EL SIGLO DE TORREÓN
MATAMOROS, COAH.- Para proporcionar a sus hijos una mejor educación y que así tengan más oportunida-des en su vida laboral, Patricia Mireles vende fruta en un carrito en la plaza principal de esta ciudad.
“Trabajaba en la frutería, pero me pagaban 20 pesos más si me venía en el carrito a vender la fruta en vasitos, así que mejor me vine”, dice Patricia, quien no había trabajado anteriormente.
Casada y con dos hijos, Patricia quería trabajar desde hacía ya varios años, pero su marido siempre se lo había impedido y esto causaba constantes discusiones en su matrimonio, pero cuando su esposo perdió su trabajo, no le quedó más remedio que aceptar que Patricia también contribuyera a la economía del hogar.
A poco tiempo su marido encontró trabajo nocturno en una fábrica de mezclilla en Parras y nuevamen-te pidió a Patricia que dejara el trabajo.
Sin embargo, su salario sería menor al que tenía en la otra empresa, por lo que después de algunas discusiones, la vendedora de fruta siguió con su empleo.
“Nos estamos ayudando el uno al otro”, comenta Patricia, “tenemos que hacerle así para pagar nuestra casa y todo eso”.
Patricia disfruta de su trabajo porque le permite conversar con algunas de sus amigas que se acercan a comprarle fruta, además de respirar el fresco aire de la plaza.
Independientemente de si la semana es alta o baja en ventas, Patricia tiene 400 pesos asegurados a la semana, a cambio de ocho horas diarias de pasear por la plaza con el carrito de fruta.
Por su horario, Patricia no puede ver a sus niños hasta las seis de la tarde y su marido es quien los recoge de la escuela y hace de comer.
A pesar que al inicio no quería que trabajara, hoy en día su esposo ha aprendido a compartir responsa-bilidades del hogar con ella y esto ha hecho que aun con sus horarios de trabajo ellos sean muy unidos.
