Qué día!, pero sobre todo ¡qué noche la de hoy! Y en todos los adultos tiene que aparecer inesperadamente el espíritu del niño soñador, anhelante de un regalo. Todos en nuestra infancia pasamos por esta noche tan hermosa, cuando todos estábamos en el hogar.
Los afanes de mamá, que empezaban temprano lavando las hojas para los tamales, mientras que en la mesa comenzaban a extenderse desde por la mañana los buñuelos para ponerlos por la tarde en el fuego, y los que más nos gustaban eran los de viento.
Y temprano, mamá también decía: Yo tanto que me afano y acaban comiendo por todas las casas, porque allá les dan bolos. Y es que en nuestro Barrio Prieto no había casas con bardas ni puertas con cerraduras, uno entraba como a la propia y lo atendían como a los reyes.
Tiempos muy diferentes a los de hoy, especialmente si se vive en una ciudad grande que crece y se despersonaliza. Hoy ya no están muchos de los seres queridos. Se han ido a esperarnos en otros confines, y aquí nos hemos quedado a cuidar la siembra que nos dejaron.
Esta noche, el Señor estará atento de nosotros y tendrá como sus preferidos a los seres de buena voluntad, a los que hoy, ayer y siempre buscarán estar en paz consigo mismo, y para ellos volverá a repetirles: ?Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad?.
El mejor regalo que puede dar hoy está en su corazón, no en las tiendas. Todos los de su casa necesitan de su cariño y sobre todo de su comprensión. Hoy que todos están reunidos, viva la mejor de las Noches Buenas y mañana la más hermosa de las Navidades.