El melodrama es un género teatral nacido en el Siglo XVIII. Fue muy socorrido por literatos famosos como Conrad y Zola, a pesar de que éste se consideraba naturalista.
En América Latina prendió como la vacuna, lo amamos y lo amamantamos desde entonces. Provoca directamente a la emoción, pule cuidadosamente el sistema nervioso con tramas noveladas y en cada escena o capítulo remata espectacularmente y penetra por el corazón sorteando a la razón, al caso tal que en el espectador o lector no se da la reflexión. En los tiempos buenos del marxismo-leninismo, no faltó quién criticara al melodrama como ?artimaña deliberada de la burguesía para adoctrinar y moralizar al pueblo? (R. Monod).
La televisión lo adoptó como su niño consentido y millones de mujeres se soplan todas las tardes dramas desaforados y lacrimosos que tienden al llanto y al moqueo, donde desfilan un sinnúmero de personajes caseros y domésticos, empresarios y lumpen con sus discursos sentimentales a las pobrecitas y desprotegidas víctimas acosadas por innobles asesinos a sueldo. Nada se salva del melodrama, hasta el programa La Academia tiene sus diamantinas y polvos brillantes que retuercen los sentidos para exprimir el jugo lagrimoso.
La acción inverosímil y precipitada altera todas las reglas del arte y del buen sentido, este género casi siempre termina con el triunfo de los buenos contra los malos, de la virtud sobre el vicio. Al cine mexicano le dio buenos triunfos en películas como El Derecho de Nacer y Corona de Lágrimas.
?El melodrama pertenece a ese estadio mágico, a esa etapa en que los pensamientos se consideran omnipotentes, en que no se distingue con claridad la diferencia entre el yo quiero y el yo puedo, en otras palabras: El melodrama es humano, pero sin madurez, representa sentimientos magnificados que resaltan la autocompasión, la pena por uno mismo, donde las emociones falsas encubren un temor a la emoción en sí? (Bentley). Esto ha influido notablemente en nuestra sociedad, basta ver cómo en nuestras relaciones hemos incrementado la ironía sarcástica por encima de las verdaderas expresiones emocionales.
En la época de oro del Teatro Mayrán abundaron los melodramas, algunos muy interesantes que salvaron los actores debido a su buena actuación. Posteriormente se apartaron del melodrama, les dio por llamarse teatro experimental, intentaron el teatro del absurdo con obras como El Rey se Muere (Dir. Alfonso Garibay); Camino Rojo a Sabayba (Dir. Rogelio Luévano). Salomón Atiyeh escribió y codirigió Soy un Hombre, para un encuentro regional. Alejandro Santiex montó Santa María de Iquike, con visos modernistas y cuando llegó al Teatro Martínez la obra La Vida de Don Juan Buscón con el grupo de teatro experimental de Bogotá, se abrió un telón diferente para los teatreros que buscaban otros estilos.
Hay búsqueda teatral en nuestros teatreros, pero no cuentan con el apoyo necesario para crear un movimiento de crecimiento auténtico, una petición muy justa desde la puesta en escena de Las Criadas de Genet, creo fue en 1992, dirigida por Nora Manek. Actualmente, aunque las obras que se llevan a escena no sean del género melodramático, muchos teatreros están mentalmente dentro de estas fauces emocionales, derramando aceite en cada parada. En Medea, por ejemplo, faltó modernizar la tragedia griega, eliminando todas las variantes de los Ay de Mí, o acaso ¿se puede permitir la garandilocuencia repetitiva de lamentos en la tragedia? ¡No!, la exageración mecánica de las frases resulta cursi y torpe cuando sobreilustra un sentimiento.
No hay que restar importancia al trabajo de mesa, de investigación y preparación constante que el teatro requiere. Es muy fácil caer en conformismos, vicios, clichés, que limitan la búsqueda de la esencia emocional que subyace en el discurso dramático. ¡Aguas!