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Un México ideal

Patricio de la Fuente

Segunda y última parte

La nación ideal tiende hacia una clase media bien solidificada, aquí ha ido desapareciendo en forma exponencial y cuarenta millones de pobres quedan como ejemplo de los malos gobiernos que hemos tenido que padecer a lo largo del tiempo. En otros países, el término “middle class” apela a un grupo o sector que tiene acceso a bienes o servicios como empleo, educación y salud. Como tantas cosas por resolver, México necesita hombres y mujeres verdaderamente comprometidos en cuanto a asistencia médica se refiere pues ésta es, en el primer caso, una de las responsabilidades torales de cualquier administración. No estamos para señalar víctimas o victimarios, tampoco achacarle al PRI todos nuestros males, sería un acto de elemental justicia pues también el tricolor dejó a la larga un saldo positivo; mejor sería preguntarnos si acaso poco nos ha interesado un área que si dejamos en estado de total desolación, a la larga nos puede traer un buen número de problemas.

Si sobre servicios hablamos casi todos estaremos de acuerdo en que aquí todavía no hay una cultura que haga al cliente sentirse verdaderamente satisfecho. A la larga, sólo acabarán subsistiendo aquellas empresas –ya sea públicas o privadas- que ofrezcan calidad, certidumbre y un tratamiento expedito a sus clientes. ¿Acaso existe en nuestro país alguien que vaya a hacer un trámite y salga contento, verdaderamente satisfecho pues considere que el tiempo empleado en dicha diligencia fue bien empleado? Para nuestra desgracia, son los menos.

Luego vendría otra cuestión de fundamental interés para todos: el orden y el respeto a las leyes que nos rigen. Ya hemos tratado en la columna hasta el cansancio algo que a muchos preocupa pero sobre lo cual poco han hecho los distintos gobiernos: la reforma integral del Estado. Nuestra Constitución fue redactada en 1917 y desde entonces ha sufrido enmiendas, taches y rayones pero en general no han sido efectivos, el remedio salió más caro que la enfermedad. Es necesario un sistema de leyes donde no quepan las lagunas, las segundas interpretaciones o los pasadizos donde los delincuentes puedan salir con la cabeza muy en alto y luego –para acabarla de amolar- terminen por convertirse en héroes populares de una comunidad necesitada de liderazgo que con extrema facilidad se siente identificada con cualquier pelado que se pare enfrente de sendo podium con reflectores y micrófonos.

Resulta grave vivir en un país donde reinan por igual el hampa y los secuestros. ¿Qué clase de lugar vamos legar a nuestros hijos? ¿Acaso nuestra libertad se verá coartada por un puñado de hampones de mala muerte? Hasta ahora ningún Gobierno, ya sea federal, estatal o municipal ha presentado programas efectivos que ataquen el problema desde la raíz y ofrezca soluciones certeras. ¿Será pues una guerra perdida?

La formación integral del hombre y la mujer empieza desde temprana edad y ello lo debemos tener presente al educar a nuestros hijos. México cuenta con sistemas educativos de calidad pero son los menos. Desde la casa, muy pequeños aún, hay que inculcarles a los niños todo un sistema de valores que les sirvan para afrontar la feroz competencia, la selva que resulta ser nuestra patria pues las oportunidades de desarrollo están circunscritas para un puñado muy exclusivo. De ahí viene la molestia, rabia o como la quieran llamar; de tantos padres y madres de familia que a diario se preguntan si tiene caso invertir el poco tiempo y dinero que tienen en las manos en pos del desarrollo educativo de sus hijos si a la larga las posibilidades de encontrar un empleo bien remunerado son ínfimas, prácticamente inexistentes.

Luego debemos detenernos a pensar en los asuntos políticos. Hastiados estamos desde hace mucho tiempo – y ahora más a partir de las videograbaciones- al constatar la degradación en que se encuentra dicho sector. Además de polémicos, rateros, parlanchines y con una marcada tendencia a hacer uso de un discurso barroco y poco apegado a la realidad; nuestros políticos viven pensando que las cosas están muy bien, que todo marcha –a decir de Vicente Fox- de maravilla. ¿A quién demonios le importan los índices macroeconómicos cuando la canasta básica es ya un artículo de lujo para la mayoría de la población? Para nuestra fortuna, en este rubro mucho podemos hacer al llegar a las urnas y mediante el libre y soberano ejercicio del voto castigar a aquellos que poco hacen y premiar a otros con verdaderas posibilidades de ofrecer certidumbre. Bueno, que aquí también cabe otra interrogante: ¿Y si la caballada está tan flaca quién podrá defendernos?

Con la cuestión del narcotráfico mejor ni nos metemos pues ya se probó que es un mal endémico que trastoca absolutamente todos los niveles. ¿Sería prudente legalizar las drogas con el riesgo implícito de perder a muchos pero finalmente ganando un entorno donde los crímenes a sangre fría y la impunidad no fuesen asunto de todos los días?

El país ideal no lo vamos a plantear como cuento de Walt Disney. Ni vamos a terminar con la miseria, ni con el narco ni menos con la corrupción pues antes que nada los tres son males que aquejan a la comunidad internacional. El nuevo orden mundial no respeta creencias religiosas, fronteras y divisiones de cualquier carácter. Me pregunto, ya para terminar, si para cambiar, revalorar nuestra jerarquía de prioridades acaso no nos hace falta un trueno o catástrofe que nos haga ver con claridad meridiana lo mucho que tenemos y la mezquindad implícita en no haberlo aprovechado a cabalidad.

Correo electrónico:

pato1919@hotmail.com

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