¿Dónde habremos escuchado esto los mexicanos?... ¿dónde?... ¿dónde?... Se nos hace tan parecido a nuestra propia historia, la historia de los gobiernos que no quieren dejar de ser gobiernos y que, por lo mismo, cometen fraudes monumentales para declararse ?gobierno de mayorías?, todo, por supuesto, teniendo como fondo al sacrosanto nombre de la democracia.
Por lo menos esto se desprende de lo ocurrido en la República de Ucrania luego de que el domingo 21 de noviembre se llevaron a cabo elecciones generales para cambiar al Gobierno actual y nombrar a quien habrá de gobernarles por otros cuatro años. Pero resulta que según los observadores, tanto internos como externos, encontraron que ahí se había cometido un fraude monumental como es el caso de que ahí votaron hasta cinco veces más personas que en la primera elección, celebrada apenas el 31 de octubre; se encontró, también, que los votantes a favor del candidato oficial -que es asimismo el candidato del presidente ruso, Vladimir Putin- fueron llevados en autobuses de colegios para votar de forma reiterada en diferentes casillas, además de que el eurodiputado holandés Thijs Berman, observador internacional, denunció que hubo electores que votaron ?hasta cuarenta veces?.
Como quiera que sea, la lucha por el poder en Ucrania enfrentó a dos corrientes políticas extremadamente matizadas. Por un lado, está el continuista y candidato del Ejecutivo ruso Víctor Yanukóvich, quien es el actual primer ministro ucraniano. Por otro lado está el candidato de la oposición, el liberal Víctor Yúshenko, quien había ganado las elecciones en la primera ronda y que en esta segunda se encontró con que los resultados oficiales quedaban en 15.9 millones (49.96 por ciento) para Yanukóvich frente a 14.2 millones de Yúshenko (46.61 por ciento). Pero nadie lo creyó. Ni siquiera los ucranianos más ortodoxos, como es la religión predominante en el país de 49 millones de habitantes. De tal forma, cuando el martes 23 de noviembre el candidato oficial se proclamó triunfador, una multitud de ucranianos enfurecidos se echó a las calles de las principales ciudades del país y, en particular en la capital, Kiev, acusaron fraude en el proceso electoral.
Así, de pronto aparecieron en la plaza de la Independencia más de 200 mil manifestantes indignados que reclamaban el triunfo para el opositor Yúshenko bajo la amenaza inicial de no moverse de ahí hasta que el colegio electoral ucraniano declarara inválidas estas elecciones o, de lo contrario, extremarían actitudes.
El mismo día 23, el Parlamento Ucraniano debía reunirse para otorgar los resultados finales en los que se cantaría el triunfo de Yanukóvich, no obstante, no pudo llevarse a cabo la sesión porque, incluso, algunos parlamentarios favorables al primer ministro no acudieron a la votación y, por tanto, tuvo que suspenderse.
Por su parte, tanto el Gobierno de los Estados Unidos como la Unión Europea expresaron su extrañamiento por lo que calificaron un proceso electoral que no puede probar el triunfo de nadie, de tal forma que, sin querer dañar sus relaciones con Rusia, decidieron que no podían reconocer los resultados finales. Esto puso con los dedos en la puerta al Gobierno ucraniano y a las autoridades electorales, independientemente de que por su parte Putin insistía en que las elecciones habían sido transparentes y que, por lo tanto, felicitaba al ganador de ellas; naturalmente se refería a Víctor Yanukóvich. Pero el problema iba in crescendo porque fuera de Ucrania - particularmente en Europa- el descontento era más que evidente. De tal forma, el Tribunal supremo de Ucrania decidió el jueves 25 de noviembre que dejaba en suspenso el resultado de las elecciones presidenciales, hasta que no se resolviera el recurso presentado por la oposición, en cuyo documento denunciaba el fraude generalizado en el recuento de los votos.
Como quiera que sea, el problema de fondo radica en el interés de Rusia de mantener su autoridad imperial en Ucrania a través de un Gobierno impuesto desde el Kremlin, por otro lado está el interés de Yanukóvich por mantenerse en el Gobierno en tanto que la oposición sigue en aumento en un país en donde, por un momento, una pequeña chispa puede causar un incendio de magnitud insospechada.