La confrontación en la transferencia del poder en el Municipio de Lerdo, entre el alcalde saliente Luis Fernando González Achem y la alcaldesa entrante Rosario Castro, implica un agravio que la ciudadanía lerdense no merece.
Lo anterior porque pese a la experiencia previa de alternancia en el ejercicio del mando, los protagonistas ofrecen un espectáculo que no se produjo, ni cuando Rosario accedió a la Presidencia Municipal por vez primera, ni en ocasión del relevo entre el panista Gerardo Katsikas Ramos y el actual edil de filiación priista.
Es la segunda vez que González Achem funge como alcalde de la otrora Ciudad Jardín y concluye su actual gestión que es posible sea la tumba política del aún alcalde, dado el desagrado generalizado de los lerdenses ante un desempeño conflictivo y estéril.
En vez de entregar la administración en forma responsable y entregar la estafeta en términos de acometer los grandes problemas de la ciudad como son el relleno sanitario, la planta tratadora de aguas y la situación financiera del Sistema de Aguas y Saneamiento, González Achem ha puesto en marcha una estrategia irresponsable, que sin duda redundará en malestar para la comunidad.
La aprobación por parte del Cabildo de numerosas licencias para la venta de bebidas embriagantes hecha al vapor y la organización de un sindicato de los trabajadores de confianza, son parte de una dinámica que pretende acotar el trabajo de la nueva Alcaldesa y su equipo de colaboradores.
Lo anterior es reprobable, porque pareciera que quienes perdieron las elecciones quisieran desquitar su frustración en el pueblo elector, mediante una especie de castigo.
Por lo que hace al caso de las licencias de alcoholes su aprobación de última hora es indebida, porque la próxima administración será la responsable de atender las necesidades de inspección y vigilancia que genere el funcionamiento de los nuevos negocios del giro indicado y de atender los reclamos de la población en torno a su eventual apertura.
Por lo que atañe a la organización y formalización del sindicato de los trabajadores de confianza, constituye una maniobra criminal porque enfrenta innecesariamente a los empleados municipales con la administración entrante, en base a la explotación de las necesidades básicas cuya satisfacción va ligada al empleo.
Es incuestionable que los trabajadores de Lerdo y de cualquiera otro Municipio sean o no de confianza, merecen respeto a sus derechos en términos de la Ley Federal del Trabajo y las disposiciones aplicables a los burócratas en el Estado de Durango. Sin embargo, es evidente que la organización del sindicato en cuestión responde a una decisión política de coyuntura, que enrarece el ambiente.
De hecho habría que cuestionar a Luis Fernando González Achem y a los miembros de su equipo que hayan concebido tan singular idea, por qué no la promovieron al inicio de su administración o por qué no la promueven en los ayuntamientos gobernados por el PRI.
Uno de los peores espectáculos que ofrece nuestra clase política a nivel nacional y desde luego Lerdo no es la excepción, se refiere a que los protagonistas exigen de sus adversarios comportamientos determinados que resultan incapaces de asumir ellos mismos.
El bochornoso espectáculo de la transición lerdense, revela un nivel de atraso que no se vio ni hace nueve años cuando Rosario accedió a la Presidencia por primera vez, ni hace tres años, en ocasión del último relevo que por cierto implicó la alternancia de un Gobierno emanado del PAN a otro priista.
Es evidente que las confrontaciones políticas que ocurren a nivel nacional, contaminan los ambientes locales y por ello, los políticos de nuestro entorno inmediato, están llamados a revertir tan triste cuanto alarmante fenómeno.