No hay emoción más excitante, incluso arrebatadora de los sentidos, que la producida a un Gobierno, de espíritu tercermundista, el tener de huésped al líder de la nación más poderosa de todos los tiempos. La pareja presidencial acá, en la recién clausurada Cumbre de las Américas, no ocultó el júbilo que la presencia de sus agasajados les provocó llevándoles a los límites de la embriaguez. No es para menos pues tuvo la consecuencia de ser invitado al rancho de Bush, logrando el mayor anhelo a que pueda aspirar un político de la América Latina. Es un sueño que, como el niño al que le han dicho que lo van a llevar a un circo de tres pistas, cuenta con impaciencia los días que faltan para ese momento. Lo que cabría indagar es por qué se le convida. Los políticos de todas las latitudes no la brincan sin huarache.
¿Será porque últimamente se ha portado bien? ¿Porque el desempeño en las tareas que le ha encargado ha sido sobresaliente prestándose a celebrar en México una reunión del más alto interés para los planes reeleccionistas de Bush? En realidad, es lo que menos importa pues de cualquier manera los Presidente en Latinoamérica, con ciertas excepciones, no están para despreciar una oportunidad de dejarse ver del brazo y por la calle de quien se considera el dueño y señor de la humanidad.
Lo que usted quiera o mande, en el envite hay gato escondido. Lo que deja perplejo a cualquiera. Hasta ahora se creía que el arrastre político de George W. Bush era espectacular, que su reelección para seguir ocupando la Casa Blanca era cosa hecha, que no tendría que recurrir a medidas extremas como el olvidarse de aquella frase de que el no estar con Estados Unidos de América es estar en contra de Estados Unidos de América. Todo blanco o todo negro, no había claroscuros.
¿Qué hizo cambiar de criterio a Bush? Quien parecía un basilisco –en la antigüedad se creía que este animal fabuloso mataba con la vista-. La única explicación valedera es que se dio cuenta, muy a su pesar, que necesita el voto de los hispanos de origen mexicano radicados en EU; por aquello de las dudas. El actual Presidente de los Estados Unidos de América hizo de tripas corazón dándose cuenta que es un político vulnerable, como todos, sujeto al humor voluble de los ciudadanos. Hay que cerrar filas en todos los frentes, se dijo, acercando a aquellos que puedan servirle para la ocasión, ya habrá tiempo, una vez vuelto a ser elegido, de ajustar cuentas; siempre que en el futuro convenga apretar tuercas.
La caballada se le está alborotando a Bush. Los presidentes de Venezuela, Argentina y Brasil amenazan con brincarle las trancas. El jefe de la diplomacia estadounidense para América Latina, Roger Noriega, se dedicó en días previos a la cumbre de Monterrey a atizarles recio y bonito a esos mandatarios diciendo con un sentido crítico que había un giro a la izquierda de Buenos Aires y lazos no convenientes entre Caracas y La Habana. En tanto que Lula daba muestras de rebeldía imponiendo a los visitantes provenientes de la Unión Americana la misma humillación que en Washington. Esto está creando un clima adverso entre los hispanoamericanos. Es por eso que Bush intenta paliar ese ambiente simulando que existe una profunda amistad con el mexicano. El presidente Bush sabe que, en estos días de inicio de la segunda mitad del sexenio en México, Fox es muy capaz de agarrarse a un clavo ardiendo. En los primeros tres años le fue como en feria al mexicano, sin que haya indicios de que esa tónica vaya a sufrir un cambio.
No puede Bush evitar pensar en el voto hispano. No hizo la tradicional celebración el pasado cinco de mayo en la Casa Blanca enfurecido, lo dio a entender, por la poca sensibilidad del grandote de San Cristóbal. Es la hora de reparar los platos rotos. Le conviene aprovechar el carisma de Fox, cuya imagen le ha dado una popularidad que conserva en gran medida entre los mexicanos radicados allá. Todo sea por cuatro años más en el despacho ovalado. En dos días podrá Bush demostrar que es su gran amigo y el de todos los hispanos. ¿Quién dijo aquello de que París bien vale una misa? Él sabe bien que a Fox le fascina el reverberar de las candilejas. Estará feliz, aun cuando no pueda montar a caballo. No le cuesta ningún trabajo recibirlo en su rancho de Texas, total lo recibe por la puerta de servicio, que al cabo ya está acostumbrado, aduciendo que en la entrada del frente puede que haya terroristas iraquíes. Dirá socarrón: uno nunca sabe.