EL SIGLO DE TORREÓN
Una pareja unida en la misma pasión, con un amplio camino recorrido. De carácter extrovertido y optimista, Ignacio Chávez Soto y Lucy Borrego de Chávez se tomaron la mano para seguir una de las disciplinas más bellas del arte... el teatro.
Desde muy jóvenes, ambos se involucraron en la vida teatral. Lucy fue la primera en incursionar en el medio; Nacho siempre estuvo presente, aunque no arriba del escenario. El destino ya marcaba un noviazgo lleno de amor, afecto sincero y goce por el teatro que llegaría hasta el altar.
Por su larga trayectoria, este matrimonio fue homenajeado el pasado 24 de abril, durante el XI Festival de Teatro Universitario, coordinado por el Tecnológico de Monterrey.
?Desde pequeña mostré interés por esta disciplina, recuerdo que mis padres me conseguían boletos para ir a la función de un teatro ambulante Tallita, que se asentaba en la ciudad de Gómez Palacio, precisamente enclavado en los terrenos que ocupaba el ferrocarril, ahí se realizaban funciones diarias con obras distintas?, evoca Lucy.
Los multifacéticos personajes de este arte despertaron en ella alucinaciones de magia que, aunado a las actividades artísticas en las que participaba en la escuela -como eran los bailables y recitales- comprobaron que su gusto por el teatro no era casualidad, sino un sentimiento cargado de mucho talento natural.
Años después, cuando estudiaba la carrera de administración de empresas en la Escuela de Comercio y Administración, entró a clases de teatro formal montando monólogos; la primera obra en la que debutó fue Felices los Normales, presentada en el Teatro Mayrán en 1965.
En esta época Lucy e Ignacio ya eran novios, él siempre la acompañaba a los ensayos, disfrutaba la forma en que su prometida se desenvolvía entre actores y tras bambalinas, pero todavía no le llamaba la atención estar arriba del escenario.
Así, transcurrieron tres años hasta que la pareja contrajo nupcias y se separó de los escenarios para cuidar a la familia; sin embargo, como espectadores siempre estuvieron al margen, porque a decir de Lucy ?una vez que te enamoras del teatro, no lo dejas ni te deja nunca?.
El regreso...
Corría el año de 1985, cuando Lucy Borrego de Chávez retornó al mágico arte escénico, invitada por el maestro Rogelio Luévanos, lagunero que llegó de México en ese entonces para ocupar el cargo de director contratista del Teatro Isauro Martínez. La primera puesta en escena que montó fue La Madrugada, cuyo libreto se basaba en la conspiración para la muerte de Pancho Villa. Para su puesta, el equipo ensayaba diariamente.
Así como en aquella remota época de novios, a Lucy la acompañaba su querido Nacho, quien desde abajo la veía trabajar, mientras que por otro lado participaba dentro de los análisis de grupo, sin formar parte de éste.
Avanzada la obra, uno de los actores enfermó repentinamente y de inmediato entró la incertidumbre: -?¿Qué vamos a hacer??-, se preguntaron los actores; entonces, Luévanos exclamó ?¡Ignacio ya es hora de que subas al escenario!?. La respuesta, en un principio, fue un rotundo no.
?Ahora agradezco a Rogelio que me haya convencido, disfruto tanto de este trabajo?, aseguró Nacho Chávez. Dicha obra se presentó en diversos teatros de Coahuila y hasta fue seleccionada para una muestra nacional.
?Sentí muchos nervios cuando pisé el escenario, no tardó mucho para que se me quitara. El espacio teatral está cargado de energía?, asegura don Nacho.
Son muchas las anécdotas que tiene para contar, entre las que recuerda los tiempos en los que formaba parte del elenco de El Gesticulador: ?Me enfermé de la garganta y quedé afónico, pero tenía que salir a escena y así lo hice, cuando estaba en plena acción mi voz salió tan ligeramente y con dicción que no lo podía creer, terminó mi tiempo y la faringe se bloqueó de nuevo; con este hecho comprobé que el escenario tiene una vibra extraordinaria que ahuyenta hasta a los padecimientos?.
Lucy y Nacho vivirán su vida para recordar al teatro, afición que confirmó aún más esa bella relación de amor, cariño y respeto que siempre se han manifestado.
La familia
Después de que el matrimonio Chávez Borrego tuvo su familia, se presentó la oportunidad de regresar al teatro en el año de 1985. Esto permitió a Lucy y Nacho regresar al mundo que tanto aman y compartir las mismas actividades .
La pasión por las artes escénicas no se fija en horarios o en pagos, coinciden ambos. ?En ocasiones hay que invertirle? y aseguran que en la actualidad no comprenden a las nuevas generaciones, ?que sólo buscan actividades alternas que no son inherentes al arte escénico?, tal es el caso de las fiestas, o simplemente el buscar ser foco de atención o ser reconocido.
La pareja señala que la gente joven debe tener en mente que el objetivo es que el teatro llegue a formar parte de su historia personal, ?como ha sido la de nosotros?.
?El estudiar esta carrera te hace analítico, ayuda a encontrarle sentido a tus palabras y de quien las escribe, la dicción se mejora favorablemente?, comentan. Otra de las cuestiones que favorecen a un actor para su desarrollo son las giras, ya que en cada ciudad se experimenta un escenario y público diferente.
Actualmente Nacho y Lucy atienden su negocio. Los dos supieron lo que era rebasar los límites que establecen las reglas sociales, enclavadas en los estigmas para aquellas personas que trabajaban en teatro. Son una pareja única.
SIN PALABRAS
?Es una sensación indescriptible la que sentí cuando pisé por primera vez un escenario, el público impone y más los estudiantes, a quienes había que capturar su atención desde un principio?.
LUCY BORREGO,
TEATRISTA
NUNCA ES TARDE
?La incursión en el mundo escénico la inicié siendo un hombre adulto, en el teatro debuté casi al cumplir cincuenta años; en los medios (El Siglo de Torreón) empecé a los sesenta?.
IGNACIO CHÁVEZ,
TEATRISTA