Phil Jackson, todo un personaje y un hombre importante en el basquetbol moderno. Alguna vez en la casa de los Toros de Chicago lo vimos de lejos dirigiendo. Era más bien delgado y llamaba la atención la forma en que en cada tiempo dialogaba con sus jugadores.
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Sobre todo cuando las cosas estaban difíciles para el equipo de la ciudad de los vientos, regresaban los jugadores a la acción y en segundos daban la vuelta al marcador a su favor. Eso ocurrió una y otra vez teniendo como estrella al gran Michael Jordan.
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Nos gustaba su sistema de tres al ataque, que con los Lakers tan buenos resultados les dio los convirtió no sólo en ganadores sino también en espectaculares. Y conforme avanzaba el tiempo, Phil cambiaba de fisonomía, más gordo y con su pelo blanco.
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Pero en Los Ángeles, California, se elogiaba su forma no sólo de dirigir, sino también de estar muy cerca de sus jugadores. Platicaba en grupo y luego iba marcándole sus errores y sus aciertos a cada uno y lo hacía accionando, estirando sus largos brazos.
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Cuando llegó a California los Lakers andaban por la calle de la amargura y pronto los hizo campeones y taquilleros. Su contrato de cinco años ahí, ganando por ello 30 millones de dólares expresaron entre otras cosas lo que logra un triunfador.
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Pero Phil Jackson no estará más en las soleadas tierras de California. Al terminar su contrato, quizá impresionado por las reacciones de los aficionados al perder contra Detroit lo hagan pensar en un descanso, para luego volver a aparecer en otra parte, cobrando más y triunfando nuevamente.
