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Un recuerdo llamado ‘Freddy’

LUIS ALBERTO MORALES CORTÉS

Hace cinco meses, Alfredo Joel Mancha Garay perdió la vida en un accidente automovilístico.

EL SIGLO DE TORREÓN

GÓMEZ PALACIO, DGO.- “Freddy” es recordado por su familia. El dolor y la tristeza siguen presentes en la casa de los Frausto Garay. Al inicio del puente Tlahualilo, sobre el Periférico, hay una cruz blanca, con un pequeño jarro atado alrededor, que contiene flores rojas y muestra el lugar del fatal accidente: La tumba imaginaria, que permite ofrendar su memoria.

Los padres de “Freddy” se lo llevaron a Tijuana desde los dos años. En vacaciones visitaba a su familia. Desde noviembre de 2003 llegó a casa de su tía Rosalinda, se inscribió en una secundaria abierta y prefirió alejarse del pesado ambiente de la ciudad fronteriza.

Alfredo Joel Mancha Garay, “Freddy”, tenía 17 años cuando falleció en un accidente vial. Cinco meses acaban de cumplirse de la tragedia, que dividió a la familia Garay. Irene Garay Reyes, madre del joven, está resentida con su hermana, su dolor lo convierte en culpa.

El argumento es simple. Miguel Ángel Frausto Garay de 28 años, hijo de Rosalinda y primo de “Freddy”, conducía el auto en que ambos viajaban. El vehículo se incrustó en la barda perimetral de concreto del puente. Miguel Ángel sobrevivió y sigue siendo blanco de reproches.

“Hablé con mi hermana, estaba muy enojada. Ella no entiende que fue un accidente, toda mi familia me dio la espalda, mi mamá, mis hermanos, todos. Dicen que mi hijo iba borracho, pero los dos iban borrachos”, comenta Rosalinda con voz quebrada mientras con una servilleta retiene un lágrima.

“Cambiar de aires”

Para Rosalinda la situación es difícil. En noviembre de 2003, llegó su hermana Irene, estuvo en las fiestas navideñas y de fin de año. El seis de enero se regresó, pero antes de irse le dijo: —¡Cómo vez!, Alfredo se quiere quedar. —Yo qué quería que le dijera, era una responsabilidad muy grande, pero yo adentro la quería ayudar a ella, sino le doy la mano yo ¿quién?, y como ya andaba mal allá (Alfredo), metido en drogas, dije, pues bueno, si quiere, que cambie de ambiente.

Efectivamente, “Freddy” llegó para noviembre como en cada año. Ya tenía el interés de quedarse, estaba en la escuela abierta. “Supuestamente, en Tijuana andaba mal, como los jóvenes, tenían problemas, no lo querían en las escuelas y mi hermana quería que pasara la etapa rebelde”.

El cambio de ciudad sirvió. Alfredo estaba en una secundaria abierta cerca del Conalep. “Alfredo sí cambió. Era muy tranquilo, no buscaba a los malvivientes”. Los hijos de Rosalinda son casados. Trabajan de lunes a viernes y el fin de semana se relajaban. “El viernes en la noche, tomando cerveza”, dice Rosalinda.

La tía de Alfredo asegura que “nada se hizo que él no quisiera, que no estaba a la fuerza. Los viernes, ya sabía a dónde ir y como le gustaba la ‘tomadera’ como a todos, como a cualquier joven, iba con sus primos al taller”.

—Tía, voy con los muchachos. “Yo tenía pendiente porque se iba en bicicleta, el taller está en Lerdo, ¡qué quería que le dijera!: —¡Ay hijo!, bueno, ya te vas. Ya son personas mayores, no se les puede tratar como niños”.

Antes y después

El viernes 12 de marzo, como todos los viernes, “Freddy” ansiaba que llegara la tarde para ir con sus primos al taller, ya sabía que al terminar las labores, las cervezas frías se destapaban para refrescar a todos, después de una semana de trabajo, era necesario un buen descanso.

“Ese día se fue y regresaron temprano, como a las cinco de la tarde, comieron y aquí se estuvieron. Como a las diez y media de la noche, ‘Freddy’ me dice: Vamos con Paco, ahí vamos a estar. Más tarde, Alfredo le avisó a su tía: —Vamos a ir a la casa de “Nene” (Miguel Ángel), para limpiarla, porque va a rentar la casa. —Van a otra cosa. —No tía, vamos a recoger.

El mismo viernes, un primo hermano de Rosalinda, llegó a su casa con su esposa, tenía una hija enferma, iban a pasar la noche, los cuartos posteriores se iban a ocupar. “Freddy” dijo, —Tía, si no vengo a dormir, me voy a quedar con Paco.

Paco es también hijo de Rosalinda, y vive a la vuelta de su casa, en la calle Chapala. Ese lugar era como la guarida de “Freddy”, le gustaba estar mucho tiempo ahí. “Por eso, en la noche no los eché de menos, para nada”, asegura Rosalinda.

A la una de la madrugada del sábado 13 de marzo, en el Periférico, donde inicia la subida del puente Tlahualilo, en dirección de Torreón a Lerdo, se impactó contra el muro de concreto un auto Ford tipo LTD, modelo 86, color azul. En su interior se encontraron evidencias que señalaban a los dos tripulantes como consumidores de alcohol, momentos antes del encontronazo.

El reporte oficial de la Dirección de Tránsito y Vialidad Municipal indicaba que el vehículo lo conducía Miguel Ángel Frausto Garay de 28 años, con domicilio en el ejido Pastor Rouaix. El copiloto era Alfredo Joel Mancha Garay de 17 años, con domicilio provisional en la calle Durango 152, de la colonia Nogales.

El muro manifestó su fuerza y los pesados fierros del auto terminaron retorcidos. El volante salía del capacete, el motor terminó en el tablero, la velocidad con la que se desplazaba el auto era demasiada. Los dos lesionados fueron atendidos por la Cruz Roja y trasladados de urgencia.

A las 8:00 horas del sábado, una mujer tocó el barandal de la casa marcada con el número 152 de la calle Durango. —Aquí vive Alfredo Miranda. —No señorita. —Bueno, aquí vive Miguel Ángel. —Sí. —¿Qué es suyo?. —Mi hijo, —respondió Rosalinda mientras pensaba que los muchachos estaban en la cárcel o algo parecido. —Es que sufrieron un accidente, informó la mujer que era agente de la Policía Ministerial.

Los socorristas de la Cruz Roja entregaron a los lesionados. Alfredo está en la clínica 51 del Seguro Social en la colonia Fidel Velásquez, junto a la Nogales y Miguel Ángel en el Hospital Universitario de Torreón.

“Entonces, yo, no porque ‘Freddy’ estuviera muerto ni por nada, me fui por lo que es ajeno, me incliné por ir al Seguro que está más cerca y le dije a mi hija: fíjate que los muchachos tuvieron un accidente. De aquí me fui y ahí me dijeron que ya había fallecido”, dice Rosalinda mientras agacha la cabeza y se acerca de nuevo la servilleta a la cara.

Con la noticia, la tía del joven fallecido estuvo fuera de sí. “Ya no supe yo de mi hijo, no lo busqué, no quería saber nada, mi hija fue con Miguel Ángel. Yo también digo que mi hijo tuvo la culpa, bueno, fue una inconciencia, estar borracho manejando. Pero yo siento que tengo la culpa, no sé, desde ese día mi hermana ya no me habla, ese día me maltrató mucho, ahorita no me habla”.

Alternar los papeles

Rosalinda carga con una enorme culpa, las circunstancias determinaron que “Freddy” no regresara a Tijuana, él quería permanecer con sus primos. Si Rosalinda pudiera hablar con su hermana le diría: “Yo te entiendo cómo estás reaccionado, yo te entiendo, si fuera al revés yo diría que fue un accidente, ya les tocaba. Si hubieran sido mis tres hijos, no le hace, con tal de que ‘Freddy’ quedara vivo. Yo diría que.... fue cosa de Dios”, “no creo”, dice la afligida mujer y en la última frase levanta la cara como buscando una respuesta, buscando un perdón.

Como madre, Rosalinda hace a un lado la razón y comenta: “Aunque no crea, pobre de mi hijo, también ha sufrido mucho, porque yo le eché en cara muchos reproches. También se siente mal y todavía uno le dice: Tú tienes la culpa. Yo se le he dicho, por algo te dejó Dios”.

Miguel Ángel no habla del accidente en su casa, prefiere huir de la realidad, nunca ha querido hablar. “Desde el accidente, donde él también estuvo expuesto a morir, tuvo una impresión muy fuerte y quedó muy mal de sus piernas. Apenas se recuperó hace diez días”.

Sobre el accidente, el joven conductor sostiene que venía recio y antes de tomar el puente, como que se ronceó el carro y dio vuelta. “Al que le toca le toca y nadie tiene la culpa. Muchas veces se lo he dicho a mi hermana; preferiría que fuera mejor el mío que el de ella, sufrir yo que sufrir ella. Sé que sufre y mucho, era su único hijo. Ahora si uno supiera las cosas, ¡usted cree!”.

Cuando llegó “Freddy” en noviembre, Miguel Ángel estaba separado de su esposa y vivía en el fraccionamiento Santa Teresa, en la calle Guerrero 107. Su pareja es de Pastor Rouaix, el día del choque venían del poblado. Ya recuperado, ahora vive con su mujer.

En el lugar del accidente está una cruz. “La pusimos para tener un recuerdo de él y cada año ofrendarle sus flores. Tener un lugar, no contamos con su tumba”, explica Rosalinda y agrega, “Al pasar por el Periférico vuelve uno a revivir el accidente. Como madre, recuerdo que mi hijo estuvo ahí”.

Ante la tragedia que vivió la familia, Rosalinda opina: “Nadie va agarrar conciencia hasta que le pase. Mi hijo ya agarró conciencia y ya no toma. Se está portando como yo hubiera querido se portara siempre, pero ¿hasta que ya pasaron las cosas? ¿Para qué?

La madre de Miguel Ángel se despide con un mensaje: “Que todos tengan conciencia de lo que hacen, todo con medida. Yo le echo la culpa a él porque iba a gran velocidad, si andaba tomado no debería ir así. El riesgo es para mucha gente inocente, así como mi sobrino, puede ser un niño que ande en la calle; todo eso, ellos no son responsables, porque si quiera se hicieran ellos sus cosas, bueno, es su vida, pero la demás gente no”.

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