 2003. Ya no lo hizo en representación del PRI, partido que no lo apoyó, sino de Fuerza Ciudadana. En la votación no quedó ni en primero ni en segundo ni en tercer lugar. Tuvo que conformarse con el cuarto puesto en un grupo de 11 candidatos. De hecho, obtuvo 339 votos contra 405 de Elías Osorio, postulado por el PRI. En segundo y tercer lugares quedaron los candidatos del PAN y el Partido Verde con 402 y 397 sufragios respectivamente. Pacheco no quiso aceptar su derrota, aun cuando los resultados fueron avalados por todas las instituciones electorales pertinentes.
El 16 de noviembre Pacheco y sus simpatizantes organizaron una nueva asamblea bajo el sistema de usos y costumbres. Según ellos, en esta ocasión participaron 1,303 miembros de la comunidad, de los cuales 1,302 votaron por él y sólo uno por Elías Osorio. De esta asamblea de extraña unanimidad surge el reclamo de Pacheco de ser el legítimo presidente municipal de Tlalnepantla.
Las fuerzas de Pacheco impidieron por la fuerza que Osorio tomara posesión de la presidencia municipal. El 14 de enero del 2004 un grupo de policías del Gobierno del Estado -el Gobierno del panista Sergio Estrada Cajigal— tomaron el edificio para entregárselo a Osorio. En la acción falleció uno de los simpatizantes de Pacheco en circunstancias que aún no han sido cabalmente aclaradas.
Los grupos de izquierda que defienden el sistema de usos y costumbres —los simpatizantes del EZLN, Samuel Ruiz, los grupos radicales de la UNAM y el grupo de ejidatarios de San Salvador Atenco que se opuso a la construcción del nuevo aeropuerto de Texcoco, entre otros— se han unido en esta nueva causa para llevar al Gobierno de este empobrecido municipio indígena al ex priista Pacheco.
La verdad es que acceder a las presiones de estos grupos sería violentar la voluntad popular expresada en una elección libre, secreta y legal. Yo no sé si el priista Elías Osorio sea mejor o peor que el ex priista Conrado Pacheco. Lo que sí sé es que los habitantes de Tlalnepantla lo escogieron en un voto democrático y secreto para ser su presidente municipal mientras que a Pacheco lo relegaron al cuarto lugar. Me parece inaceptable que los usos y costumbres sean utilizados para “corregir” una decisión democrática y darle el poder al candidato que quedó en cuarto lugar en una elección.
No deja de ser interesante que el gobernador panista, Estrada Cajigal, haya enviado a la fuerza pública para defender el triunfo de un priista, cuando el propio candidato del PAN perdió por apenas tres votos. Sin embargo, así es la democracia: se puede ganar o perder por un solo voto.
Más que una batalla entre usos y costumbres y modernidad democrática, lo que estamos viendo en Tlalnepantla es la picardía de un político que piensa que puede violar una decisión democrática porque cuenta con el apoyo de grupos políticos organizados. Precisamente para evitar esos abusos los mexicanos hicimos las Reformas Electorales. Pero los grupos que apoyan a Conrado Pacheco nos demuestran que detrás de los argumentos de defender los usos y costumbres se encuentran figuras que sólo quieren es regresar a la vieja dictadura de partido.
Censura
Inquietante el reportaje de Sara Silver del Financial Times sobre el monto tan exiguo que Vamos México ha entregado a los pobres de sus programas de recaudación de fondos para la caridad. Más preocupante es el aparente intento de Marta Fox de censurar la publicación del artículo.
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