Cuando Ana Gabriela Guevara entró a la meta un poco atrás de Tonique Williams, ganando así para México la primera medalla en estos Juegos Olímpicos, medio empezó a enderezársele el barco a quienes dirigen el deporte en México.
Luego siguió la hazaña de Belem Guerrero en ciclismo y las de Óscar y su hermana Iridia Salazar en el taekwondo, y aunque las proezas de estos compatriotas son grandes y dignas de alabar, no ocultan la urgente necesidad que existe desde siempre de poner más atención al renglón deportivo.
Y es que los Juegos Olímpicos sirven para descorrer el telón y ver lo que hay en el escenario deportivo, donde unos cuantos, muy contados, logran algo en el reparto de honores y hojas de olivo, mientras que la gran mayoría sólo muestra la poca atención que se le brinda a muchas ramas.
Las cosas están mal desde arriba, donde “chambistas”, o gente interesada únicamente en figurar, se han apoderado de los puestos de mando, sin siquiera asomarse de vez en cuando a los campos donde se preparan los deportistas. En el transcurso del tiempo escasean los apoyos y los estímulos.
¿Cuándo se le pondrá el cascabel al gato? Por lo que se ve no será pronto. Pasan los Juegos Olímpicos y todo vuelve a la normalidad, a dejar pasar el tiempo, a esperar que surja alguien con facultades fuera de lo común y agarrarse de sus logros como la tablita de salvación.
Por lo pronto, a esperar mañana ese partido que promete emociones entre Santos Laguna y Águilas del América, donde al parecer el cuadro de casa tendrá cambios importantes al presentarse lesiones en un par de jugadores que iniciaron bien el torneo: Castillo y Arellano.