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Un dominio sin límites/Diálogo

Yamil Darwich

El período de elecciones de los Estados Unidos de Norteamérica está resultando, como siempre y en todo el mundo, tiempo de declaraciones, difamaciones, descubrimientos, denuncias y de todo aquello que tenga qué ver con la palabra “Voto”, visto desde la mercadotecnia política e inmoral, que no desde el real concepto de democracia; es el resultado de la realidad atendida por hombres con intereses particulares sin verdaderos deseos de servir a la sociedad.

De eso ya tenemos nuestros propios casos y ejemplos vergonzantes, con todas las exhibiciones de pobreza de calidad humana dadas por los politiqueros mexicanos, que por ahora no son el caso.

Luego de la agresión organizada contra Irak, en la que salió victorioso George W. Bush cumpliendo un resentido deseo familiar (también el padre soñaba con acabar el domino del odiado enemigo), con la consecuente caída de Saddam Hussein (quien se encuentra preso e incomunicado), nos quedamos con la guerrilla urbana, que ya ha cobrado un precio mayor, en términos de vidas humanas, al de la guerra desventajosa, agregándose además la intranquilidad e inseguridad social del mundo sin que se vislumbre una posible finalización del derramamiento de sangre y marcando, en contrario, el principio de otro “nuevo Vietnam para E.U.A.”, fenómeno repetido (sólo el hombre tropieza dos veces con la misma piedra) que ya ha provocado el rechazo de los ciudadanos y la caída de la imagen electoral del citado presidente belicoso.

Le recuerdo que el ex presidente del Gobierno español, José María Aznar López ya ha pagado el precio político y en los mismos términos estarán, muy probablemente, Tony Blair y el mismo George W. Bush, que una vez consumado el plazo para las elecciones en sus respectivos países habrán de saldar sus cuentas.

En ese clima de mal augurio para los republicanos aparecen en escena otros ingredientes del “reality show” bien organizado por los medios de comunicación: la acusación repetida de que George W. Bush conocía con un mes de anterioridad, al 11 de septiembre, el posible ataque a algún blanco civil de E.U.A.

Aún cuando la Casa Blanca rechaza la acusación, nos queda al resto de los habitantes del mundo un fuerte sentimiento de sospecha y desconfianza sobre las declaraciones de Condolezza Rice, asesora de Seguridad Nacional y las del propio Presidente de los norteamericanos, que se deslindan de las acusaciones afirmando su “amor a los E.U.A. y confirmando su deseo de servir a sus gobernados”.

También se denunció en los corrillos periodísticos de Europa que, a decir de algunas agencias de inteligencia del viejo continente, se preveían como altamente probable los ataques a blancos civiles en distintas partes del mundo y que las autoridades no hicieron lo suficiente para prevenirlos. ¡Qué grave acusación para los responsables!

Queda en el aire, en el caso del 11 de septiembre con la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York, la pregunta: ¿Las acusaciones son verdades o mentiras; negligencia o aviesas intenciones?

Luego, haciendo la publicidad suficiente para mover con base al terror la opinión ciudadana, se fundamentó un paso de dos tiempos; el primero: continuar con el intento de cazar a Osama bin Laden (familiar de quienes tuvieron negocios con los Bush) fracasando hasta ahora en el logro del objetivo a pesar de la tecnología y recursos económicos empleados y luego, aprovechándose del impulso, ir contra Saddam Hussein y su tiranía, destruyendo el país, cobrando muchas vidas de civiles e inocentes y comprándose un terrible dolor de cabeza. El caso de Corea del Norte, tomando en cuenta su armamento nuclear y posible respuesta bélica, se consideró con mayor cuidado, ¿qué curioso verdad?

En el caso de Irak el Presidente guerrero logró buena parte de su cometido, que coronó con la aprehensión y secuestro del dictador; sin embargo, quienes están pagando el alto precio son los ciudadanos norteamericanos y pudiera ser que ellos lo cobren en términos de elección de otro presidente para su país, miembro de otro partido político y con ideas diferentes sobre la administración pública y la política internacional, la que por cierto no ha sido exitosa en términos financieros. Recuerde que E.U.A. tiene actualmente la mayor deuda externa de su historia; como escribe un editorialista del Financial Times: “...pero ahora este Gobierno se ha convertido en una joven adolescente de 16 años que maneja el Ferrari de su madre y ha resulto averiguar hasta qué punto comportarse irresponsablemente antes de estrellar el auto. No debería hacerle caso omiso a los adultos, a quienes deja atónitos cuando acelera por la autopista”.

George Soros, financiero demócrata estadounidense, a nombre de sus compañeros de partido político ha iniciado una campaña contra Bush pronunciando graves verdades: “En este país está sucediendo algo que nunca creí posible: la sociedad abierta profundamente amenazada por un Gobierno integrado por políticos extremistas que quieren imponer su voluntad en todo el mundo, un dominio sin límites”.

Ante esa declaración viene el análisis y reflexión de los hechos: George W. Bush es sin duda un fanático religioso que se ha rodeado de un grupo de asesores que tienen como punto de convergencia su visión radical del mundo, al que pretenden dominar.

Aún más, durante la semana pasada, en acuerdo con el conocido magnicida Ariel Sharon, definieron las políticas en relación al grave conflicto del Oriente Medio, incluida la permanencia en los territorios ocupados y el asesinato del médico pediatra Abdel Aziz Rantisi, que aún no cumplía su primer mes en el liderazgo, en sustitución del también asesinado Ahmed Yassin.

Qué grave es el cinismo con que aplican la fuerza del poder económico y político estos gobernantes; por una parte, cometen graves violaciones a los más elementales derechos humanos y por la otra, en base a su sobrada fuerza militar y económica se erigen como jueces y partes sentenciando con la mayor facilidad a palestinos que se resisten a perder su territorio; a los cubanos que se niegan a ser “revisados” por una Comisión de Derechos Humanos y a nosotros, los mexicanos, a quienes se nos acusa de ser un país de corrupción. ¿Imagina algo más lejano a la visión que inspiró a los padres fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica? Ya no hablamos de doble moral sino de abuso del poder.

Habrá que mantenerse atento a los acontecimientos en el país vecino del norte, que como dijo su ex embajador en México, Jeffrey Davidow: Nosotros (los habitantes de los Estados Unidos de Norteamérica) somos como un enorme oso gris que aprieta y asfixia con un fuerte abrazo a un puerco espín (México) que poco puede hacer para evitarlo; quizá, sólo amenazarnos con atacarnos con sus espinas. ¿Qué le parecen los términos del intento de consolidar “el nuevo imperio del poder”?

ydarwich@ual.mx

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