Apartándose de la tradición familiar, eminentemente militar, el barón Pierre de Coubertin, desde muy joven tuvo la idea de resucitar los Juegos Olímpicos, pero con ambiciones gigantescas, pues anhelaba unir a todo el planeta Tierra por medio del deporte.
Sustentaba el noble galo que si los griegos, allá en la antigüedad habían logrado la unión de todas las ciudades-estado por medio del deporte, haciendo una tregua entre las batallas que con frecuencia sostenían, ¿por qué no hacerlo ahora en que se contaba con más medios y recursos?.
Coubertin no ignoraba que el mundo de su época estaba también dividido por encendidos nacionalismos, pero su fe y su tenacidad iban venciendo poco a poco los muchos obstáculos que se le presentaban. Al principio lo consideraban como un loco, y después como un soñador.
En 1892 ya había logrado muchos avances, y ese año, en una conferencia que pronunció en la Sorbona de París, Coubertin expuso su programa para resucitar los Juegos Olímpicos. Algunos se interesaron, muchísimos otros no, pero día a día agregaba nuevos proyectos.
Dos años más tarde, el mismo barón promovió en París la celebración de un congreso internacional, al que asistieron sesenta y nueve representantes de doce países que creían en el proyecto, el cual se iba haciendo famoso y persuadía a más personas.
Y uno de los días más famosos de Pierre de Coubertin lo fue el 23 de junio de 1894, fecha en que se proclamó oficialmente la reanudación de los Juegos Olímpicos y fue fundado lo que se llamaría Comité Internacional de los Juegos Olímpicos (COI) de la que el barón fue elegido presidente.