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Vámonos apalabrando

Adela Celorio

Son ellas, las palabras,

las que nos permiten

penetrar el mundo,

descifrarlo, tratar

de comprenderlo.

F. Reyes Heroles

En esta capital nuestra donde todo está perfectamente planeado para que el ciudadano sufra; abrirme paso desde el profundo sur donde vivo, hasta el profundo norte donde su ubica el centro espacial en el que durante toda esta semana se ha celebrado la inédita fiesta de la palabra; ha sido un sufrimiento plenamente justificado.

Algo así como una bocanada de oxígeno puro en medio de la contaminación que provocan los vociferantes políticos con su manipulación de la palabra para engañar, para corromper y confundir.

Inmersos en el discurso oscuro y sucio que padecemos; la ciudadanía fue convocada a limpiar la lengua leyendo en voz alta y de principio a fin El Quijote. Altos y bajos funcionarios públicos -sólo los que saben leer por supuesto- además de escritores, artistas o simples ciudadanos del diario aguardaron su turno para pasar a leer durante tres minutos, simplemente por amor al arte.

Buena señal ésta de acercarnos a la palabra que ilumina, promueve y ensancha los límites de la imaginación. A la palabra limpia que pule y da esplendor al pensamiento.

Bueno es que los mexicanos que por tanto tiempo nos hemos atrincherado en la mentada; aprendamos por fin a bien nombrarnos, a definirnos, a usar la palabra como herramienta para encontrar el rumbo perdido. Si los seres humanos somos del valor de las palabras que usamos para existir y para apropiarnos del mundo; bueno es entonces enriquecer el lenguaje para que nos permita explorar nuevos territorios y dejar de transitar por el camino trillado repitiéndonos hasta el cansancio por la incapacidad de nombrar formas mejores de habitar este planeta.

¿Se imaginan un mundo sin palabras como guerra, tortura, miseria o corrupción? Grilletes en el alma que encierran y esclavizan. Necesitamos habituarnos al uso frecuente de palabras liberadoras que nos permitan mostrarnos e inconformarnos, en lugar de someternos y ocultarnos: libertad, besos, pan, libros, alegría, flor o amistad son sólo algunas.

Pero es necesario tener presente que la palabra no es nunca una dádiva sino una conquista y que festejarla y honrarla como lo hemos hecho esta semana, nos ayuda a realizar plenamente esa conquista. Menos mal que entre las malas palabras con que nos agobian nuestros políticos, siempre queda un hueco por donde se deslizan milagros como el que ocurre en mi alma cuando pronuncio la palabra “acuarimanta” que es un conjuro muy personal, o cuando digo campana para convocar los cam-pa-na-zos de la pequeña parroquia que llama a misa desde mi infancia.

¿Puede usted querido lector recordar sus palabras favoritas? ¿Usa con frecuencia joyas del lenguaje como poesía, utopía, justicia o fe? Si ya las desechó por obsoletas, por favor no lo haga. Hoy más que nunca es necesario bendecir, que no es otra cosa que bien decir. Obsequiemos a los niños en su día, palabras amplias y limpias para decir el mundo. ¿Se imaginan ustedes que Fox y López Obrador en lugar de incomunicarse con verbos como descontón o descalificación, lograran apalabrarse para sumar el poder y las fuerzas que les hemos otorgado y usarlas juntos en contra de tanta mafia contaminante que anda suelta por ahí?

adelace@avantel.net

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