Fue hasta la quinta olimpiada de la Era Moderna, celebrada en 1912 en Estocolmo, Suecia, cuando al fin pudo celebrarse conforme a lo planeado inicialmente, sin más atención y cuidado que el desarrollo de la misma, dejando a un lado actividades extradeportivas.
Por primera vez hubo orden hasta en la fecha de la realización de los Juegos, programados del seis al 15 de julio, quedando de lado las famosas exposiciones universales que tanto daño le habían hecho a los primeros Juegos Olímpicos modernos, así que la atención fue total.
Soplaban ya vientos de intranquilidad, presagiando el inicio de la Primera Guerra Mundial, pero ni esto pudo afectar los planes y el desarrollo de los Juegos. Incluso, por primera vez los triunfadores recibieron sus medallas a tiempo, mientras se entonaban los himnos de sus países.
Fue tan perfecta la organización, que por primera vez pudo establecerse que los mismos Juegos, bien organizados y bien desarrollados permitían obtener ganancias económicas, a pesar de descontar previamente los costos de construcción y remodelación de estadios.
Se introdujeron muchas reformas en las competencias, y éstas fueron sancionadas con sistemas modernos aprovechando la tecnología que aparecía llena de bondades por doquier. Entre las novedades estaba el famoso “foto-finish” para precisar las llegadas apretadas a la meta.
En esta ocasión se batieron numerosas marcas, algunas de las cuales duraron muchos años inamovibles, aunque la nota triste la dio la muerte de un competidor, el portugués Lázaro, quien en plena maratón sufrió un infarto. Esta vez el número de mujeres aumentó también notablemente.