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Tras el Telón / Lo falso de la farsa

Guadalupe Sosa

Al menos en La Laguna resulta extraño la confusión que existe entre gran parte de actores y directores teatrales, respecto a la farsa. No sé quién erróneamente instauró en sus cabecitas la idea de exagerar la voz en los diálogos, y con ello decir: ?Estoy haciendo farsa?.

Al dirigir ciertos trabajos, directores suelen decir ?voy a llevar tal obra a la farsa, para proteger a mis noveles alumnos?, ¿proteger de qué? De la falta de naturalidad escénica en el actor, de la flojera mental del director, o simplemente de la ingenuidad, y la falta de compromiso para realizar la investigación y el análisis debido.

La salida emergente es exagerar a nivel de payasitos el habla, y no sólo actores novicios lo llevan a cabo, sino hasta actores y directores con experiencia, experiencia que sólo los ha revestido de vicios actorales a lo largo de su trayectoria y luego fomentan dichos vicios en sus alumnos. Y no es que carezcan de talento, sino de información respecto a la estructura dramática del género.

?La farsa es absurda, pero hay algo más; es una verdadera estructura de hechos absurdos, un complejo conjunto de interrelaciones de coincidencias?, dichas coincidencias dejan de parecer casualidades, para denunciar el hecho en forma de burla, ofreciendo la interacción de la violencia con alguna otra cosa, llevándonos a la fatalidad. El acontecimiento fatídico es inevitable ejemplo: El plan cuidadoso que se lleva a cabo para que el marido esté fuera cuando el amante llegue, no es más que una garantía de que el esposo se presentará en el momento oportuno.

?La farsa a la vez nos presenta las fantasías más libres y extravagantes y las realidades más triviales de la cotidianeidad, la contraposición de unas y otras es la esencia de este arte, la dialéctica de la farsa? (Bently).

Detrás de la jocosidad se encuentra latente cierta gravedad y viceversa, en la representación el actor mal preparado no se da cuenta de ello y trata de ser jocoso, pero el actor preparado, sabe que debe actuar con gravedad, confiado en que el autor instaló la comicidad debida en la acción y en los diálogos. Para muestra está la película mexicana Matando Cabos, una farsa que por su estructura, se observan situaciones cotidianas revestidas de fantasías inmersas en la más ardua violencia, y acaso actores y directores laguneros, ¿vieron a los personajes engolar su voz al hablar? Es una farsa, pero como se darán cuenta lo es por su estructura dramática.

?La farsa como característica desarrolla y aprovecha los más intensos contrastes entre el tono y el contenido, entre la superficie y la sustancia, pero si uno de los dos elementos no está presente en su forma extrema o pura, el drama desaparece?.(sic).

Al decir tono no nos referimos al timbre o tesitura de voz, o a la capacidad de pujar y pelar los dientes o arquear la ceja con intensidad, otro gran mal entendido; el tono es la manera con que reaccionamos ante los estímulos de la vida, producto del estado de ánimo de la lógica. Así los estados de ánimo dan la intensidad en el escenario, y la intensidad nos da el tono, y éste a la vez nos señala la intensidad de la lógica dramática, por eso cuando se dice estás fuera de tono, nos referimos a la incoherencia con que se reacciona frente a los estímulos que determinada situación presenta. Aunque en la farsa el tono se eleva, quizás de aquí viene el mal entendido, oyen la frase ?La farsa lleva un tono alto?, y se remiten a gritar y hacer caras y gestos, no por ahí no va. Eso es falso no farsa.

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