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Una generación/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación”.

Otto von Bismarck

MADRID, ESPAÑA.- Por muchas razones España debería ser un ejemplo para los mexicanos. Es un país cercano al nuestro por historia y por afecto. Si bien es cierto que a los mexicanos se nos enseñó en un tiempo a gritar “Mueran los gachupines” en los festejos de la Independencia, hoy cuando conocemos a españoles nos damos cuenta de que somos pueblos hermanos a los que 180 años de separación política no han terminado por separarnos.

Pero la razón más clara por la que tenemos que volver la vista a España es por el ejemplo de su clase política. Los políticos españoles tienen enormes diferencias entre sí. Sus disputas ideológicas -e incluso por diferencias entre los distintos grupos nacionales que dan cuerpo al Estado español- han llenado los encabezados de los periódicos y los informativos de la radio y la televisión desde la terminación de la dictadura de Francisco Franco. Pero de alguna manera esta clase política ha logrado siempre llegar a los acuerdos necesarios para impulsar al país hacia delante.

Los acuerdos políticos tras la muerte de Franco permitieron que el país tuviera una nueva constitución democrática en apenas tres años. Los Pactos de La Moncloa permitieron diseñar una nueva estrategia económica y social en medio de la profunda recesión de fines de la década de los setenta e impidieron que la democracia se desplomara ante el desencanto de las dificultades económicas.

Un ex falangista, Adolfo Suárez, fue el presidente del Gobierno que forjó los acuerdos que permitieron la democratización y la nueva constitución. Un socialista, Felipe González, hizo muchas de las reformas de mercado que convertirían a España en una economía moderna: el fin de los controles de cambios, la incorporación del país a la Comunidad Europea, la ampliación de la base de contribuyentes, la apertura de la economía, las primeras privatizaciones. Un conservador, José María Aznar, profundizó las reformas, impulsó una sostenida expansión de la economía y redujo el desempleo —que era uno de los más altos de Europa— a niveles manejables.

Hoy le toca nuevamente a un socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, gobernar a España. Su primera medida fue retirar las tropas españolas de Iraq para dejar atrás una guerra profundamente impopular. Habrá que juzgar el resto de sus acciones con el tiempo. Pero una cosa resulta clara: ya ningún gobernante, ni de izquierda ni de derecha, puede desviar a España de su modelo de economía de mercado con beneficios sociales.

En los años cuarenta y cincuenta, España, aun maltrecha por las heridas de la guerra civil de los treinta, tenía un ingreso promedio inferior al mexicano. La recuperación se inició en los sesenta cuando Franco era todavía un férreo dictador. La transformación económica no se detuvo con la muerte de Franco en 1975 sino que se profundizó en la democracia. Desde los años ochenta la economía española ha crecido a un ritmo no espectacular pero sí sostenido. Y hoy, en consecuencia, España tiene un nivel de vida cuatro veces superior al mexicano.

Muchos factores han tenido un papel en el crecimiento español. Para empezar, los políticos demócratas españoles decidieron dejar atrás los crímenes de la guerra y de la dictadura: quisieron construir un nuevo país antes que seguir peleando las batallas del pasado. Invirtieron en educación: no más que nosotros, un 4.5 por ciento del producto interno, pero lo hicieron mejor. Aprovecharon los fondos de apoyo de la Comunidad Europea y los gastaron con honestidad y eficiencia. Liberalizaron la economía. Pero sobre todo, a pesar de sus diferencias, lograron acuerdos que les permitieron hacer las reformas que el país necesitaba.

Hoy, cuando México está a punto de cumplir cuatro años del inicio de la alternancia, no deja de ser triste que nuestros políticos mexicanos cierren los ojos a la experiencia española. Así, las reformas indispensables para construir un país más competitivo y eficiente siguen estando ausentes en México. Nuestros políticos se preocupan más por la siguiente elección que por la próxima generación.

España es hoy un país próspero que demuestra que en una sola generación se puede salir de la pobreza. Ejemplifica lo que México podría ser si nuestros políticos se decidieran a lograr los acuerdos que se requieren para construir una economía moderna y próspera.

Presupuesto

A un océano de distancia leo los detalles de la Ley de Ingresos y el Presupuesto que el Congreso mexicano aún no ha acabado de aprobar para el año que viene. Lo único que puedo decir es: ¡qué lástima! Otra oportunidad perdida para crear un sistema fiscal más moderno y eficiente. Otra oportunidad perdida para darle a México una ventaja competitiva en el mundo.

Correo electrónico:

sergiosarmiento@todito.com

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