La Primera Guerra Mundial, con todas sus tragedias y calamidades, también afectó a los Juegos Olímpicos, que no pudieron celebrarse en 1916, pero en 1920, la hermosa ciudad de Amberes, en Bélgica, retomó estas celebraciones con renovado entusiasmo.
No fue fácil retomar los Juegos, muchas ciudades del viejo continente habían quedado destruidas y las heridas empezaban apenas a cicatrizar. Berlín, que era la ciudad que estaba programada para celebrar las Olimpiadas, no pudo cumplir su cometido por los efectos de la conflagración.
Escoger a Amberes fue una decisión influida por el triunfo de los aliados, por lo tanto los organizadores decidieron no invitar a Alemania y a Austria, que mucho habían tenido que ver en la invasión a Bélgica durante el período de la guerra.
Los países cercanos a la órbita soviética decidieron no acudir. Eran tiempos en los que el Comité Olímpico luchaba porque todo quedara superado, pero fracasó, y sin embargo a los Juegos acudió un número récord de más de 2,600 representantes de 29 países.
En estos Juegos, una de las principales figuras lo fue el fondista Paavo Nurmi, a quien la historia conocería como “El finlandés volador”, otra lo fue el norteamericano John Kelly, un remero multimillonario que ya gozaba fama de gran deportista, padre de la actriz Grace Kelly.
Las grandes figuras procedían de Finlandia, un pequeño país que en algún tiempo fue un ducado de Rusia y que de pronto asomó su cara al mundo llena de gratas sorpresas deportivas, y poseedora de una cultura sobresaliente.