Apenas hoy se efectuará el cómputo de las elecciones del domingo pasado en Veracruz, pero ya puede obtenerse con las cifras preliminares, una conclusión inequívoca: esa entidad se trocó panista después de ser un espacio privilegiado para el Partido Revolucionario Institucional. Aun si, como indican los números disponibles al día de hoy el PRI retiene la gubernatura, Acción Nacional acumuló votos en tal número que casi empató la votación del partido ganador. Lo cierto es que dominará el Congreso local y gobernará un número de municipios que duplica el de los que hasta ahora ha regido.
Todavía en 1992, cuando fue elegido Patricio Chirinos, Acción Nacional tuvo una participación meramente testimonial: apenas alcanzó el tres por ciento de la votación. Las fuerzas opositoras relevantes eran otras. El naciente PRD (apenas tenía tres años de edad) obtuvo casi el quince por ciento y otros partidos (señaladamente el Popular Socialista, que en esa entidad figuraba más que casi en cualquiera otra) reunieron una cifra semejante. El PRI alcanzó más de dos tercios del total: 67.3 por ciento.
Seis años después, sin embargo, cuando ya se había evidenciado el crecimiento panista en el centro del estado y en su puerto principal, el PAN se hizo de un cuarto de la votación y de la segunda posición después del PRI: del total de casi dos millones (1.973, 518 votos) Acción Nacional alcanzó más de medio millón (522,618). El partido gobernante, con Miguel Alemán como candidato recibió por primera vez en elecciones locales una votación por debajo del cincuenta por ciento, pues alcanzó 943,227. El PRD reculó al tercer lugar, con 345,325 votos.
En la elección del domingo, con las cifras preliminares que cubren más del 93 por ciento de las casillas, se aprecia que Acción Nacional llegará a una suma de novecientos mil votos, un avance de cuarenta por ciento aproximadamente, mientras que en números absolutos el PRI habrá permanecido estático, sin incremento casi. Según las cuentas propias de ese partido, que las obtuvo con el ciento por ciento de las copias de actas de votación, llegó a 976,319 votos. O sea que en términos relativos sufrió un notorio retroceso. Ese tránsito del avasallamiento priista al auge panista se hace más evidente en el ámbito legislativo. Hasta hace un cuarto de siglo, cuando sólo había diputados de mayoría, ningún panista se aproximó siquiera a un triunfo que le permitiera ocupar una curul. Cuando se estableció la representación proporcional, la presencia panista fue exigua: apenas dos diputados en cada una de las legislaturas elegidas en 1989 y 1992 y seis en la que comenzó en 1995, cuando ya el PAN alcanzó 23.1 por ciento de los votos por diputados. Una de esas curules fue ganada por mayoría y el número creció a cuatro hace tres años. El domingo esa cifra de multiplicó por tres (o casi cuatro) y se convirtió en una realidad rotunda: el PAN ganó 14 de los 30 distritos, mientras que el PRI, que tenía en la legislatura saliente 20 diputados de mayoría, ahora descendió a 13.
En Veracruz rige la cláusula de gobernabilidad, que da a quien obtiene el mayor número de bancas tantas como le sean necesarias para contar con la mayoría. De modo que si las cifras ofrecidas por el PRI corresponden a las oficiales, habrá en Veracruz un Gobierno dividido: la gubernatura será tricolor y blanquiazul el control del Congreso.
En el ámbito municipal se registra también un enormísimo avance panista. Todavía hace trece años, en 1991, Acción Nacional llegó apenas al 8.1 del total en la elección de ayuntamientos y sólo alcanzó dos Gobiernos municipales. Creció siete veces de una elección a otra, pues con sólo duplicar su votación (17.6 por ciento del total) obtuvo 19 alcaldías. El predominio priista (que en 1991 le significaba gobernar 189 de los 207 municipios) comenzó a desmoronarse entonces. Uno de los 19 ayuntamientos ganados en 1994 fue el de Córdoba, en que fue regidor Gerardo Buganza y que se convirtió en uno de los focos de donde irradió la fuerza panista. Ya en 2000 gobernaba el PAN en 44 municipalidades y ahora duplicó hasta llegar a 89, incluidas Veracruz, Boca del Río, Orizaba, Poza Rica, Tierra Blanca, Acayucan, Río Blanco, Las Choapas, Martínez de la Torre, Tuxpan, Papantla y Perote, entre otras, la mayor parte de las cuales no había conocido más que ayuntamientos priistas.
La modificación del mapa político veracruzano se gestó a mediados de la década pasada, por la modernización económica impulsada por Salinas y Chirinos, que hizo crecer una clase media que eligió no militar más en el PRI como era tradicional, sino que buscó otras opciones. El caso de Buganza es prototípico y muestra la influencia en Veracruz de enclaves panistas como el de Nuevo León. No es casual que el candidato panista se haya formado como ejecutivo empresarial en la Cervecería Moctezuma, ahora parte del imperio cervecero regiomontano, donde en Monterrey trabajó buena parte de los dirigentes panistas de aquella entidad.
Dada la estrecha diferencia de votos entre el PRI y el PAN comienza a circular una afirmación que suena a deseo o lamento y que parte de un fundamento equivocado. Se prefiere, como si se tratara de una alternativa, que el ganador de una elección se defina en las urnas y no en los tribunales. El error consiste en suponer que las resoluciones judiciales en esta materia no se fundan en los votos. La justicia electoral no es fuente de poder. Lo es la voluntad ciudadana, aclarada en los tribunales.