Croacia, (Agencias).-En los últimos años, Croacia ha recibido un notable incremento de visitantes españoles. Y de turistas en general (en 2003 se superó ampliamente los siete millones).
Casi todos eligen como destino la ciudad de Dubrovnik, en la costa dálmata, pero la oferta turística de Croacia va mucho más allá.
La península de Istria, la Riviera de Opatija, la región de Zagreb, la ruta de los parques naturales, las islas... Todas estas zonas cuentan con buenas infraestructuras y una amplia oferta de alojamiento.
Es cierto que en Croacia los hoteles son caros e irregulares en su calidad, pero existe la posibilidad de pernoctar en faros, en casas particulares y en elegantes villas del siglo XIX a precios más razonables.
El tiempo en verano es muy bueno. Hay centenares de hermosas playas (eso sí, casi todas de guijarros) donde la temperatura del mar ronda los 25 grados. ¿Más argumentos? Los sorprendentes paisajes, la excelente gastronomía croata, la hospitalidad y simpatía de sus gentes... Y el cambio de la moneda croata (la kuna), muy favorable para el viajero de la zona euro, lo que hace que el viaje resulte relativamente barato: una cena para dos cuesta menos de 30 euros, y se paga un euro por una cerveza en una terraza.
El norte
Empezando el recorrido por el litoral norte descubriremos la península de Istria. A tres horas en barco desde Venecia, cuenta con singulares paisajes interiores, bonitos pueblos medievales, y tres ciudades costeras que merecen una visita.
La primera y más próxima a la frontera italiana es Porec. Su casco viejo es extraordinario. Conserva restos de las antiguas murallas y de un templo consagrado a Júpiter, Juno y Minerva, y varios palacios renacentistas, así como otros edificios de estilo románico, gótico y barroco y la basílica de Porec, un tesoro del arte bizantino.
Siguiendo hacia el sur está Rovinj, antigua ciudad de pescadores construida sobre un islote rocoso coronado por la iglesia de Santa Eufemia, cuyo campanario se construyó imitando al de San Marcos de Venecia.
Sus estrechas y escarpadas callejas de piedra contrastan con el amplio y animado paseo marítimo, lleno de bares, terrazas y restaurantes. Por la mañana, el puerto es un buen lugar para tomar un café temprano bajo un cielo que, a primeras horas del día, es de color rosa.
La antigua ciudad de Pula vivió sus momentos de esplendor durante la ocupación romana. De esta etapa quedan, admirablemente conservados, varios monumentos singulares que fueron citados por Dante en La Divina Comedia.
El más impactante de todos es el anfiteatro romano. Construido en el siglo I en la ladera de una colina y muy cerca del mar, tenía capacidad para 23.000 espectadores. Es espectacular verlo desde el puerto, sobre todo de noche, pues está muy bien iluminado.
La puerta de Hércules, el arco de los Sergio o el templo de Augusto en el foro (que por la noche se convierte en un alegre punto de encuentro en torno a las terrazas) conforman parte de los atractivos de esta ciudad, donde, por cierto, vivió durante un año el escritor irlandés James Joyce. Aunque en el centro puede encontrarse alojamiento, la mayor oferta hotelera de Pula está en la zona de Verudela (a siete kilómetros), donde se concentran bares, discotecas y restaurantes de lujo.
La Riviera
Dejando la península de Istria atrás y siguiendo el litoral hacia el sur se llega al golfo de Kvarner. El impactante paisaje del golfo puede verse incluso desde la carretera. Es el inicio de una zona conocida como la Riviera de Opatija. Estamos entrando en la Costa Azul croata, y a partir de aquí el viaje por carretera lo marcarán pequeños pueblos con palacetes ajardinados que se recortan en las colinas o se levantan junto al mar. Conviene prestar atención, pues algunos han sido reconvertidos en hotelitos o agradables restaurantes con vistas sobre el Kvarner.
Las villas de Volosko, Moscenicka Draga o Lovran son lugares para hacer un alto en el camino, y más aún la antigua ciudad de Opatija, que fue el primer centro turístico croata en el siglo XIX.
Hoy, Opatija sigue conservando el encanto decimonónico de la época en que fue uno de los lugares favoritos de vacaciones de la aristocracia europea.
El paseo marítimo está cuajado de hoteles, villas, jardines, cafés y heladerías, y la playa de guijarros se ha hecho más cómoda por medio de piscinas de agua de mar construidas en la propia orilla.
El ambiente vacacional es estupendo a cualquier hora del día o de la noche, y es fácil imaginar otras épocas de esplendor, cuando ricos croatas construían mansiones rodeadas de parques donde crecían flores exóticas y árboles raros.