La gira de trabajo que realizó ayer el gobernador Enrique Martínez y Martínez en Piedras Negras y en especial, con los damnificados de la Colonia Villa de Fuente, resultó en un verdadero desastre.
Los reclamos por falta de ayuda, por una presunta negligencia de las autoridades que no advirtieron con tiempo la magnitud de las lluvias que derivaron en el desbordamiento del río Escondido y hasta por los rumores que corren como regueros de pólvora entre una comunidad dolida, terminaron en violencia.
El dato duro refiere que alrededor de 200 damnificados de Villa de Fuente que reclaman una investigación sobre la supuesta fosa común donde enterraron a fallecidos por la inundación del mes pasado, lanzaron objetos y monedas al Gobernador de Coahuila. También refiere que en la huida, el vehículo que transportaba al Mandatario atropelló a uno de los quejosos.
Como antecedente, habría que ponderar el hecho de que minutos antes de la agresión, el propio Enrique Martínez, pidió a cientos de damnificados que le cuestionaron su escasa ayuda, que presenten una queja ante la PGR para que se investigue si hubo negligencia en el caso de la inundación de Villa de Fuente.
El incidente dejará una marca en la figura del Gobernador, quien deberá asimilar el hecho de que no es políticamente correcto ni viable en una autoridad, el encarar a una comunidad altamente sensible al discurso y que reclama con justicia ayuda inmediata, con una actitud defensiva.
Tampoco es recomendable el pedir que se denuncie ante la PGR si hubo negligencia en el pasado cercano, cuando lo que en realidad se demanda es certidumbre, confianza y acciones contundentes que demuestren, más allá de las palabras, que la autoridad responde a las necesidades presentes.
La tragedia no admite campaña; el dolor no acepta estrategias de imagen. Esa puede ser la gran lección.
