No sólo muy profesional, sino también muy involucrado con las causas santistas, así es Carlos Cariño Medina, el jugador que un día llegara procedente de las filas de los Pumas, se enfundara la casaca verdiblanca y se pusiera a labrar su propio gran futuro.
Cuando llegó, ahí estaba en la media de contención Miguel España, el señorón de las canchas que no permitía sombras a su lado. Pero Carlos no sólo tuvo paciencia sino que mientras le llegaba su turno se dedicó a aprender y a mejorar.
Y cuando le llegó su turno, Carlos pronto mostró que sería el titular indiscutible, aunque siempre, en cada plática, comentaba que los puestos se ganan día a día, con los mismos entrenamientos y con los partidos como remate de un buen trabajo.
Aquí formó una familia, aquí nacieron sus dos hijitas, y hoy se siente un lagunero más. Anda por la calle y la gente lo estima y lo saluda. Muy diferente la vida de la capital, donde radicó desde poco después de haber nacido en tierras de Oaxaca.
Hoy hace una pausa, que esperemos sea muy leve porque hará falta desde el arranque del próximo torneo. Quizá se pierda algo de la Interliga pero el doctor Jorge Galván buscará cuidarlo y atenderlo para que siga con su carrera, que lleva buen rumbo.
Además, Carlos Cariño, a diferencia de otros que se suben a las nubes y viven mareados, es un muchacho sencillo, amable con la gente y con los medios, lo que le ha servido ser también estimado. En cambio otros, ya quisiéramos que se fueran a sus lejanas tierras.