Con grandes honores la semana pasada se despidió a uno de los políticos más controversiales de las últimas décadas, pero sin lugar a dudas al más exitoso y revolucionario del mundo occidental.
Ronald Reagan cambió la historia al mundo y durante los ocho años de su Gobierno logró restablecer el liderazgo social y económico de los Estados Unidos, a pesar de sus errores y excesos.
Más que un gran comunicador, Reagan fue un político de firmes convicciones y de acciones, fue un hombre de palabra que luchó por sus ideales con pragmatismo, tenacidad y en ocasiones con una sencillez que rayaba en la frivolidad.
Reagan fue uno de los principales artífices de la caída el comunismo soviético y lo logró sin guerras ni bombas nucleares. Eso sí, bajo una estrategia económica muy sutil e inteligente que puso a la Unión Soviética contra la pared en materia financiera.
Vale reconocer que Reagan no actuaba solo ni se presentaba como el gran estadista o el salvador de la humanidad.
En el terreno internacional contó con aliados incondicionales como Margaret Thatcher y con personajes afines a sus ideales como Mijail Gorbachov, quien promovió las reformas al comunismo, además del Papa Juan Pablo II con quien coincidió en sus planes liberadores, en su lucha contra el aborto, e incluso, en haber superado un atentado a mano armada.
Reagan puso en práctica desde el arranque de su primer Gobierno sus teorías conservadoras de reducir impuestos, el gasto público y los beneficios sociales de la población.
Recibió las peores críticas tanto dentro como fuera de su país y una y otra vez fue tachado como el más reaccionario de los presidentes norteamericanos.
Pero al llegar el momento de su reelección logró colocar el crecimiento económico a más del seis por ciento, reducir el déficit fiscal en forma impresionante y controlar la inflación, que durante su antecesor James Carter alcanzó cifras del 20 por ciento anual.
Hoy en día las políticas reaganianas están más actuales que nunca, prácticamente en todos los rincones del mundo se aplican sin distingos no sólo para reducir los déficit gubernamentales sino también para promover la economía y el libre comercio.
Cabe destacar que uno de los grandes aciertos de Reagan fue conformar equipos de trabajo integrados por funcionarios de prestigio, experiencia y talento.
Se dejaba aconsejar con bastante facilidad al grado de que en varias ocasiones fue criticado porque supuestamente sus asesores le imponían decisiones importantes.
Quizás uno de los grandes errores del Gobierno de Reagan fue su política militar sobre Centroamérica que ocasionó muchas muertes y dolor. Sin embargo, hay que reconocer que sin esa intervención seguramente hoy en día se vivirían los regímenes comunistas al estilo de los sandinistas que se instalaron por varios años en aquellas naciones.
Con México el presidente Reagan inició una política de amistad y acercamiento, pero no duró mucho tiempo porque los Gobiernos priistas se encargaron de ahondar las diferencias y minimizar las coincidencias entre ambos países.
Recordamos que en 1982, en un alarde de política, José López Portillo logró la asistencia de Ronald Reagan a la reunión de Cancún para abordar los temas de la reunión Norte-Sur.
Los medios de comunicación se dedicaron a criticar el aparato de seguridad y los dispendios de Reagan así como su retraso de diez minutos a dicha cumbre, pero poco hablaron de la importancia que representaba su presencia.
Su paso por California y sus relaciones amistosas con familias mexicanas como los Redo de Sonora dieron a Reagan una especial sensibilidad sobre México.
Fue de hecho el único Presidente norteamericano en impulsar una amnistía para indocumentados de la magnitud de la Ley Simpson-Rodino que permitió regularizar a más de tres millones de personas, la mayoría de origen mexicano.
Por todo lo anterior no es de extrañar que Ronald Reagan haya recibido tantos homenajes póstumos. En estos tiempos son lamentablemente muy pocos los ex presidentes que pueden mantener un prestigio y popularidad al nivel del ex actor y vaquero de la Casa Blanca.
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