El País
MADRID, ESPAÑA.- Ha bromeado Uma Thurman diciendo que la película debería llamarse Kill Uma, por la cantidad de inclementes proezas que le exigió Tarantino pero luego, en serio, ha reconocido que le debe mucho a este cineasta, que ha sido capaz de crear para su exclusivo lucimiento los dos papeles más notorios de su trayectoria.
Si maravilloso, desde todo punto de vista, fue el de Mia Wallace, la novia del mafioso que es sacada a pasear por John Travolta en Pulp Fiction, no hay calificativos para el de La Novia, conocida en sus tiempos de asesina con el nombre clave de Black Mamba, que es la protagonista total y absoluta de los dos volúmenes de Kill Bill.
Uma Thurman no es una estrella al uso. No suele tener suerte con las grandes producciones de Hollywood (la gran apuesta que fue Los Vengadores se cuenta como uno de los grandes fracasos de los últimos años) y, aunque es bella, realmente muy bella, la suya es una belleza rara, una belleza fría y especial que luce y encaja dentro de papeles muy raros y especiales.
Quizá por ello es tan destacada su presencia en Gattaca (Andrew Niccol, 1997), muy a pesar de la poca repercusión de esta incomprendida historia futurista en la que compartió cartel con su ex marido Ethan Hawke y un entonces menos popular Jude Law. Para muchos, incluido Tarantino, que la ha convertido en su musa, ella es la encarnación de la perfecta vampira del cine clásico.
A sus 33 años, Uma Thurman ha conseguido sus mayores éxitos de la mano de Tarantino. Por su trabajo en Pulp Fiction recibió su primera y única nominación al Oscar y ahora, después de unos años retirada, vuelve con fuerza como la gran estrella de Kill Bill en un papel que inventaron ella y el director durante el rodaje de Pulp Fiction. Tal es el apego del director a su actriz que cuando supo que estaba embarazada se negó a sustituirla y esperó por ella.
Hacía apenas dos meses que había nacido Roan cuando la sometió a un brutal entrenamiento de tres meses que incluía clases de coreografía de acción con el maestro Woo Ping; clases de espada y defensa samurái, con el experto Sonny Chiba, uso de armas, peleas cuerpo a cuerpo, además de nociones básicas de japonés y chino. Por si fuera poco, Uma, que no es precisamente una fanática del cine de acción asiático, tuvo que mirar, en intensas jornadas, toda la filmografía de Bruce Lee.
Para alguien tan delicado, que ha sido la imagen frágil y femenina de los productos Lancôme, no era demasiado fácil convertirse de pronto en una guerrera. Pero así es Tarantino y aquí está Uma, vistiendo un chándal clavadito al que usaba Bruce Lee en su última película y chorreando sangre (ajena casi siempre) durante todo el metraje.