1,16,19 R E 12-30 0433 MEX/CULTURA/DEVOTOS BUSCAN DEVOTOS FAVORES DEL "SEÑOR DEL VENENO" DESDE TIEMPOS REMOTOS México, 30 Dic (Notimex).- Venerado en la primera capilla ubicada a la derecha de la nave principal de la Catedral Metropolitana, el "Señor del veneno", desde su altar consuela a innumerables devotos que acuden a él en busca de sus favores.
Como parte de la riqueza que encierra la cultura mexicana, los santos y cristos se han convertido en parte de ésta, incluso como elementos de identidad.
La historia del "Señor del veneno" se remoa a una leyenda que narra Artemio del Valle Arizpe en su libro "Tradiciones y leyendas de la ciudad de México" donde los acaudalados negociantes, don Fermín Andueza y don Ismael Treviño son pieza de esta trama.
Cuenta la leyenda que cada mañana, Fermín Andueza salía de su casa a escuchar misa y al terminar se detenía frente a un crucifijo de tamaño natural labrado en madera y pasta de caña, el cual fue elaborado en Porta Coeli y traido a México en 1928.
Andueza, mostraba su fervor religioso al arrodillarse frente a la escultura, elevaba sus oraciones y terminaba besando los pies ensangrentado del crucifijo.
Explica el autor que la verdadera riqueza de este hombre no radicaba en sus bienes materiales sino en la nobleza de su corazón al mostrar su piedad con los pobres a quienes siempre ayudaba.
De todo ello, dio cuenta Ismael Treviño, quien se caracterizaba por su carácter amargo y acciones contrarias a las de don Fermín, por lo que un día, inundado por el odio que sentía por su contrincante, decidió darle muerte con un veneno el cual vertió en un pastel que le envió como un regalo del regidor perpetuo del ayuntamiento.
Curioso por ver qué efectos le había causado, don Ismael se puso a seguirlo cuando salió para Porta Coeli. Ya en la iglesia, don Fermín se acercó al Santo Cristo, dijo devotamente sus oraciones y fue a adorar con gran reverencia los pies ensangrentados de la escultura.
"Apenas puso en ellos sus labios, en el acto se oscurecieron y la ola negra empezó a subir rápidamente por todo el cuerpo hasta quedar como si estuviese tallada en ébano", relata el autor.
De ello dieron cuenta los feligreses ahí presentes, incluso don Ismael Treviño, quien dejo de lado su odio y rencor y se arrodilló a los pies de don Fermín y tras pedirle perdón le confesó su culpa.
La historia se extendió hasta México, con la llegada de la escultura y desde entonces son numeroso los devotos que acuden a verlo y solicitarle sus favores.
La escultura original fue quemada accidentalmente y la imagen fue reemplazada por otro Cristo negro, el cual a la fecha se encuentra en la Catedral Metropolitana.
NTX