Alta costura Ungaro
Emanuel Ungaro hizo ayer un llamativo retorno a los orígenes de la alta costura con un desfile para la Primavera-Verano de 2004 ante todo sexy y voluptuoso, adornado con sublimes bordados de pedrería y estampados de colores vivos.
Lo presentó en sus salones de la avenida Montagne ante clientas, profesionales del sector y periodistas especializados sentados tan cerca de las maniquíes que, en algunos momentos, pudieron charlar con ellas.
Dada la habitual audacia de su arte, quedó claro desde un principio que la vuelta a los orígenes de Ungaro se acercaría no al contenido, de indudable actualidad, sino a los inicios en el arte de presentar la alta costura y al número de piezas presentadas, ayer 25, en lugar de las hasta hace poco 50 ó 75 obligadas sobre una pasarela.
Lo que el modisto quiso hacer “sin timidez y en la resplandeciente claridad de un bello día’’
Para ello, en cada una de las salas por donde pasaron las maniquíes colocó uno o varios sillones y sofás donde se sentaron, conversaron entre ellas y saludaron a sus amigos allí presentes.
En este contexto, pudo verse con neta claridad que uno de los elementos fundamentales de la colección del modisto italiano será, el próximo verano, el cuerpo femenino, en especial las piernas, largas, casi interminables, por supuesto bellísimas.
Para adornarlas, primero de todo, pieza clave en cualquier conjunto del verano próximo, las sandalias multicolores de tacón altísimo, a veces adornado con topos blancos y negro, otras con incrustaciones de piedras rojas sobre fondo negro.
Indispensable también, la minifalda, muy mini a menudo, con blusas y capas en perpétuo movimiento, o el minivestido, drapeado, con volantes, asimétrico, salpicado de pedrería y... sobre todo, escotado.
Tan escotado que el modisto propuso cubrir al menos parcialmente el resultado y llenó el busto de delicados collares que tras dar varias vueltas al cuello, se llenaban de engarces, flecos y colgantes de piedras, a juego con las bordadas sobre sus modelos.
Ungaro construyó pantalones de seda pitillo, estampadísimos siempre en colores vivos o, eventualmente, en blanco y negro, a juego con sus blusas o capas de volantes, amplias mangas sobre escuetos top de tirantes bordados.
Las flores y los motivos y colores acuíferos combinaron a la perfección con topos y pastillas, blancos sobre fondo negro, o negro sobre fondo amarillo en esta aplaudida colección Ungaro dominada por el tono festivo, en la que dio un nombre de mujer a cada modelo.