RALEIGH, Carolina del Norte, EU. (AP).- Para Jeff Fried, ningún conjunto de vestir estaba completo sin un sombrero.
Era un apasionado de los sombreros. De mujer, de niño, de la guerra entre España y Estados Unidos, los coleccionó todos, unos tres mil en total.
Fried, que se ganaba la vida como pastelero, pensaba en grande. También constituyó la sociedad del Museo Nacional del Sombrero e inició un sitio en la internet. Soñaba con construir un lugar que pudiera albergar su enorme colección.
Pero murió inesperadamente en diciembre del 2001, dejándole su valiosa colección a su mejor amiga, Kay Alexander, a quien apodó su "joven curadora".
"Me llevó casi dos años poder mirar su catálogo manuscrito sin ponerme a llorar durante horas", dijo. "Jeff trajo a casa todos y cada uno de esos sombreros y me los dio. Se refería a ellos como 'nuestra' colección".
Pero no muchas personas tienen los recursos para encargarse de una colección tan amplia y profunda.
Alexander, escritora y editora, no puede mantenerla, por lo que busca un comprador que se lleve la mayor parte de la colección, incluyendo cabezas de maniquíes hechas a la medida, telas, hilo, botones y, en algunos casos, uniformes para acompañar los sombreros.
"Sin él, no tengo el ánimo para hacerlo. Así que estoy buscando a alguien a quien le fascinen los sombreros", dijo Alexander desde Durham, donde Fried alguna vez fue propietario de la pastelería Mad Hatter ("Sombrero Loco"). "No soy una coleccionista como Jeff lo era. Amo la colección y la conozco mucho, pero él era mi principal vínculo con ella".
En una ocasión Fried valuó la colección en un millón de dólares, según el abogado Jim Craven, de Durham, albacea de la herencia del coleccionista. Otros cálculos la colocan alrededor de los 500.000 dólares.
Como cualquier colección de una naturaleza tan específica, en realidad vale lo que alguien pague por ella.
Entre sus tesoros intasables están sombreros de Panamá (jipijapas), Homburg y fedora, gorras de la Guerra Civil, cascos de mineros, sombreros de Coca-Cola, gorras de piloto, cascos de policías británicos y un sombrero que perteneció a Mae West.
Requieren unos 90 metros cuadrados de espacio para almacenarlos, y las cabezas de maniquíes y los percheros para sombreros 45 metros cuadrados adicionales.
Alexander venderá la mayor parte de la colección, dice, pero como los recuerdos de él que atesora piensa quedarse con algunos sombreros.
Su colección narra la historia del mundo a través de un solo objeto, dijo Mark Sloan, director de la Galería Halsey en la Universidad de Charleston en Carolina del Sur.
"Lo que (el sombrero) dice sobre nosotros como seres humanos es fascinante y crucial, desde nuestra ocupación hasta quienes fuimos como miembros de la sociedad, nuestras aspiraciones", afirmó. "Todas estas cosas son evidentes en los sombreros que usamos".