La falta de seguridad no se refiere a que, una vez cometido el crimen, puedan o no ser capturados los autores. Es indudable que la detención de los malhechores, ya realizada su fechoría, no lleva a la familia de la víctima a recuperar a su ser querido, en el caso de que la víctima de un secuestro haya perdido la vida. Lo que se requiere es que se den las suficientes y adecuadas medidas preventivas que impidan se llegue a los extremos de considerar que la detención de los criminales sea estimada como un éxito en vez de un fracaso, en la lucha del Estado en contra de la delincuencia. Es desde luego un consuelo, muy precario, el que quienes delinquen reciban un justo, como ejemplar, castigo. En algo alivia la pena saber que se encuentran tras de las rejas, que han sido segregados de la colectividad para que no hagan a otros el mismo daño.
Lo que la sociedad reclama es que no se cometan actos tan repugnantes como en el que perdiera primero su libertad y después la vida la señora Carmen Gutiérrez de Velasco, hecho lamentable que nos recuerda que nadie está a salvo en este país. No hay explicación válida que le diga a su esposo, a sus hijos, a sus amigos por que fue sacrificada de tan atroz manera. Nada hará que vuelva quien fue justamente homenajeada como la mujer del año en 1997. No se merecía ese destino que le fue impuesto por una sociedad que ha perdido los valores esenciales de la existencia como seres humanos. Era la doctora un ser de luz que no molestaba a nadie, dedicando sus esfuerzos a combatir enfermedades de sus semejantes. Apenas frisaba en los cincuenta años de edad.
La noticia conmocionó a la comunidad, aun a los que no la conocimos. El hecho en sí nos dice que los aumentos en las penas de prisión no asusta, ni disuade a los maleantes. Que hay algo nefasto en la sociedad para que surjan estos engendros del mal que somos nosotros mismos, pues no puede perderse de vista que estos sucesos son resultado de una podredumbre social de la que todos participamos. La mayoría de las personas se refugia tras de las puertas de sus casas cerrando los ojos a lo que sucede en el exterior. El salir a protestar a las calles en una imponente caravana de miles de personas exigiendo un ¡ya basta! al parecer de nada ha servido. Bueno si, se iniciaron acciones represivas en varias entidades alrededor del Distrito Federal que tienen más de espectacular que de efectividad, con el fin, dice la sabiduría popular, de taparle el ojo al macho.
La verdad es que le he querido encontrar una explicación de por qué fue siniestramente asesinada, como si se tratara de un rito diabólico, y no encuentro otra respuesta mas que como sociedad estamos enloqueciendo. No puede haber otra razón que nos diga por que hombres nacidos de mujer se atrevieron a ahorcar a quien nada les había hecho. Habría que escrutar en los cerebros de estas gentes para saber en que estaban pensando cuando atacaron a esta indefensa señora. Si mucho me aguijonea la conciencia traería a colación que, de algún modo, todos somos culpables de lo que sucede. De acuerdo con lo que dije al principio de esta colaboración, los mexicanos no pedimos que las cárceles estén abarrotadas de rufianes, lo que queremos es precisamente lo contrario, que no haya necesidad de encerrar a nadie. Los reclusorios son el triste monumento que erigimos en México a la injusticia de una sociedad despreocupada y voluptuosa.