Ha de imaginar la felicidad que le fue causando a Hugo Sánchez conforme fue avanzando la liguilla, la forma en que fue despachando a su casa a los alumnos de Ricardo Antonio La Volpe, hasta volver a coronarse como el timonel campeón del futbol mexicano.
Primero le arrebató sus sueños de gloria a Wilson Graniolatti, del Veracruz, quien tanto había trabajado con Ricardo Antonio en el Toluca, luego hizo lo mismo con el bonachón de Sergio Bueno, del Atlas, y terminó la hazaña anulando a Miguel Herrera, del Monterrey..
Hugo, el sábado lloró emocionado, abrazó a sus jugadores y calló cosas que guardaba en su garganta, mismas que ojalá se le olviden para empezar a ver otro Hugo, más humilde, más sencillo, más ecuánime y que sus triunfos sean más apropiados para compartirlos con la afición.
Pumas es uno de los equipos con nómina barata, sin grandes salarios, y donde todavía queda aquello del amor a la camiseta. No es que haya escasa compensación a los esfuerzos, lo que pasa es que ahí se cuida mucho el costo y el gasto, que tiene muchas revisiones.
El mismo Hugo no ha de ganar lo que devengan otros de los llamados del primer nivel, aunque él debe ser un hombre con situación económica resuelta, pues no se le conoce de dispendioso ni de ostentoso, y además lo invitan a muchas partes.
Ayer, los directivos Pumas hablaban de recontratarlo para la próxima campaña y buscar el tercer campeonato consecutivo, pero Hugo está curiosamente callado, esperando ver quién levanta la mano y le ofrece algo importante. ¿Sería en Monterrey o en Europa?.