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Vampiresa anda suelta

La actriz Elena Anaya participa en la cinta fantástica Van Helsing.

El País

Madrid, España.- Tras cinco horas de sesión fotográfica, Elena Anaya se sincera muy a regañadientes. Eso sí, hablar de cocina la reanima. Está cansada. Lleva pocos días en España, debe volver a Estados Unidos para promocionar Van Helsing, una megaproducción de Hollywood -cerca de cien millones de euros de presupuesto- con vampiros, hombres-lobo y “frankensteins”, protagonizada por Hugh Jackman y Kate Beckinsale.

Su estreno mundial fue el siete de mayo. Para la actriz, tras el trampolín a la fama gracias a Lucía y el Sexo (“en los dos últimos años, todo el que me quería contratar era porque había visto el filme de Medem”), Van Helsing le otorgará la fama en las multisalas de todo el mundo.

Anaya es una de las tres novias -la que más sale en pantalla- de un Drácula interpretado por Richard Roxburgh (Moulin Rouge). “Llevo casi dos años fuera de casa”, exclama quejumbrosa. Encima, ha tenido alguno que otro pleito periodístico del que ha salido magullada. Pero hablar de cocina saca chispas de unos ojos que impresionan. Son inmensos. El izquierdo es marrón y el derecho, verde. Le comen el rostro. Aplastan al resto de su cuerpo.

De su mirada emana magnetismo. También le sirve para espiar. Su pareja, el también actor Gustavo Salmerón, comenta que a Anaya le encanta observar a la gente e inventarse sus historias.

“No, inventarme no. Pero es verdad que me gusta mucho ver a la gente, ir en el metro y analizarles. Personas reales, trabajadores que vienen cansados de la obra o de la oficina. Espío sus posturas, sus manos, su ropa… Me sirve para componer personajes.

-Los papeles difíciles, ¿hacen que crezcas o te chupan la vida?

-Siempre aportan. Yo recreo experiencias ficticias basándome en hechos reales y en cosas interiores propias que salen de aquí (se señala el corazón). Es mi único instrumento. Siempre quise ser actriz. En realidad, siempre quise contar historias a la gente.

En 1996 comienza su carrera de contadora de historias… y de rechazadora de filmes. Anaya es conocida por las veces que ha dicho no. En nueve años ha rodado 18 películas. Podían haber sido el doble. Es capaz de pasarse un año en Stage Kiss, un filme tan independiente que sólo eran tres en el rodaje en Los Ángeles (los dos protagonistas y el director con una cámara digital), y, en cambio, rechazar varios proyectos en Hollywood.

“No me interesa ser protagonista sino hacer buenos guiones”. Acabada África, rehusó una posible segunda película, siguió estudiando, la atraparon para Familia, la echaron de la Resad por faltar a clase. En el verano de 1997 se fue a vender artesanía -“pasadores, pendientes”- por la costa mediterránea. “Saqué muchas experiencias fijándome en la gente”.

¿Tanto te importa lo que te rodea?

Claro, no entiendo a los artistas que sólo cuentan historias egocéntricas. Hay que contar lo que le pasa a la gente que te rodea. Estamos en un momento de crisis planetaria. Yo, al menos, me deprimo viendo los telediarios.

n Tienes una insignia que dice “Stop Bush”. ¿La

llevaste en el rodaje de Van Helsing?

Sí, pero en aquella época (primavera de 2003) era imposible hablar de política. Ahora es cuando se puede comentar algo en Estados Unidos sobre la guerra de Irak. En Praga los productores estaban temerosos y decían que si empezaba la guerra, nos íbamos corriendo para que no le pasara nada a nadie. Para ellos es lo mismo España, Irak o la República Checa.

En Van Helsing has cumplido un sueño: volar.

Es una ilusión que tenía desde los tres años. Soñaba que iba por la calle, agarraba impulso y ¡up!, a volar. Todos los niños lo hemos pensado alguna vez. Pero sí, sí, me gustaba… Aunque en Palencia vivía en un noveno piso, mi madre nunca se alarmó (risas). Jamás se me hubiera ocurrido saltar.

Y el primer día de rodaje en Praga, colgada de un arnés, enganchada a una grúa gigante y sobrevolando el puente de San Carlos, ¿no te arrepentiste?

No, era un equipo superpreparado. Había 50 personas para hacerme volar ese día. Peor eran los 12 grados bajo cero, los lentes, las orejas de látex con las que no oía bien, las uñas larguísimas que no me dejaban agarrarme. Me gusta mucho volar y ahora que lo he hecho de verdad me parece fascinante.

También estás atrapada por el submarinismo.

Me encanta, pero claro, vivimos (Salmerón y ella) en Madrid en un desván en la plaza mayor. Hace mucho que no lo practico. Me enloquece, tienes la sensación de que vuelas y tú controlas. Me gusta escaparme. Volar es escaparme. Y estar a 40 metros de profundidad en el mar es como esconderte. Lo mismo.

Te mueven los buenos guiones. El de Van Helsing, ¿lo es?

Tiene bastante mejor guión de lo esperable. Yo no había visto las películas anteriores del director (Stephen Sommers). Me sorprendió el libreto. (Reflexiona). No me dejan contar mucho. Mi personaje, Aleera, es la novia de Drácula. Es una monstruo que sin embargo se mueve por motivaciones muy humanas. Me gustaba que ni los buenos, como Van Helsing, eran tan puros, ni los malos tan malvados. Odio las películas en las que los malos son Irak, tipos sin sentimientos y los buenos son Bush y su ejército: guapos y sensibles.

¿Es verdad que no conocías de nombre a la pareja protagonista?

Pues no. Nunca había ido a un filme de Hugh Jackman (X-Men) o Kate Beckinsale (Pearl Harbor). Había visto a Richard Roxburgh en Moulin Rouge, pero me enteré dos semanas antes del rodaje de que estaba en el reparto. Es un actorazo. Juntos hemos creado esa parte animal de los vampiros. Por ejemplo, no se besan como un hombre y una mujer.

¿Cómo se besan?

No puedo contarlo. Es algo animal. Son propuestas que le hicimos al director.

¿Y qué tal Jackman?

Impresionante, aunque no trabajé mucho con él. En mi segundo día de rodaje completamos con mis primeros planos la secuencia del puente. Cinco y media de la mañana. Nevaba. Pensé: “Para darme la réplica fuera de cámara pondrán a un técnico”. Y, sin embargo, apareció Hugh. Hablamos de un tío que rodó todos los días más de doce horas durante seis meses.

¿Te gustan las de vampiros?

Siempre me han atraído. Creo que hay gente vampira. Personas que se alimentan de la vida de los demás porque la suya es aburrida. Otros te roban energía.

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