En 1904 los Juegos Olímpicos salieron por primera vez de tierras Europeas para tener como sede Saint Louis, en el estado de Louisiana. Esta ciudad, por iniciativa de su Comité Olímpico, superó las pretensiones del Comité de Chicago, que también los pretendía.
Todo indicaba que Chicago los organizaría, pues en una primera votación efectuada en 1901 encabezaba las elecciones, pero Saint Louis pidió el arbitraje del presidente Franklin Delano Roosevelt, quien terminó por inclinarse a favor de la capital de Louisiana.
Y es que a principios del siglo XX, la joven y pujante Saint Louis era considerada como una ciudad influyente, con un gran movimiento comercial y llamada la capital del algodón, un cultivo que se extendía por diferentes lugares de Norteamérica con mucho éxito.
Pero nuevamente los Juegos Olímpicos fueron relegados por la importancia que se le daba a las distintas ferias que se celebraban en la ciudad, la que quería tener un escaparate que atrajera la atención del mundo, sobre todo a los aspectos comerciales del lugar y no los deportivos.
El mismo barón De Coubertin se sintió desilusionado, pues se repetía lo de París. Para colmo de males se incluyeron deportes fuera de lo permitido, como las carreras de canoas motorizadas y también el golf, considerado en ese entonces como un deporte elitista.
Pero lo más absurdo, fueron las llamadas “jornadas antropomórficas”, donde los negros y los indios, excluidos de las competencias olímpicas, participaron en juegos paralelos. De Europa se enviaron 64 atletas y los Estados Unidos 432, así que las medallas en su mayoría se quedaron en casa de los anfitriones.