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Vamos por partes

Patricio de la Fuente González-Karg

Para variar y no perder la costumbre, el editorial de ayer causó bastante conmoción y –raro- en general fue de la buena. Mi querida y bien ponderada Yeye Romo, quien está realizando una estupenda labor al frente de la cultura gomezpalatina, –muy a pesar de lo que ciertas vedettes frustradas opinen- estimó fue acertada la referencia al asunto del descontento militar y el elocuente discurso pronunciado por el general secretario. Otra asidua lectora se confiesa fan del Mañanero (no se refería precisamente al programa de Brozo) y me invita a abordar temas sexuales porque “Mi querido Pato, a todos nos encanta aunque muchos lo nieguen”. Tiene razón y por medio del periódico hago patente un amplio reconocimiento a todas aquellas personas que como yo, jamás formarán parte de la liga de la decencia y desde tiempos de Pío XII fueron expulsadas del templo.

Pero regresemos al tema que nos incumbe. René Bejarano se encontraba en las instalaciones de Televisa con el pretexto de condenar los actos de corrupción del ex secretario de Finanzas capitalino (sí, aquel que le decía a López Obrador que se iba a Acapulco y misteriosamente terminaba en Las Vegas) y al mismo tiempo el diputado federal panista Federico Döring, exhibía ante Brozo el video difundido hasta el cansancio. Alguien le avisa al payaso más querido de México que el esposo de la sensual Dolores Padierna –mala copia de Sasha Montenegro en “Oye Salomé”- rondaba los pasillos de la televisora y, ni pronto ni perezoso- el titular del Mañanero aprovecha para sentar a Bejarano en el banquillo de los acusados. Éste se siente acorralado y como consecuencia empieza a articular desafortunadas declaraciones que a Brozo de plano sacaron de sus cabales: “No me estés pendejeando ni mucho menos insultes mi inteligencia”. Se quedó corto.

Lo anterior es como de Ripley, exhibe la total y absoluta degradación de la política, muestra que estamos gobernados por un puñado de sátrapas hacia los cuales todos los calificativos quedan o sobran. Así mismo es sintomático de cuán profunda es ya la corrupción, sí, aquella que no respeta partidos ni ideologías. Hace algún tiempo me preguntaban durante una charla radiofónica sobre mis preferencias electorales y sostuve algo que hoy repito a los cuatro vientos para que de una vez por todas le quede claro a ese grupito de facciosos aficionados a tildarme como beneficiario de la nómina de cualquier organismo: no milito en ningún partido porque absolutamente todos son de dar pena y profundo asco al estar alejados de los legítimos intereses patrios y sí ocupados en ganar cotos de poder.

El otro día me invitan a platicar con estudiantes de la carrera de comunicación y alguien lanza comprometedora interrogante de la cual nadie se zafa: imagine usted que ya estamos en el año 2006 y tiene que escoger entre Madrazo por el PRI, Sahagún por el PAN y López Obrador en la boleta amarilla. ¿Por quién votaría? Mi respuesta fue en los siguientes términos: mira, por Roberto jamás pues si gana tendría que cumplir la promesa de irme de México para siempre y eso no me late; tachar el nombre de Martha sería ir contra la Carta Magna pues ésta prohíbe la reelección, además haber vendido costales de Purina en Celaya no otorga la preparación necesaria; si hablamos de López Obrador te diría que me parece la opción más congruente hasta el momento, sin embargo veo muchos focos rojos, todavía no acaba de convencerme.

Pero regresemos al pretérito inmediato. En el programa de López Dóriga, Marcelo Ebrard –un tipo decente y capaz- declaró que si no consiguen acabar con el Jefe de Gobierno por el lado político, lo harán atacando su integridad física. Como consecuencia de dichos comentarios, ayer por la mañana “El Peje” estrenó un flamante equipo de seguridad. ¡Qué triste llegar a niveles donde las diferencias tengan que resolverse al estilo revolucionario!

De veras que el país es un caos absoluto, nadie sabe de dónde provienen los golpes bajos. Y si de golpes bajos hablamos sería menester preguntarle a ciertas gentes –los dueños de importante cervecería- por qué demonios le vendieron el Santos Laguna a un tipo de muy, muy dudosa reputación, con antecedentes penales, que ya todo mundo ubica gracias a rarita manera de proceder, a la compra de contratos y prebendas. ¿Acaso entre los patrocinadores del equipo no existía algún empresario con arraigo local y buen nombre? ¿El que algunos de los anunciantes se enteraran de la venta del equipo con menos de veinticuatro horas de anticipación es una manera digna, elegante y por demás ética de proceder? Mucho me temo los directivos de la cervecería –que vale destacar, tiene un nombre sólido- tendrán que responder a interrogantes sobre una operación de compra-venta poco clara cuyo beneficiario fue una persona que en muchos círculos es tachado de hampón, por decir lo menos.

Nos leemos mañana.

Correo electrónico:

pato1919@hotmail.com

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