Es sin duda la frivolidad, una pose letal para la actuación, una actitud vanidosa, liviana, prosaica y simplona, carente de profundidad y compromiso escénico, decir que una actriz o actor es frívolo resulta incomprensible, al menos que ése sea su papel a representar, pero no, se da, y muy a menudo, Stanislavski lo señalaba en su libro Un Actor se Prepara como un problema típico de los actores en formación, ya que la necesidad de mostrarse, porque en lo físico se saben agraciados, o por lucimiento ante sus amistades, los hace ?actuar? banalmente.
Un vicio con el que hay que acabar, ya que lo que debe verse en el montaje es la humanidad del personaje con toda su lógica, pero cuando el ?llamar la atención? se impone sobre la historia misma, el actor se hace flojo, se esfuman las emociones, la comunicación con el otro, sólo declaman su parte como si fuese un monólogo, no les importa el compañero, fingen la voz, se regodean en movimientos corporales, y recitan el texto dándole un sentido que para nada se acerca a la lógica dramática.
También es común observarlo en actores ?experimentados?, que han tomado un buen número de cursos, pero hasta la fecha siguen siendo victimas de su propia vanidad, ¿por qué?, ¿qué no les queda claro?
?Los actores somos burros? me dijo un célebre actor lagunero, ?necesitamos que nos repitan varias veces las cosas, el hambre de lucimiento y la egolatría nos ensordece, de ahí el lenguaje fuerte y grosero que suelen usar algunos directores para hacerse entender?.
Toda esa frivolidad en la gente de teatro, no es más que una máscara que encubre una serie de inseguridades. Entre mas frívolos o divos se creen más endebles se sienten.
Confunden frivolidad con orgullo, este último Nietzsche lo define como valoración, dignidad de saberse humano, con derechos, obligaciones y limitaciones, y como humano se está al igual que cualquiera, y si no lo sienten así, saquen su orgullo, ya que donde no hay orgullo de ser no hay nada que hacer. La frivolidad es una distorsión del orgullo, algunos artistas reconocidos y los que sustentan alguna forma de poder suelen ser frívolos, banales, nadie es más que los demás, ser frívolo es negar el humanismo, no tiene razón de ser en la escena, ni en la vida misma, pero ésa es otra historia, en la vida puedes ser como te plazca, tienes derecho, pero la necesidad afectiva se trabaja día a día con la gente que nos rodea, en escena déjense de tonterías trabajen, la maleta de temores se deja en el camerino, sólo muestren lo que su personaje necesita. Si no, no dejarán de caer en actuaciones falsas y exageradas, por no saber partir de ustedes mismos.
La flojera mental, el divismo burdo, la arrogancia nada tienen que estar haciendo en el escenario, ?me protegí? con esta actitud para no quemarme dicen algunos actores, que no sienten confianza del director, la única manera de protegerse, es quedarse en casita, en escena se trabaja, se busca el conflicto, ya que la actuación parte de la realidad humana, fuese cual fuese el estilo, actuar es pensar en cada situación, generando estados de ánimo que den intensidad para estar al tono de las situaciones dramáticas.
Nadie puede dar lo que no tiene, por ende, la preparación constante, la autocrítica y la humildad son clave para conocernos y darnos mejor.
El público percibe la honestidad de las emociones, las tensiones provocadas por el conflicto escénico del actor, aunados a un buen texto y propuesta de dirección, por ello no es raro la escasez de público que hubo en el encuentro regional de teatro, en donde los grupos que se presentaron son conocidos por sus trabajos y por consiguiente no despertaron el interés, ni de los mismos teatristas. Bien, es una alerta para que empecemos a trabajar, y dejemos de menospreciar al público lagunero.