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Vacaciones| La otra Semana Santa

Por Fabiola Pérez-Canedo

Su misión: "reventarse".

A unos disgusta la presencia de chavos en Parras; a otros deja pingües ganancias.

PARRAS, COAH.- El otro lado de la semana santa, lejos de los Vía Crucis, las visitas a los templos, la oración y la reflexión, son las vacaciones, las fiestas, los días libres. Entre las múltiples tradiciones que tiene el municipio de Parras se encuentra la de albergar a los jóvenes “spring breakers” tanto de las ciudades aledañas como Torreón o Saltillo, y algunas más lejanas como Monterrey, Guanajuato y la ciudad de México.

Jair viene de Torreón con cinco compañeros de viaje que buscan “cotorrear y pasar un rato bien”. Asisten a Parras para alejarse de los problemas que les acongojan en su ciudad natal y para descansar y relajarse antes de que inicien sus exámenes y trabajos finales, la parte más dura del semestre escolar.

Ya habían venido anteriormente a Parras, les atrae el hecho de que esté tan cerca de sus casas y a la vez apartado de sus padres, además de que con menos de tres mil pesos pueden pasar tres días, contando la gasolina, el hotel y apretándose el cinturón en las comidas, para que también alcancen para la disco y la cerveza.

El “spring break” es una costumbre estadounidense, son unas pequeñas vacaciones en medio de la primavera, un viaje en Semana Santa que realizan los jóvenes entre 19 y 26 años donde se dejan los pudores en casa para tener las más osadas aventuras en alguna playa cercana o pueblo pequeño, en el que “ligan” con desconocidos, duermen en tiendas de campaña (donde se pueda) en el día y pasan la noche bebiendo alcohol, sacrificando el dinero de hotel y comidas con tal de continuar la parranda.

Influenciados por la cultura norteamericana, muchos jóvenes mexicanos han tomado por costumbre el viaje anual de “spring break”. La mayoría de los jóvenes llegan a este municipio en grupos de nueve personas, muchos se conocen, otros buscan la manera de conocerse. Vienen de Torreón, Saltillo y Durango, pero también hay de Monterrey, Tamaulipas, Ciudad de México y uno que otro perdido de Guanajuato, Guadalajara y Tabasco.

Los grupos son en su mayoría de hombres, para quienes la ciudad ofrece atractivos como la convivencia social, para divertirse. Cuando arriban a Parras, hacen un recorrido por los hoteles, buscando la opción más económica y libre, pues cargan poco dinero, que debe alcanzar primero para la diversión y después para la supervivencia.

Las mañanas son tranquilas, pues la mayoría de los muchachos duerme. Al mediodía algunos pocos visitan los estanques y las huertas, pero por la noche la ciudad se sumerge en el alcohol y el reventón, las discos se llenan y más aún las calles, donde los jóvenes conducen en estado de ebriedad, sin dejar de tomar cerveza.

Sin embargo, Parras, el oasis de Coahuila, es un lugar de tradiciones ancestrales y ciudadanía conservadora, que estaba muy a disgusto con los desórdenes que causaba la juventud visitante, pues precisamente la Semana Santa es considerada entre la población como una época de guardar, de oración, de reflexión, de pasar tiempo con la familia.

Por las calles los jóvenes hacían mucho ruido, que duraba hasta el amanecer, se despojaban de sus ropas frente a la Iglesia y corrían desnudos por las calles, alcoholizados y aún bebiendo, sin mostrar ningún respeto por la ciudadanía y sus valores.

“Era una de depravaciones, había unos que andaban desnudos en la calle, ya habían llegado al extremo”, dice Gloria Hernández, ciudadana de Parras, “en la calle hacían de todo, sus necesidades y todo, no respetaban nada”.

Cristina Martínez, habitante de este municipio, platica que no se podía ni voltear a ver a los vehículos porque los chavos enseñaban su trasero desnudo por las ventanas, además de que se detenían donde querían, dejaban lleno de basura y cargaban sus cervezas por todas partes.

“Creían que aquí podían tomar y hacer relajo, amanecer en las calles, tomar en la vía pública, pero también hay Ley en Parras y no permite eso”, comenta Cristina, “pensaban que aquí podían hacer lo que quisieran sin tomar en cuenta a los ciudadanos”.

La población demandaba una respuesta por parte de las autoridades ante la falta de disciplina y respeto de los turistas y el año pasado implementaron un fuerte operativo donde se detuvo a los muchachos que tomaban en la vía pública, se les despojó de sus cervezas, se les decomisaron los vehículos a los que conducían en estado de ebriedad y la mayoría de los viajeros pasó alguna noche en la Dirección de Seguridad Pública Municipal (DSPM).

El cambio

Pero ahora, la falta de turismo joven ha afectado a muchos comerciantes, pero otros se sienten felices de que la ciudad vuelva a sus épocas de tranquilidad y respeto por las “buenas costumbres”, como es el caso de la administradora de un hostal familiar, Blanca Alemán, cuyo mercado es la gente mayor de 35 años que vienen con esposa e hijos y que buscan en Parras un lugar para descansar.

“Preferimos que la gente que se quede con nosotros sean familia y no jovencitos, porque son problemáticos, hacen escándalo, se pelean, toman”, comenta la administradora, “les rentamos pero les explicamos las reglas y ellos mismos mejor buscan otros lugares para relajarse, para tomar, para desvelarse más a gusto”.

Contrario a lo que se piensa, la temporada fuerte de los hoteles en este municipio no es en Semana Santa sino en mayo y junio, ya que en los “días santos” sólo vienen muchachos, que generalmente prefieren quedarse en el carro o traen sus “sleepings” para dormirse donde los agarre el sueño, antes que gastar en un hostal lo que puden invertir en consumo y diversión.

“Ahorita les va muy bien a los que venden cerveza y vino, a lo mejor si tuviera un expendio te diría que sí me va mejor en Semana Santa, pero es diferente”, agrega Alemán.

Pero la situación ha cambiado, pues debido a los operativos, el turismo joven fue ahuyentado y esto ha bajado las ventas de las licorerías a un 20 por ciento, según dice Benito Valdés, dueño de un expendio. Anteriormente, este comerciante tenía 15 empleados y vendía 30 mil pesos diarios. Hoy sólo tiene un empleado y su venta bajó a cinco mil pesos por día.

“Bajó considerablemente la economía, era una derrama de dinero que nos entraba a todo mundo, vivíamos hasta cuatro meses con eso y ahorita pues vamos a quedar igual o peor”, dice el comerciante, “la policía no deja a los muchachos estar a gusto aunque trajeran conductor designado y cosas de ésas, de todos modos los detienen y los molestan mucho, entonces a la gente la ahuyentaron y ya no viene”.

Para reactivar la economía de la ciudad, los comerciantes se organizaron para la creación de huertas, lugares recreativos donde los jóvenes pueden relajarse, acampar y tomar, siempre que se queden dentro de estos sitios. Sin embargo, los “spring breakers” no son bienvenidos en todas las huertas, la mayoría son familiares y los muchachos que llegan en plan de reventón deben ir a las que están en las orillas de la ciudad, lejos de la población parrense.

Felipe Tabares, administrador de una huerta, comenta que sus ventas también han descendido mucho debido a que el comandante de la DSPM anterior no supo tratar al turismo, pero agrega que Parras ya era la cantina más grande de México. “Estamos a favor de la libertad pero no del libertinaje”, dice Tabares, “que hagan su relajo, pero con tranquilidad”.

Pero el dueño del expendio insiste en que se trata de remediar algo que ya no tiene solución, pues cuando se ahuyenta el turismo ya no vuelve.

“Hace dos años corrieron a la gente de una manera muy trágica, metieron a todo el mundo al bote, les detuvieron el coche, los esposaban, los amenazaban como delincuentes”, dice, “no puedes hacer eso con el turismo”.

Para invitar nuevamente al turismo joven a que visiten este municipio se organizó este año el “Parras Fest”, un evento dedicado a las personas que asisten en Semana Santa y acampan en este lugar. El festival cuenta con música afro, rock alternativo, un muro de escalar, un simulacro de muro de hielo, gotcha, juegos diversos, camping, go cars, rapel y fogatas en la noche.

“Las personas de Parras quieren levantar la ciudad porque la gente sigue viniendo, pero no hay nada qué hacer”, dice Miguel Haddad, organizador del evento.

Aunque el primer año del Parras Fest no contó con las dos mil personas por día que esperaban los organizadores, desde las ocho de la noche ya se había terminado toda la cerveza del lugar y apenas había alrededor de 30 clientes.

Reorientación

Este año se intensificó la ruta de las patrullas para mantener la disciplina en la vía pública y se disminuyeron los problemas, que anteriormente eran muchos, según dice el director de Seguridad Pública Municipal, Homero Javier González Rivera, pues era común ver a los jóvenes embriagados que seguían tomando en la calle, las riñas y accidentes por manejar alcoholizados.

Los agentes tienen la orden de ser tolerantes con los turistas, por lo que llaman la atención de los muchachos que toman en la vía pública y detienen a los que cometan agresiones contra los ciudadanos de Parras.

“Hemos dado indicaciones a los oficiales para que cuando están apenas iniciando su borrachera los jóvenes, se les invite a que se retiren, pero a las personas que ya están en estado de ebriedad o aventando proyectiles, envases, latas, agrediendo a la gente que pasa por ahí, molestando al ciudadano, a esos se les detiene”, comenta González Rivera.

El Presidente Municipal, Evaristo Madero Marcos, dice que la falta de turismo juvenil no afecta de ninguna manera a los comerciantes porque hay mucha gente que visita Parras, una ciudad que vive del turismo, pero no por eso admite que los muchachos hagan aquí lo que no hacen en sus ciudades.

“Somos una ciudad muy abierta al turismo pero no a que vengan a hacer desórdenes que no harían en su tierra”, manifiesta el Alcalde, “los jóvenes que quieran comportarse de manera correcta pueden quedarse en las huertas y tomar y hacer sus fiestas ahí”.

Madero Marcos reitera que aunque Parras es una ciudad cuya economía está basada en el turismo, sólo son bienvenidos los jóvenes que se comporten de manera correcta.

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