El mayor deseo de los padres de Christian Eduardo es verlo crecer.
EL SIGLO DE TORREÓN
GÓMEZ PALACIO, DGO.- Pasó muy mala noche. Estuvo inquieto y despertaba a cada rato pegando de gritos y enseguida se volvía a quedar dormido. -Adriana reproduce el doloroso gemido que emitía Christian Eduardo, su pequeño y único hijo-. Lo recuerda como si hubiera sido ayer...
?Era domingo siete de diciembre, sólo quería que amaneciera para llevarlo con el médico?. La tranquilizaba el saber que el doctor Soto sí trabaja los domingos. Por eso lo eligió desde un principio como el pediatra de su niño.
En cuanto despertó, Adriana le pidió a su mamá que la acompañara. Eduardo su esposo, no pudo hacer lo mismo pues estaba trabajando. Tomaron un taxi desde Gómez Palacio hasta Torreón, pero en el camino el niño comenzó a respirar con gran dificultad. Bastó que lo viera el doctor Soto para diagnosticarle un cuadro de neumonía. Christian debía ser atendido de inmediato. Lo trasladaron al Hospital Infantil en donde lo recibieron en urgencias, pero en seguida les anunciaron que el niño no podía recibir atención médica por falta de camas.
Unos cuantos segundos tardó la decisión de su madre para cambiarlo de hospital. Lo llevaron al Sanatorio Español, ahí lo internaron en terapia intensiva y una vez que el niño comenzó a recuperarse lo mantuvieron en observación. Después de varios estudios y análisis los médicos informaron a la madre de Christian Eduardo: ?Tiene crecido el corazón, su estómago está sangrando, uno de sus pulmones está en shock y el otro derramando líquido?.
?El niño estaba muy mal... le daban una hora de vida...?, recuerda Adriana, con asombrosa valentía.
Confirman la enfermedad
Los médicos seguían analizando el caso, querían estar seguros de los resultados antes de hablar con los padres de la criatura. Una última opinión sería la definitiva, la del hematólogo, el doctor Muñiz, quien revisó la médula ósea y más tarde confirmó la enfermedad: ?El resultado que arrojan los estudios de Christian Eduardo es una leucemia bifenotípica, es decir, linfoblástica y mieloblástica. Esta última por lo general se presenta sólo en adultos y muy raras ocasiones en infantes, lo que hace más complicado el estado de salud del niño?.
Eduardo también recuerda con exactitud la difícil situación por la que atravesaron: ?Como dice mi esposa, sólo le daban una hora de vida. También nos decían que no pasaba la noche. Estábamos sorprendidos. No podíamos creerlo?, su rostro aún guarda aquel gesto de incertidumbre.
El siguiente paso fue aceptar la enfermedad. ?Nos acercamos mucho a Dios, aunque siempre lo hemos estado. Ahora él nos ha puesto los medios necesarios para salir adelante, para que nuestro hijo siga luchando por su vida?. Adriana asegura haber sentido una presencia divina, ?sobre todo cuando nos dijeron que le quedaba poco tiempo a nuestro hijo?. A partir de entonces se convencieron de que la última palabra la tiene Dios.
Durante mucho tiempo, Adriana tuvo la idea de que la leucemia era consecuencia de una alimentación deficiente: ?Me cuidé en extremo, sobre todo porque es mi primer bebé. Comía bien, tomaba vitaminas, dormía lo suficiente, chequeos a cada rato para saber cómo iba creciendo y todo estaba bien. El niño nació muy sano y al poco tiempo estaba grandote y gordo, bien comido. No era posible una leucemia?, hasta que los especialistas le aclararon que eso no fue lo que la desencadenó.
Christian Eduardo era quien menos alcanzaba a comprender lo que sucedía a su alrededor. ?En terapia se la pasaba con los ojitos abiertos, aún cuando no le hablábamos no dejaba de voltear a vernos? y sin hacer ningún intento por moverse dejaba correr las lágrimas que mojaban su carita, un tubo que atravesaba su diminuta garganta le impedía llorar o hacer cualquier mueca; era un ventilador que funcionaba a su máxima potencia para que el niño siguiera con vida. ?Fue algo muy triste?, recuerda Adriana.
Pocos días después resultó que se enfermó de los riñones, ?le hicieron diálisis, le picaron un pulmón para drenar el líquido?, recuerda Eduardo. ?Pobrecito de mi hijo, esa vez le llovió ?comenta Adriana- para acabarla, esos días le empezaron a salir sus dientitos, así que era un llorar...?, el ceño fruncido de la madre de Christian intenta retomar el dolor que supone sentía el pequeño.
Al término de una semana. Christian Eduardo dejó el Sanatorio Español para trasladarse al Seguro Social y comenzar con el tratamiento. De permanecer en el hospital particular su cuenta rebasaría los 100 mil pesos que ya debían sus padres.
Su ingreso al Seguro Social
Christian Eduardo fue internado en la Clínica número 71 de Especialidades. Ahí le realizaron todo tipo de análisis que confirmaron una vez más la enfermedad. Después se dio paso al tratamiento, pero antes de comenzar los médicos le advirtieron a la pareja que muy probablemente el niño no resistiría la primera dosis de quimioterapia, sobre todo por ser la que combatiría la leucemia mieloblástica, aunado a la corta edad del niño, que sólo tenía cuatro meses de nacido.
Sus padres permanecían todo el tiempo con él, Eduardo y la abuelita materna de Christian se turnaban para cuidarlo, ?yo sí me quedaba día y noche porque lo alimentaba con leche materna -explica- también era una buena manera de tranquilizarlo, de que se sintiera protegido?.
Adriana y Eduardo presenciaron todo el proceso por el que su hijo atravesó, este duró una semana completa. ?Al niño lo tenían en un cuarto aislado. La quimioterapia se la aplicaban por la vena. Son ácidos que le van matando todo lo malo, pero entre lo malo también se llevan lo bueno. Es como si el niño acabara de nacer y no tuviera ninguna vacuna?, compara Eduardo.
Al mismo tiempo le iban realizando biometrías, de manera de reponer la hemoglobina y las plaquetas que el niño estaba perdiendo. En este lapso el peligro seguía latente, pues el organismo podría reaccionar negativamente, ya sea con altas temperaturas que obligarían a interrumpir de inmediato el tratamiento.
Esos días el pequeño lloraba mucho. Sus papás se desesperaban porque no sabían como ayudarlo. Ni siquiera tenían idea de qué era lo que le dolía. Resultó ser que la primera dosis no cumplió con el objetivo, lo cual fue confirmado por la doctora Álvarez, pero sí le ocasionó una broncolitis. ?Traía muchas flemas, sus ojitos estaban hundidos y adelgazó un kilo y medio. En un niño eso es demasiado?, recuerda la mamá de Christian, aún angustiada.
Debían recomenzar el tratamiento pero sus defensas estaban muy bajas. Los médicos dejaron pasar dos semanas, así el niño se estabilizaría antes de retomar la quimioterapia. Una biometría hemática reveló que era buen momento para hacerlo. El color normal del excremento del niño también fue un buen síntoma, pues si éste presentaba un tono de rojo a negro indicaría que el intestino tenía hemorragia. ?Gracias a Dios que al niño no le sucedió eso, pero su popó era demasiado ácida, se rozó a tal grado que le quedó la piel viva?, dice Adriana con expresión de dolor. ?Le salía espuma, como cuando tiras ácido al suelo que hasta hace burbujas?, añade Eduardo. ?Lo malo es que defecaba cada cinco minutos y cuando esto pasaba el niño pegaba de gritos. De plano lo traíamos desnudo para limpiarlo en cuanto terminara, calculábamos que ya iba a hacer y tratábamos que no le tocara la piel. Pero bueno, eso era lo externo, internamente quien sabe cómo estaría?. Adriana explica además, que le aplicaba todas las pomadas existentes y todos los remedios caseros que le decían, pero nada funcionaba. Hasta que los efectos de la quimioterapia disminuyeron por sí solos, Christian Eduardo comenzó a recuperarse.
Transcurrieron dos semanas más. Entonces la doctora Álvarez les informó el siguiente paso: ?Ahora vamos a atacar la leucemia linfoblástica? dice a los padres del niño. Y a lo largo de una semana, Christian Eduardo permaneció con una aguja que se aferraba a su piel día y noche, por la que todo tipo de líquidos se introducían para instalarse en su pequeño e indefenso cuerpecito.
El papá del niño recuerda lo difícil que fueron esos momentos: ?Es muy triste estar en el Seguro Social. Ver a tantos niños fallecer y después voltear y ver a tu hijo...?. Adriana interrumpe para decir dos palabras acompañadas de un gran suspiro... ?Pero bueno...?, como satisfecha de que esa parte de la historia haya quedado en el pasado.
Unidos por una noble causa
Una semana antes de que Christian Eduardo fuera dado de alta, le aplicaron la tercera dosis de quimioterapia, pues estaba reaccionando favorablemente. Pero el pequeño ya no aceptaba nada y su padre, preocupado, trataba de convencer a los médicos para que le fuera retirado el tratamiento: ?Mejor quítesela porque no deja de llorar?. Y en cuanto lo hacían se tranquilizaba, pero no por mucho tiempo pues en seguida le volvían a colocar las agujas. ?Era necesario, de lo contrario su cuerpo se haría resistente al medicamento?, justifica Eduardo, observando con ternura a su primogénito, que su abuela materna sostiene mientras le da la papilla del almuerzo.
Todavía desconocen las causas que originaron la leucemia. La explicación que los médicos dan a la pareja, es que pueda deberse a alguna sustancia química de consumo doméstico, como los líquidos limpiadores, o bien algo que circule en el medio ambiente. ?Es cuando me pongo a pensar... ? Adriana reflexiona - que falta mucha información por parte del Gobierno a través de los medios de comunicación. Porque las amas de casa creemos que el uso de los productos que se anuncian previenen las enfermedades de nuestros hijos y por eso los compramos, pero resulta que es contraproducente?. ?Tampoco es un factor hereditario ?comentan los dos- nadie en nuestras familias ha presentado la enfermedad?.
Adriana explica que esta situación les ha afectado en gran medida ya que ni siquiera han llegado a consolidarse como pareja: ?Estamos batallando mucho y es que prácticamente somos recién casados, apenas vamos a cumplir dos años?. Después de la boda dejaron cuentas pendientes por pagar, una vez que las liquidaron, se endeudaron con un terreno a crédito, ?empezamos a fincarlo y sólo alcanzamos a hacer un cuarto y la cocina. Después Christian Eduardo se enfermó y tuvimos que suspender la obra ?comenta el padre del niño- tampoco podemos habitarlo pues falta pavimentar y así no podemos llevarnos a nuestro hijo?. Mientras tanto, los abuelos paternos del niño les comparten su casa.
?Nuestras familias nos están apoyando mucho, personas allegadas y grandes amigos de la universidad. Los que pueden nos acompañan en las actividades que realizamos, como vender comida, ropa usada y todo lo que se nos ocurra; y los que no, lo hacen de cualquier otra forma. También los medios de comunicación nos están ayudando con su difusión?, comenta Adriana en tono de agradecimiento.
Aún tienen muchos planes, entre ellos, organizar boteos, pollocoas y un gran baile. Pues hasta el momento sólo han recabado 50 mil pesos y el tratamiento tiene un costo de un millón y medio. Es un transplante de médula ósea, de cordón umbilical, que se realiza en un hospital de San Antonio, Texas. Los especialistas aconsejan que la intervención quirúrgica se lleve a cabo dentro de los primeros seis meses de iniciada la quimioterapia y ya han transcurrido casi cuatro meses.
?En mi carro a lo mucho saco 200 pesos, con esa cantidad no la voy a hacer para llevarme al niño. Otra opción es rentar el taxi, pero no quiero porque un accidente me perjudicaría mucho?.
Por las tardes Adriana se desempeña como locutora en una estación de radio local, ?Falto mucho y eso me preocupa, pero gracias a Dios me dan la oportunidad de hacerlo, me apoyan mucho. Aunque preferiría estar todo el tiempo con el niño, porque estoy en el trabajo y no me siento a gusto?.
La pareja hace un llamado para quienes deseen apoyar a su hijo. Abrieron una cuenta en Bancomer con el número 1115606187 a nombre de Christian Eduardo González Vázquez.
?Si al final no logramos reunir el dinero vendemos la casa. Si no lo hemos hecho es porque todavía se la debemos a Juan Rodríguez, es un gran amigo de mi padre y desde hace tiempo es parte de la familia. Él ya sabe que yo me las arreglo para pagarle, no es la primera vez que nos echa la mano en un apuro?, afirma Eduardo.
El 28 de agosto de este año el niño cumplirá ocho meses de edad. Sus padres desean verlo crecer, ellos tienen una enorme fe, Christian Eduardo tiene la fuerza y el coraje de salir adelante y los laguneros un gran corazón para ayudarlo.