EL SIGLO DE TORREÓN
PARÍS, FR.- Hay turistas que van a París y visitan el Museo del Louvre. Lo hacen a paso redoblado durante una o dos horas y cuando regresan a su país de origen le dicen a los amigos, con todo orgullo, que estuvieron allí y les recomiendan visitarlo ?porque es maravilloso y sorprendente?-.
En realidad, lo que resulta sorprendente es que esos turistas, en las dos horas que estuvieron en el Louvre, hayan podido admirar bien y a fondo las cientos de obras del arte humano que se exhiben allí. Bueno, ni siquiera las obras más conocidas.
La Venus del Milo, la Gioconda, las pinturas de Degas, Monet, Cézanne, las esculturas de Miguel Ángel y Praxiteles, las obras de arte moderno y las salas de antigüedades.
En el Louvre se exhiben más de 250 mil piezas de todas las expresiones del arte antiguo y moderno, 75 mil antigüedades orientales, 25 mil egipcias, 24 mil grecorromanas, 50 mil grabados, 70 mil dibujos y ocho mil cuadros.
Sólo para admirar unas pocas de las obras más conocidas que hay allí se necesitan por lo menos dos semanas, según estimación de los expertos y siempre que se tengan los conocimientos estéticos necesarios para apreciar dichas obras y no sólo verlas de pasada.
Pocos saben también que el famoso museo fue una fortaleza a principios del Siglo XII y que el nombre de Louvre se deriva de la palabra ?loup?, pues aquélla era una zona infestada de lobos. La fortaleza se convirtió después en un espléndido palacio que poco después quedó en ruinas y así se empleó como prisión.
Gracias al rey Enrique II y a su esposa Catalina de Médicis, dicha construcción fue remodelada y recuperó su antigua brillantez porque los soberanos la escogieron como residencia real. Al mismo tiempo, comenzaron a acumular obras de arte, pinturas y libros antiguos para su deleite personal y de los miembros de la corte. Cuando Luis XIV subió al trono había una colección de sólo 200 pinturas, que aumentó a dos mil en vísperas de la Revolución.
Fue poco después de este movimiento libertario del pueblo francés cuando el Louvre fue destinado como museo, gracias a la requisa que se hizo de toda clase de obras de arte, esculturas, pinturas, antigüedades, libros y demás en los palacios de la realeza, los conventos y las iglesias.
Pero la mayoría de estas obras eran de artistas poco conocidos pero favorecidos por la realeza y el clero y no fue sino hasta la llegada de Napoleón Bonaparte con todas las obras de arte de Europa y de artistas reconocidos, cuando el Louvre se enriqueció como ningún otro. Por ello es que muchos historiadores le dan a Bonaparte el mérito de ser el verdadero fundador del Louvre.
Con su apertura y la expectación que causó en todo el mundo, el Louvre se vio enriquecido aún más con obras procedentes de países orientales y de otras culturas, convirtiéndose en el museo más completo y famoso del mundo.
El Louvre permaneció inalterable hasta 1985, cuando el arquitecto chino-norteamericano Ieoh Ming Peri construyó la Pirámide de vidrio y acero en la llamada Plaza Napoleón, a la entrada del museo. La Pirámide está rodeada de juegos de agua y desde que se dio a conocer el proyecto, en 1983, ha levantado opiniones encontradas hasta hoy, pero no puede negarse que agrega un toque de modernidad y originalidad al viejo museo.